En la estación de servicio traté de caminar lo más rápido posible para alejarme de Noah, aún no comprendía del todo que fue lo que hice ni como mi autocontrol se fue al carajo pero estábamos hablando de Noah, un lindo pero idiota chico que creí que podía llevarse el mundo por delante sin pensar en los demás, y yo no pretendía ser amiga de alguien como el. Ni mucho menos salir con Noah.
–¿Estas consiente de lo que casi pasó?- Sky me sorprende detrás mío.
La ignoré y seguí debatiendo en mi cabeza si debería llevar papas fritas o óreos.
–¡Anna! ¡Te estoy hablando!- exclamó irritada.
–¿Que?, eh ¡hola! No te había oído estaba muy concentrada- solté una risilla nerviosa mostrándole las papas y las oreos.
–Aha... ¿vas a responderme?
–¿Sobre que?- seguí caminado por el pasillo comida chatarra, aún tratando de ignorarla.
–Sabes muy bien de que estoy hablando. La manera en que se miraron?...- Sky insistía siguiéndome por detrás.
Detengo lo que estaba haciendo y llevé mi atención hacia ella. De forma brusca solté la comida que llevaba en la mano y hablé. –Entre Noah y yo no hay nada y nunca lo habrá, ni siquiera somos compatibles, es como que si el fuera aceite y yo agua, no se juntan. Ahora ¿lo entiendes?- arqueé ambas cejas, irritada. –Ahora si me disculpas... estaré en la sección de galletas- sonreí y me alejé apurada a elegir las mejores galletas, pero por el rabillo del ojo noté que me seguía por detrás.
–Como tu digas, Anna. Pero recuerda, no te dejes llevar por tus sentimientos. Noah no es un chico como los demás- las palabras de Sky salieron de forma indiferente. No expresaba ninguna emoción alguna en su rostro. Lo estaba diciendo en serio.
Luego se fue dejándome con las palabras en la
boca. Skylar tenía razón. Noah ya me ha demostrado que no es de fiar, y si lo hizo una vez lo haría dos veces. Tendré que alejarme de ese chico si no quiero tener problemas.(...)
El trayecto se estaba haciendo eterno, faltando solo una hora mi única compañía era la música de Sky y la ruta con los interminables campos de girasoles. Miré hacia mi izquierda donde se encontraba Noah durmiendo como un oso, me detuve a mirarlo por un rato.
Como es que nunca me había dado cuenta de como sus largas pestañas acompañaban perfectamente a sus claros ojos, como si fueran parte de una pintura. Llevé mis ojos a su mandíbula notablemente formada, que lo dejaba más sexi de lo que ya era; se me vino a la mente el recuerdo de cuando habíamos discutido luego de la fiesta, de como la apretaba con sus dientes, provocando que se marcara. Ese día no pude evitar mirar sus labios, siempre que se enojaba los mordía, dejándolos hinchados y rojos.Sentían un leve sentimiento de querer besarlos.
Una vez que reaccioné y me di cuenta de lo que estaba haciendo, me obligué a dejar de mirarlo y concentrarme en la carretera.
Quería auto pegarme al sentir todos esos cosquilleos dentro de mí. ¿Qué me estaba pasando? Era imposible que estuviera sintiendo eso por Noah. Que ni siquiera sabía que era. No encontraba ninguna razón lógica por la cual debería gustarme un chico como él, me traería mas problemas a mi vida.
Negué con la cabeza tratando de dejar de pensar en eso, y cuando me di cuenta ya habíamos llegado a la casa de campo.La casa era muy acogedora por dentro, me había imaginado una súper mansion conociendo a mi amiga pero sin duda estaba equivocada. Tenía una sala principal con dos grandes sillones junto a una mesita y una televisión, allí también había una pequeña cocina que tenía todos los lujos y una mesa larga donde entrábamos todos.
La casa contaba con 4 habitaciones.
Con Claire decidimos compartir habitación.
No estaba nada mal, era lo suficientemente grande como para dos personas; había dos camas en cada lado de la pared y en el medio de estas dos un gran ventanal que dejaba entrar la luz, del lado izquierdo de la puerta se hallaba el ropero, pero dudaba que yo lo llegara a usar.
ESTÁS LEYENDO
Destinados a estar
Dla nastolatkówNoah Smith, egocéntrico y superficial, es hijo de uno de los hombres más importantes y ricos de Londres. Anna Brown, nacida en Canadá, adoptada por Alice Grey y James Jones. Sin el mejor sueldo o la mejor casa, se mudan a Londres por cuestiones de...