Capítulo 2

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Mi corazón palpita rápido, no he podido dormir en días, creo que tengo insomnio.

¡Y no puedo dejar de pensar en Desh!

No es como si lo hubiera visto otra vez ¡Ni siquiera vamos a las mismas clases! Puede que en toda mi vida lo haya visto en dos o tres ocasiones, pero no más.

Debería estar pensando en reformarme para volver a casa, no en un muchacho. Después de todo estoy encerrada en este estúpido colegio por quemarle el pelo a una chica.

No es mi culpa, ella se lo buscó.

Golpean dos veces en la puerta de mi cuarto y me inclino en mi cama a ver quién puede ser.

—¿Quién es? —pregunto desinteresada.

—Desh —responden del otro lado de la puerta y me paralizo.

Mierda, lee mis pensamientos este imbécil o qué ¡¿Por qué está aquí?!

No exageres, no es como si Desh supiera que estuve pensando en él, solo lo tuve demasiado tiempo en la cabeza, quizás ni pensaba e igual venía de todas formas.

—¿Qué... ¿Qué quieres?

Frunzo el ceño a pesar de que estoy nerviosa. No todos los días te aparece un chico guapo en tu puerta ¡Mierda! Y yo despeinada.

—Hablar —solo dice.

—Sí, claro, en mi cuarto, a mitad de la noche, muy inteligente lo mío, de pensar en abrirte —expreso con sarcasmo.

Soy emocional no estúpida, es un tipo que tiene un prontuario extenso, que hasta en su cabeza puedo imaginar que tiene grabada la palabra "muerte".

—Vamos, Nahi, no seas así. —Se ríe.

¡¿Nahi?! ¡¿Qué?! Este ya se agarró confianza y yo aquí confundida.

—Nahiria —lo corrijo.

—Qué nombre más raro —opina.

—Mira quién habla.

Otra vez se ríe y mi corazón vuelve a acelerarse. Esto es patético, solo me he besado con este tipo en una ocasión y ya creo que tengo las asquerosas mariposas en el estómago. Que deje de meterse en mi mente, porque me está cansando.

—Vamos, abre, Nahi.

—No —digo firme —. Seguro eres un loco asesino, no puedo dejar entrar a un homicida a mi cuarto.

—Ah pero lo dejas besarte, qué atrevida —se burla.

Me sonrojo.

—E... Eso es diferente.

—Claro que no, porque hablas de la misma persona, o sea yo.

Alzo una ceja.

—¿Y no te molesta que te llame asesino?

—Todos me llaman asesino, pero ábreme la puerta que siento que hablo con un pedazo de pared.

—¡He dicho que no! —grito indignada —. ¡Llamaré al superior!

Se hace un silencio, pasa un rato largo, trago saliva ¿Se fue? ¿Lo ahuyente? Mierda, la intriga me está matando y no debería.

Me levanto de la cama y me dirijo a la puerta, me sobresalto cuando lo encuentro sonriente en frente de mí.

Mierda, he sido engañada por mi propia estupidez.

Internado CrawfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora