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Declararle la guerra a Foss era declararle la guerra al rey Horm, los Lonev eran conscientes de ello, pero tampoco podían permitir que cualquier persona, incluyendo al vasallo del rey (o al rey mismo) tomara de manera injusta a su gente sin tener consecuencias por ello.

Los predecesores del rey ya habían tomado parte de sus tierras en el pasado, obligándolos a marchar hacia las montañas, no permitirían que les fuera arrebatado la totalidad de su territorio. Sabían que algunas de las tropas de Foss estaban replegadas por todos los pueblos. Y sabían que ese era el primer movimiento para continuar avanzando hasta llegar a los límites de sus territorios, para luego proceder a erradicar a toda la tribu.

Ellos mismos (la tribu Lonev) se habían encargado de asesinar a la caballería de reconocimiento enviada a Centeno. Defenderían su territorio y su gente a sable y lanza. Vengarían a los suyos y a sus antepasados haciéndoles pasar la tortura que habían hecho con la gente de Centeno y los demás pueblos aledaños, quemarían todo Delah y asesinarían a todos sus habitantes.

Era un plan horroroso, incluso muchos de sus guerreros tuvieron problemas con ello, pero era un mal necesario para evitar que la semilla del mal se propagara por todo el valle. Les recordaron la vieja leyenda de su dios Mittu.

—La cosecha puede verse afectada por los vientos extranjeros, aquellos que traen consigo semillas que no pertenecen a tu valle. Se arraigan en tu cosecha y no lo percibes, echan raíces y sigues sin notarlo, sólo te das cuenta cuando tu cosecha ha sido infectada por una plaga atraída por esas semillas o cuando las plantas ajenas han ocupado el lugar de las tuyas. Son una enfermedad silenciosa. Una plaga que si no eres lo suficientemente audaz consumirá tu cosecha, y matará de hambre a tu gente. Mata la plaga, mata a tus enemigos antes de que se propaguen y te maten a ti también. Limpia tu cosecha, limpia tu pueblo —dijo el jefe de los hombres guerreros.

Obviamente el superior había modificado un poco el mito para que se ajustara a las circunstancias actuales, para que sirviera de motivante y no dudaran en blandir su espada y en tensar sus arcos.

Los hombres gritaron y vitorearon el nombre de su dios en un éxtasis patriótico. Todos defenderían su territorio, y traerían a los suyos de regreso a casa; les demostrarían a sus enemigos el verdadero poder que poseían. Todos se golpearon el pecho, y luego las alzaron al aire. Cantaron casi al unísono: «Las fauces soy yo y conmigo es él».

Tane caminaba con preocupación hacia Delah, no estaba seguro de saber lo que le esperaba cuando llegara a ese sitio. El anciano le había dicho que el despertar eliminaba las emociones en un inicio, luego uno las recuperaba, pero en menor medida. El miedo era la única emoción que era erradicada casi por completo. Sin embargo, Tane no podía evitar sentir que la ansiedad aumentaba dentro de sí. Sin notarlo, estaba haciendo su andar más y más lento, al punto que el mismo anciano, por irónico que pareciera, era quien lo urgía a continuar. Se sentía igual que antes, cuando se propuso enfrentar al ejército de Delah, primero tenía una determinación que parecía inquebrantable, pero cuando estuvo frente a frente con los soldados todas sus ganas de hacerles pagar con sangre sus acciones, toda su voluntad de lucha y venganza habían desaparecido, dando paso al miedo, esa emoción paralizante que se apoderó de su cuerpo hasta el final. Luego de su despertar, dijo querer erradicar a Foss para que la matanza de los poblados cesara, pero es que él mismo sabía que ya no quedaba nadie en los alrededores. Así que su esfuerzo por luchar se le antojó ridículo, absurdo en muchos sentidos. Decir que se vengaría ahora le parecía algo muy ajeno a él, porque luego de ver la masacre de su gente, la del pueblo de Trigo, y por último la de Tres Caminos le hizo darse cuenta de los horrores que conlleva una batalla; y la venganza, esa que ejecutó Phil, el cómo asesinó a esas personas sin piedad, provocó que la piel se le erizara, y más al ver la transformación del caballero, un hombre recto tornado a una abominable criatura llena de ira. Eso último era lo que quería evitar para él, no quería convertirse en un monstruo como Phil, porque al hacerlo sabía que la venganza no sería lo único que buscaría, luego de ello él mismo se convertiría en el ogro que causaría terrores a terceros, sabía que no podría calmar esa rabia, y esta caería sobre los inocentes hasta que llegara alguien a terminar con su vida. En ese momento supo que seguir ese sendero sería convertirse en una de las criaturas terribles contra las que luchan los caballeros, y no quería eso para él.

REY NADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora