Capítulo 3: Ajustando decorados.

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Un nuevo día se presentaba la mañana siguiente, y una nueva jornada de ensayos después de las clases se avecinaba. Yuzu parecía más confiada para representar aquella escena romántica con la presidenta; las suaves y tiernas prácticas que había realizado junto a ella la noche anterior parecían haber sido de utilidad. Beso tras beso controlado, tratando de no disfrutarlo demasiado, fueron los que acabaron acostumbrando a ambas a mostrar aquel gesto de cariño en público sin sentirse cohibidas o, directamente, incómodas. Al principio, para Yuzu pareció incluso cruel el hecho de tener que aparentar normalidad ante un beso de Mei, pues se dejaba llevar y los devolvía más apasionados, hasta que era detenida por la propia presidenta. Pero poco a poco pudo ir concienciándose de lo que iban a representar juntas; no era un beso como los que se solían regalar habitualmente, sino uno mucho más mecanizado y fríamente calculado.

—Estoy segura de que todo saldrá bien hoy en los ensayos, Mei —le habló la chica rubia, mientras ambas salían de su hogar y emprendían su camino hacia la Academia Aihara—. Ayer conseguimos un beso verdadero de película y hoy podremos repetirlo para ensayar la escena completa. ¡A la vicepresidenta Maruta le encantará!

—Ciertamente... —Mei parecía estar de acuerdo con Yuzu—, aunque espero que no debamos repetirlo muchas veces.

—¿Crees que la vicepresidenta pueda no estar conforme con nuestra actuación? —preguntó.

—Está muy entusiasmada con la obra, tanto... que a veces asusta —dijo Mei, rodando levemente los ojos. Era claro que la vicepresidenta de las gafas le causaba pesadez a veces, sobre todo cuando se trataba de algo que le gustaba a tal nivel.

—Es una gran aficionada del misterio, ¿eh?

—Mucho —sentenció Mei—, y suele ser bastante molesta a veces —añadió, frunciendo el ceño.

—Pero me alegro de que tenga algo que le apasione tanto —afirmó Yuzu, provocando una rápida sorpresa en su compañera. Mei se detuvo y se giró hacia ella.

—¿Tienes algo que te apasione? —preguntó con total inocencia. Parecía preocupada al pensar que Yuzu podría sentirse vacía al no tener demasiados hobbies.

—¿Mm? —Se detuvo y, en cuanto miró a Mei, supo que se estaba preocupando por ella—. ¡Tranquila, estoy bien! No tengo demasiadas aficiones, pero soy feliz. Además... —Pareció pensarlo dos veces antes de continuar, pero finalmente lo hizo, dibujando la mejor de sus sonrisas—. Ya soy fan incondicional de tus besos, Mei...

—Tenías razón —respondió la presidenta, visiblemente aliviada, para después mostrar indiferencia—, me estaba preocupando demasiado. Mejor no seas aficionada a nada. —Y acto seguido, siguió caminando.

—Me encanta cuando eres tan romántica... —comentó Yuzu con ironía, antes de seguirla.

—Afirmas cosas tan serias con tanta facilidad —se quejó Mei, sin mirar atrás.

—¡Pero eso no quiere decir que no sea verdad! —replicó la chica rubia.

Los inocentes reproches de Mei se extendieron hasta que llegaron a la misma entrada principal de la academia. No le molestaba que Yuzu a veces se expresara de aquella forma, pero la timidez la invadía por completo hasta tal punto que no sabía cómo responder. Antes que admitir su vergüenza, era más sencillo quejarse.

Ambas se dirigieron a su clase a través de uno de los muchos pasillos de la academia. Lleno de aulas hasta su final, Yuzu y Mei caminaron hasta llegar a la suya; pero, antes de poder siquiera entrar, una figura de más altura que ellas se hizo presente en mitad de su camino. El hecho de estar a contraluz por la claridad que entraba por las ventanas del aula hizo que aquella figura adquiriera cierta aura siniestra, lo que provocó un sobresalto en las dos estudiantes.

Amor en escenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora