Capítulo 9: Deducciones con Maruta Kayo.

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«Kuma».

Desde que habían oído esa palabra, tanto Yuzu como la inspectora Claudia Arron no dejaban de preguntarse qué significaría. Ambas caminaban a la par por el gran escenario, esa vez con todas las luces del gimnasio encendidas, aunque ninguna parecía ir en compañía de la otra.

—Así que también te apellidas «Aihara», ¿no? —preguntó Claudia en tono amable cuando se detuvieron frente al sillón rojo que ocupó Shiraho antes de morir.

—Sí.

—Entonces Mei y tú sois...

—Hermanastras —continuó Yuzu rápidamente, como si quisiera evitar escuchar la palabra «hermanas». Claudia se percató de ello—. Mi madre y el padre de Mei se casaron hace un año, más o menos. No tenemos ninguna unión de sangre.

—Entiendo... —comprendió la inspectora—. Pero bueno, imagino que os lleváis muy bien, ¿no?

Pudo ver en los ojos de Yuzu de inmediato esa mirada de confusión y autodefensa; esa que mostrarían los niños pequeños al destaparles una mentira, pero con la duda de saber realmente si habían sido descubiertos o no.

—¿Cómo era tu amiga Shiraho Suzuran?

—Pues... era algo extraña, supongo —explicó la chica rubia—, pero no era mala persona. No entiendo por qué alguien querría matarla.

—¿Era extraña?

—Bueno... no hablaba mucho, pero conseguía enterarse de todo. Habría sido buena policía, ¿sabe? —Aquello último pudo decirlo con una sincera sonrisa, aunque nostálgica.

—Siento que haya fallecido de esta forma. Las personas no deberían morir tan jóvenes, y menos aún por el odio que esconde un asesinato —respondió la inspectora, dando la espalda a Yuzu y al sillón. En ese momento lo supo. ¿Quizás era casualidad? No... Demasiada casualidad para ser cierto. Volvió entonces a dirigirse a la chica rubia—. Pero... quizás esa amiga tuya sí que fuera tan buena policía como dices, Yuzu.

—¿Eh? —Yuzu había estado contemplando aquel sillón rojo hasta ese momento. Se dio la vuelta para mirar a Claudia.

—Allí.

Claudia señaló el extremo contrario del escenario, donde se ubicaba un gran espejo que formaba parte de la decoración de la obra. Yuzu se quedó observándolo sin mayor atención, pues estaba acostumbrada a verlo durante algunos de los ensayos. La inspectora sonrió para sí misma y pidió a Yuzu que no se moviera mientras ella caminaba hacia atrás y se colocaba a sus espaldas.

—Dime, Yuzu —le dijo Claudia, al mismo tiempo que alzaba una de sus manos formando con sus dedos la forma de una pistola—, ¿eres capaz de verme si te disparo desde aquí?

La atención de Yuzu fue toda para aquel espejo. Sus ojos de inmediato se abrieron más ante la sorpresa, pues podía ver perfectamente a la inspectora simular que la apuntaba desde atrás.

—Sí... —La chica rubia parecía comprender al fin lo que Claudia trataba de decirle.

—Al igual que tú me has visto a mí ahora —explicó la inspectora, volviendo a su lado—, es posible que tu amiga viera a quien le disparó por la espalda.

—Shira-pon... —Yuzu parecía mirar aquel espejo con tristeza, pensando en la posibilidad de que lo último que podría haber visto Shiraho antes de morir fuera a su despiadado asesino, apuntándola para matarla.

—No te atormentes —le dijo, posando su mano en el hombro de la chica rubia—. Sea quien sea «Kuma», pagará por ello.

—¿Y si es aún más doloroso cuando sepamos quién fue, inspectora? —Su preocupada mirada se dirigió directamente a los ojos de Claudia.

Amor en escenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora