2. La puerta

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Coraline y Wybie lograron encontrar a Sean bajo la lluvia, el niño fue reprendido y con mala cara observaba a su madre hablar con Wybie mientras se secaba el cabello.

—Él tiende a escaparse de esta forma en casa, le gusta mucho explorar; por eso tiendo a vigilarlo demasiado —explicaba ella exaltada.

Wybie sonrió.

—Me recuerda a alguien —y observó a Sean.

El bermejo desvió la mirada, molesto y deseó que el ratón de gran sonrisa le hubiese explicado de mejor manera como llegar a ese tal mundo verde. Dentro de su cabeza, se le repetía incesantemente la voz temblorosa y baja de aquel roedor: "La puerta, debes ir a la puerta" decía. Pero Sean no entendía nada ¿De qué puerta hablaba?

—Bueno Wybie, creo que lo mejor es que nosotros sigamos nuestro camino. Este niño ya me ha dado un susto de muerte y realmente prefiero salir de aquí antes de que anochezca.

—Está lloviendo muy fuerte, Jonesy ¿Qué tal si mejor esperan que escampe? Ya se han mojado bastante —sugirió el encrespado.

Coraline lo pensó, le atemorizaba estar con Sean en ese lugar. Pero Wybie tenía razón, lo que había iniciado como una llovizna de otoño se había vuelto una tormenta que sacudía los árboles como si de arrancarlos de la tierra se tratase. Y exponerse a conducir en tal clima seria poner en riesgo la vida de su pequeño hijo. Estaba contra la espada y la pared, y al final, decidió que quedarse en casa de los Lovat era lo mejor.

La noche cayó y la lluvia no parecía tener intensión de frenarse, y fue entonces cuando la ansiedad empezó a carcomerse a Coraline. Wybie, quien se encontraba sentado a su lado le propuso quedarse en su residencia, ofreciéndoles así la habitación de su abuela, que se encontraba vacía. Con ayuda de Wybie, pudieron bajar algunas mochilas del auto de Coraline, para poder sacar algo de ropa seca y dormir.

Wybie preparo la cena, y observó como Coraline y Sean comían en silencio; ambos cabizbajos y con la mandíbula tensada.

—¿Recuerdas la vez que fuimos con tu padre a averiguar sobre plantas en el bosque?

Coraline alzó la vista y asintió.

—Bueno, aquella vez comenzó a llover como ahora y no teníamos donde escondernos. Estaba realmente asustado, pero tu dijiste que todo estaría bien ¿recuerdas? Entonces, entendí que así sería. Así que ahora, esta situación es similar a aquella. Solo está lloviendo, mañana saldrá el sol y ambos podrán ponerse en marcha como habían planeado.

Se sonrieron y por dentro, Coraline se sintió ligeramente calmada. Quizá solo estaba exagerando, después de todo ella ya había vencido a lo que más temía de aquel lugar. Ya no había nada a que temer.

Las luces fueron apagadas, y Coraline se acostó junto a su hijo en la que había sido la cama de la señora Lovat. Las sabanas emanaban un ligero olor a antiguo, los muebles parecían bastante viejos y el colchón era realmente grande y cómodo. Por otro lado, la lluvia seguía golpeando con fuerza las hojas de los árboles, las gotas de agua se resbalaban una tras otra a gran velocidad por el vidrio de la ventana. Coraline abrazó a Sean y besó su cabello.

—Buenas noches, te amo —susurró.

Él no respondió, y ella cayó dormida.

Horas de sueño después Sean escuchaba susurros en su oído, cuando al abrir los ojos vio frente a él al pequeño ratón de hacía rato.

"Sígueme" dijo el animal.

El niño se levantó de la cama, no sin antes percatarse de que su madre permanecería durmiendo. Y así era, ella estaba profundamente dormida, de tal manera Sean aprovechó y caminó a pasos sigilosos tras el diminuto roedor. Le pidió al animal que esperara, pues, aunque la lluvia había bajado su intensidad aun caían grandes gotas de agua, y a tal hora estarían más que frías. Por ello, Sean rebuscó entre sus bolsas de viaje y ahí encontró un viejo impermeable amarillo que en algún punto de su vida su madre le había regalado, también se colocó una sudadera gris bajo de este para protegerse del frío. Además, tomó su videojuego pues la noche era realmente oscura, y no había forma de ver el camino sin algo de luz.

Debido a que todas las puertas se encontraban cerradas Sean decidió escapar por una de las ventanas, más precisamente la que daba al pórtico, luego el ratón le guió corriendo bajo la lluvia hasta el Palacio Rosa, donde le hizo meterse por un hoyo que daba al sótano para luego llevarle hacia una puerta que el animal abrió sin rechistar. Sean se dio cuenta de que la casa era grande, pero estaba muy oscura así que decidió alumbrar con su videojuego.

"Por aquí, no te quedes atrás" avisó el roedor guiándolo por un pasillo largo.

De ahí, llegaron a un salón azul, Sean observó la pintura de un niño con un traje del mismo color y con una cara triste. El lugar olía a polvo y lo único que se escuchaba era el eco de la lluvia, Sean comenzó a sentir algo de miedo, cuando el ratón dijo:

"Debes entrar por la puerta".

—¿Qué puerta? ¿Hay muchas puertas aquí? —cuestionó, intentando ver de dónde provenía la voz.

"Debes entrar por la puerta" repitió el ratón.

Pero esta vez, Sean escuchó algo metálico caer a sus pies. Era una llave de hierro negro, con una cuerda atada.

"Debes entrar por la puerta".

—¿Qué puerta? Ya te dije que no veo na...

Y se detuvo, porque logró iluminar la entrada que tanto estaba buscando, el papel de la pared tenía la forma de una puerta diminuta, Sean sabía que esa era la entra al mundo verde y se sintió feliz, porque al fin había hallado algo realmente bueno que explorar.

Coraline veía sus pies en el aire, estaba volando en un cielo estrellado, realmente azul. Podía ver agua oscura bajo sus pies, y la luz de las estrellas reflejarse en esta. Al ver su reflejo notó que era una niña otra vez, que tenía el cabello pintado de azul y su distintiva ropa amarilla. Fue cuando una mano pequeña tomó la suya.

—¿Qué? ¿Qué haces aquí? Hace mucho tiempo te liberé junto a los demás.

—Así es, señorita. Pero he venido a avisarle que el mal continua.

Frente a ella apareció la hermana gemela de la señora Lovat. La angustia la invadió.

—¿Qué mal? ¡Ella está muerta! ¡Wybie y yo la vencimos! —dijo —Ya no puede llevarme, ya no soy una niña.

—No ha venido por ti —aclaró la pequeña tierna —ella no es lo que crees. Debes tener cuidado pues es más fuerte que la anterior.

Estaba confundida. No entendía que estaba sucediendo.

—¡Corres un enorme peligro, niña! ¡Deben huir antes de que sea tarde! —apresuró el tercer fantasma.

—No te asustes señorita, tú sabrás como vencerla —aseguró el niñito.

Los fantasmas la abrazaron y entonces ella despertó, percatándose de que Sean ya no estaba con ella.

Coraline saltó de la cama gritando el nombre de su hijo. Cuando Wybie despertó y al ella contarle ambos salieron apurados a buscar a Sean afuera. Gritaban con fuerza el nombre del niño con la intensión de que este respondiera al llamado. Wybie quería creer que solo estaba perdido en alguna parte del bosque, pero muy dentro sabía que era algo peor.

—¡Ella se lo llevó! —sollozó Coraline atemorizada.

Wybie regresó en busca de las llaves de toda el área, y a pasos apresurados se dirigió junto a su angustiada amiga a los apartamentos

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Wybie regresó en busca de las llaves de toda el área, y a pasos apresurados se dirigió junto a su angustiada amiga a los apartamentos. Él no quería creer que realmente aquella cosa aun continuaba con vida y mucho menos que se atreviera a tomar al hijo de Coraline. Empapados por la llovizna llegar al pórtico del Palacio Rosa. Wybie abrió la puerta y ambos corrieron a la sala azul. Y ahí, Coraline se derrumbó en llanto y pánico al ver el videojuego encendido de Sean en el suelo, frente aquella puerta abierta. Y que esta, estuviera bloqueada por el muro de ladrillos.

Coraline y la segunda puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora