Capitulo VI

708 70 53
                                    

Como Miguel había esperado, su padre no puso más que objeciones a que pasara el siguiente fin de semana en Japón, específicamente en San Fransokyo.

-¡Hamada siempre te ha tenido en su poder!-protestó Enrique-Siempre ha manejado tu corazón y tu mente.

Era cierto. Hiro y Miguel habían conectado desde pequeños en lo más íntimos de su ser.

-Tengo veintiséis años, papa,¿recuerdas? Quiero tener mi propia vida.

-No con Hamada-dijo Enrique, meneando la cabeza con violencia-¡Con, él, no! ¿Que pensaría tu madre de algo tan monstruoso?

Miguel miró a su padre a los ojos.

-¿Te refieres a la madre que tanto nos cuida a mi hijo y a mí? -preguntó con tristeza- Mamá ha salido de nuestra vida. ¿Por qué iba a importarnos lo que ella piense?

-Porque siempre te ha importado y siempre te importará. A los dos nos importa.

-¿Y qué pasa con Marco, papá?-preguntó Miguel, acalorado por la discusión- Siempre lo has querido. ¿Lo quieres a pesar de todo?

-¿A pesar de todo? -repitió Enrique,frunciendo el ceño-¿Qué quieres decir con eso?¿Que te ha metido Hamada en la cabeza?

-Hay muchas cosas que tú no sabes, papá. Y lo más triste es que nunca quisiste saberlas. Si Hiro controlaba mi mente y mi corazón, ¿por qué crees que me casé con Leo?

Enrique Rivera fruncio el ceño con gesto feroz.

-Leo te amaba. Cielos, Miguel, estaba enamorado de ti. Lo eras todo para el. Y no hace falta explicar que podía ofrecerte mucho mas que Hamada. La seguridad es importante para un doncel como tu.

-La verdad es, papá, que Leo y yo vivíamos a costa de su padre. A mí no me permitían trabajar en nada. Solo me dejaban colaborar en actos benéficos.

Enrique Rivera se dejó caer en el sofá.

-No puedo creerlo.

-Porque te has pasado toda la vida escondiendo la cabeza, sin querer saber la verdad.

-Sólo hice lo que creí mejor, Miguel, pero ahora me doy cuenta de que me equivoqué. Tenia demasiado miedo a que tu madre perdiera la cordura. No quería contrariarla en nada. La queria. Ella era mi esposa. Y en los viejos tiempos fuimos muy felices. Antes de que nuestra querida hija muriera.

-Lo se papá-afirmó Miguel, inclinando la cabeza.

La muerte de Coco no les había traído mas que desgracia. Pero, hasta ese momento, su infancia había sido muy feliz. Y, en gran parte, aquella felicidad se habia debido a Hiro Hamada.

-Pero no tienes que estar solo, Miguel. Eres un joven muy atractivo e inteligente. Eres mi hijo. Un Rivera. Nuestro apellido sigue teniendo prestigio. Conozco a una docena de jóvenes del pueblo que están deseando tener acceso a tu corazón.

Miguel rio.

-Tú te encargaste de espantar a más de la mitad, papá. Menos mal que no estaba interesado en ninguno de ellos.

-¿Por qué ibas a estarlo? -replicó su padre- No son mas que hombres comunes y corrientes. Pero Hamada, no. ¡Hasta ha comprado La Cempasúchitl por ti!.

El secreto de Miguel (Hiroguel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora