Entre cuentos de terror

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Esa noche los integrantes del club de lectura comentaban sobre libros de terror. El más fanático de ese género era Ruben, el dueño de la casa donde se encontraban.

- Lo importante es la atmósfera, y en todos estos cuentos fue bien lograda- afirmó Ruben, mientras enseñaba el libro. Después miró a cada uno de los presentes que rodeaban la mesa, buscando una mirada de desacuerdo.

- Hoy en día solo la atmósfera no es suficiente para que sea de terror- objetó Cecilia, que también era adicta al género de terror, pero pensaba diferente a Ruben.

- La atmósfera es tan importante como el lugar donde se lean los cuentos- siguió defendiendo su punto Ruben- no es lo mismo leerlos por la tarde en un jardín soleado que de noche en una casa vieja y grande como esta, ¿no?

- Pues a mi tu casa no me impresiona de esa forma, incluso me parece linda.

Los otros no opinaban para no interrumpir aquella contienda verbal que les parecía divertida, y alternaban la mirada de un contendiente a otro como quien mira un partido de tenis.

- No te impresiona porque no estas sola- contra golpeó Ruben- Te propongo algo que te hará cambiar de opinión. Entra en aquel pasillo y ve recorriendo una por una las habitaciones. ¿Te animas?

- ¿ Están vacías? ¿ En serio...?

- Tienes mi palabra.

Los ojos de todos estaban ahora fijos en Cecilia. Ella sintió la presión. Se levantó y se alejó por el corredor como si nada.

Regreso un rato después, y lucía muy enojada.

- Ruben tu palabra no vale ni... no vale nada. Tu abuela, o tu madre, quien sea esa señora, se enojó conmigo cuando entre a su habitación, y me dijo que no la molestara.

- Aparte de nosotros en la casa no hay nadie más. Ningún integrante de mi familia vive ni vivió aquí.

- ¿ Y quien es esa señora mayor que está acostada allí?

- Será uno de los fantasmas que rondan por aquí. Acompañenme y se los demuestro.

Y todo el grupo fue hasta la habitación. Cecilia iba detrás, pues no quería que la señora le reprochara nuevamente. Cuando los otros dijeron que allí no había nadie, ella fue a verificarlo, y era así. Cecilia quedó tan asustada que se marchó de allí sin decir una palabra más. Para los otros integrantes del club la situación fue demasiada extraña como para permanecer más tiempo allí. Cuando Ruben quedo solo, fue hasta la biblioteca y eligió otro libro de terror. Luego de un rato de lectura hizo una pausa y escuchó. Desde varios puntos de la casa salían ruidos: pasos, susurros, puertas que se cerraban o se abrían. Después volvió a su lectura. Le gustaba tanto la literatura de terror que se compró una casa embrujada, porque el lugar donde se lee es importante.

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