Capitulo VII

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Miguel reconoció a algunos de los invitados a la función benéfica cuando entró en el salón del brazo de Hiro. Las notas de una orquesta de música clásica apenas se oían con el ruido de las conversaciones y las risas. Las paredes de la gran sala de fiestas eran de cristal, todo estaba adornado con flores y plantas que daban un aire exótico a la reunión. La función de esa noche pretendía recaudar fondos para una fundación de leucemia infantil.

Mucha gente se había percatado de su llegada. Miguel se dio cuenta de que giraban las cabezas en su dirección. Probablemente, les producía curiosidad que el hubiera vuelto a la escena social y que fuera acompañado por un hombre tan exitoso como Hiro Hamada, pensó.

Miguel saludó con una sonrisa y un gesto de la mano a sus conocidos. Una mujer le llamó la atención entre la multitud por su rigidez y su expresio de disgusto. Era Karmi, muy elegante en colores negro y plata. Karmi posó los ojos en el, alarmada, y luego en Hiro. Pero Hiro ni se dio cuenta.

Por suerte, Karmi no se sentó en su mesa y Miguel se preguntó si Hiro lo habría organizado así a propósito.

Hiro conocia a todo los que estaban en mesa e hizo las presentaciones oportunas. Miguel fue recibido con gran calidez por todos. La camareros empezaron a llegar con el champán. La noche habia empezado.

Miguel miró a su alrededor, encantado. La sala de baile, que tenía una de las vistas más impresionantes de la cuidad, estaba toda iluminada. Las mesas circulares para cena estaban vestidas con manteles de colores azul, rosa y plata. Las sillas llevaban grandes lazos de satén plateado. Hermosas rosas adornaban los centros de mesa y había globos azules, rosas y plateados en el techo.

Los invitados se habían arreglado mucho para la ocasión. Los hombres iban de esmoquin y las mujeres elegantes vestidos de noche. Todo el mundo tenía la sensación de que iba a ser una noche muy productiva para una causa que lo merecía. Miguel se alegró de ver a algunos de los hombres mas ricos y poderosos de su pais sentados en las mesas vecinas. Eso significaba que la recaudación sería muy generosa.
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Al fin, llegó la hora de irse. Y como Miguel había esperado, Karmi se quedó esperando a Hiro.

-Perdóname, será solo un momento-se disculpó Hiro.

-De acuerdo-dijo Miguel.

En ese momento, un hombre mayor se acercó hacia Miguel, llamándolo por su nombre con gran alegría. Y Miguel sonrio al ver de quien se trataba, le tendió la mano al ex senador de Mexico Ernesto De La Cruz.

-Me alegro mucho de verte, Ernesto-saludo el menor.

De La Cruz había ido a la universidad con su padre. Siempre habían sido buenos amigos. En los viejos tiempos, Ernesto solía visitar la hacienda mucho con su esposa.

-Tu madre está aquí, niño, ¿lo sabias?-indicó Ernesto, intentando localizar a Luisa con la mirada.

-No, no lo sabía-respondió Miguel, disimulando su panico. ¡Su madre! Luisa llevaba semanas sin responder ninguna llamadas.

-Es una dama de gran belleza, tu madre-continuó Ernesto-Aunque un poco fría. Fue terrible tragedia lo de tu hermana, pero Luisa debería recordar que todavía te tiene a ti-comentó y miró por encima de la cabeza de Miguel-¡Ah, ahí está mi coche! -exclamo-No quiero hacer esperar al chófer. Ha sido una fiesta muy bonita,¿no crees, Miguel? Sobre todo, porque nos hemos visto-añadió y lo besó en la mejilla para despedirse-Me he dado cuenta de que estás acompañado de Hamada. Ha llegado muy alto y por sus propios méritos. Bueno, no olvides darle mis saludos a tu padre.

El secreto de Miguel (Hiroguel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora