1. El Pozo

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Coraline se encontraba conduciendo en aquel momento, con la música a volumen bajo y con la vista puesta en la calle. Su hijo Sean se encontraba a su lado, jugando videojuegos sin prestar atención a nada. Luego de un largo camino entre árboles y viejos locales al fin Coraline divisó a tan conocido cartel con rosadas letras frente a ella "Apartamentos el Palacio Rosa" y sintió un leve sentimiento de incomodidad y nostalgia. Después de un suspiró miró al niño rubio a su lado y aparco el auto.

—Bueno, llegamos.

— ¿Qué hacemos en este lugar? —cuestionó Sean mirando a su madre.

Coraline volvió a soltar un suspiro y pasó a rascar insegura su nuca, sin saber que contestar realmente.

—Venimos a visitar a un amigo. Hace mucho que no lo veo y pensé que sería bueno visitarle antes de ir donde tus abuelos.

Sean hizo una mueca y soltó su cinturón.

Okay.
Después de un rato de caminata en el que Coraline le contó resumidamente sus aventuras junto "al entrometido" a Sean, llegaron frente a la casa de aquel chico. Al igual que el viejo Palacio Rosa, el lugar pareció haber sido construido hace años, la madera estaba pintada de un verde menta algo sucio por la tierra y la lluvia, y en el pórtico había una vieja silla mecedora junto a unas plantas que estaban algo muertas. Un auto viejo y oxidado estaba estacionado a un lado de la casa, y por un momento Coraline deseo ver aquella moto ruidosa de su antiguo amigo. Ella tocó la puerta y tragó con dificultad, estaba algo nerviosa, pero realmente no creía que aquello podría notarse.

—¿Hola? ¿Hay alguien? —preguntó alzándose de puntillas para poder ver a través de las ventanas que estaban cubiertas desde adentro por largas cortinas.

—¡Ya voy, un segundo! —gritó una voz masculina desde adentro.

Poco después un chico alto abrió la puerta, tenía el cabello despeinado y la cara marcada por grandes ojeras.

—¡No puede ser! ¡Jonesy! ¿Qué hacen ahí? Pasen, están en su casa.

Aquella tarde Coraline y Wybie se habían puesto al corriente sobre los acontecimientos ocurridos durante tantos años. Coraline sintió un fuerte dolor en el pecho cuando Wybie le contó de manera nostálgica los últimos días junto a la señora Lovat, decidió no inmiscuir más en el tema pues parecía inapropiado. Fue entonces cuando Wybie sintió la necesidad de saber la razón de su visita, él conocía bastante bien el trauma que aquel lugar le había causado a su amiga, por lo tanto, le causaba gran extrañeza el hecho de que ella estuviera justo ahí, sentada tomándose una taza de café, en una casa que se encontraba a unos cuantos metros del Palacio Rosa, del cual él pensaba que —aun con su edad adulta— debía mantenerla alejada.

Sean por otro lado pensaba que era incómodo el contacto de su madre junto a ese hombre, parecían conocerse mucho y la verdad eso no le importaba, pero creía que no debía estar ahí sentado escuchando su aburrida conversación.

— ¿Dónde está el baño? —preguntó a Wybie.

—Ve por el pasillo luego de la escalera, es la puerta a la derecha —informó él.

—Ten cuidado, cariño —se apresuró Coraline observando con cierta preocupación a su hijo.

—Tranquila—dijo Wybie poniendo su mano en su hombro —aquí está bien.

Fue así como con una mirada confundida Sean se dirigió al lavabo, en donde después de un rato divisó un cuerpo pequeño y rápido a través de la ventana, y sintiéndose atraído a este decidió salir de casa a hurtadillas para evitar que su madre o su amigo lo notasen. Aquel cuerpo pequeño, que resultó ser un ratón de campo se quedó de pie en el lodo y le observó. Por un segundo Sean sintió que el ratón le hablo así que puso un pie en el primer escalón del pórtico. "¿De verdad habló?" pensó.

"Acércate Sean, vamos al mundo donde todo es verde" y el animal sonrió mostrando sus grandes colmillos, quizá demasiado enormes para alguien tan pequeño.

Entonces Sean bajó a toda velocidad y corrió tras él quien apresuro sus movimientos como si quisiese que el niño le siguiera. Comenzó a lloviznar y Sean pensó que estaría viviendo un día increíble si había podido comunicarse con un ratón y que este estuviera guiándole hacia el camino de un nuevo mundo.

Mas luego percibió que estaba dentro del bosque, que no conocía el camino de regreso a la casa Lovat, y de que el único sendero frente a él lo llevaba aún más adentro del bosque.

—Ratón ¿En dónde estás? ¿Estás escondiéndote por la lluvia? —gritó.

El diminuto animal lo había dirigido hacia un pozo, estaba cubierto por una tapa gruesa de madera y lodo; alrededor en forma de circulo había un montón de hongos blancos que hacían más notoria la ubicación del hoyo. Sean decidió acercarse cuando escuchó la voz del ratón desde dentro del mismo.

 Sean decidió acercarse cuando escuchó la voz del ratón desde dentro del mismo

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"Acércate Sean, es por aquí".

Sean se arrodilló frente al pozo, las gotas de agua que se resbalaban por su cabello mojado apenas le dejaban ver correctamente.

—¿Ahí dentro está el mundo verde? —preguntó apoyando sus manos dentro del circulo.

Dentro de la casa Coraline y Wybie continuaban charlando, en cuanto este último recordó que el niño aún no había regresado.

—Quizá a Sean le cayeron mal las galletas que le di antes, se ha tardado bastante —dijo Wybie mirando a través del pasillo.

Coraline se levantó de golpe haciendo que la silla se tambaleara y soltó un quejido de angustia.

— ¡Sean!





Coraline y la segunda puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora