Esta es la historia de un niño que un día se encontró una pistola en su mochila.Dicho así suena muy absurdo e improbable. Al fin y al cabo, ¿qué hace un objeto de esa clase en la mochila de un chico de primaria? Podrían preguntarle a él,pero tampoco le encontraría sentido alguno. En ningún momento dije que eso fuese producto de ningún suceso racional. Simplemente estaba allí por estar, en fin, ¿por qué no? Si hubiese habido un conejo dentro, también os preguntaríais la razón.
Como es natural, nuestro niño sintió curiosidad por aquel objeto no tan extraño para él, pero sí inusual. Y, una vez al amparo de las cuatro paredes de su cuarto, cogió el arma de dentro de su mochila para ver mejor de qué se trataba. Era grande para su mano y pesaba más de lo que se imaginaba. Por suerte para él, no había una sola bala en el cargador. Podría haberse hecho mucho daño si hubiese sido así, porque nuestro niño no tenía ni idea de cómo se utilizaba. Se quedó observando el objeto durante quince minutos, con cuidado de no activar nada por error.
Al ver que no tenía mucha utilidad, la dejó encima de su escritorio e intentó centrarse en cosas más importantes, como hacer sus deberes o tomar la merienda, en definitiva, hizo lo que se esperaba en un día normal de alguien de su edad, sin intentar preocuparse demasiado. Pero no lo consiguió, porque a cada cosa que hacía, acababa volviendo la vista hacia el arma de su mesa.
¡Por favor! ¡Tenía una pistola en su propio cuarto! ¿Pertenecería a algún audaz detective? ¿A un supervillano como los de la televisión? ¿A un espía secreto? ¿A un pirata? No, ya no había piratas en el mar, pero si los hubiese, él habría sido el mejor. Cogería la pistola y defendería su barco con su vida, o por lo menos así lo juró cuando volvió a tener el objeto en sus manos, enfrente de su espejo. Puso el dedo sobre el gatillo, exclamando que si alguien quería arrebatarle su carabela sería por encima de su cadáver, y, con gesto decidido y postura de héroe de ciencia ficción, apuntó hacia el frente.
Pero el niño no disparó, o mejor dicho, no fingió que disparaba. Bajó el brazo, presa del pánico, porque se había dado cuenta de lo que iba a hacer. La había cogido con entusiasmo cuando imaginó ese mar negro y revuelto a su alrededor y se había dispuesto a matar al ruin villano que había formado en su mente, claramente un hombre horrible, lleno de cicatrices y autor de grandes masacres. Pero en una fracción de segundo había recuperado la noción de la realidad y se había visto reflejado en el espejo al que estaba apuntando. No fue mucho tiempo, pero sí el suficiente como para darse cuenta de que, aunque solo en sentido figurado, se iba a disparar a él mismo.
Esto también parece otra situación absurda, pero nuestro niño era muy sensible a las metáforas y pronto dejó su fantasía de lado y empezó a hacerse otra clase de preguntas. Estas ya no suscitaban ilusiones, sino angustia. ¿Quién había dejado esa pistola en su mochila? ¿Qué había hecho con ella? ¿A quién había matado? Todo esto asustó mucho al pequeño, que volvió a dejarla encima de su escritorio. No le aburría, pero tenía cierto miedo a cogerla, porque temía volverse como la persona que la dejó allí metida. Sabemos que no iba a pasar eso por el simple hecho de que la cogiese, pero ya he dicho que él era fan de las metáforas y de los sueños. Ahora ese objeto representaba el mal para él, y no quería tenerlo en sus manos, porque no quería hacerle daño a nadie, tampoco a él. La última pregunta que se hizo fue "¿Y qué le habrá pasado a esa persona al disparar?", mientras se recordaba apuntando a su propio reflejo.
Pensó que si fuese un pirata, un espía, un supervillano o un detective y utilizase su pistola, acabaría haciéndole daño a otros, y a sí mismo. Si esa pistola representaba el mal para él y él la disparaba, ¿entonces el villano ruin, horrible, lleno de cicatrices y autor de grandes masacres era él? No, no podía, él era el héroe de esa historia, defendiendo su barco de otros piratas que buscaban hacerle daño a él y a los suyos, eso se repitió en su mente, levantándose el ánimo y la fuerza de su fantasía. Y entonces dispararía... ¿a otro como él? Con esto su recuperada ilusión volvió a desaparecer. Porque él también era un pirata, el más valiente en los siete mares, y el otro era otro niño jugando a lo mismo, con otra pistola que también era demasiado grande para sus manos. Y entonces pudo ver como ese pirata feo se hacía cada vez más pequeño, menguaba a una velocidad asombrosa, hasta ser ese niño del espejo, que solo se estaba defendiendo de otro pirata, porque él era más valiente. Comprendió que ese niño había crecido y que no parecía tan malo al principio, cuando empezó a coger esa pistola. Ante su doble imaginario, el niño no pudo evitar confundirse y perder el hilo de sus pensamientos durante un segundo.
Cuando lo volvió a recuperar, se replanteó todas las cosas que se podían perder con un solo disparo: la vida de la otra persona, lo cual le pareció obvio, y tu propia vida, o por lo menos la libertad de tu conciencia. Se prometió a sí mismo que no volvería a tocar el aquel objeto, y que nunca se convertiría en ese pirata feo y cruel.
Si cumplió su promesa, al igual de que si descubrió como había llegado eso allí, podéis preguntárselo a él, como ya he dicho antes. Estoy segura de que os responderá, aunque para eso tendríais que dar con él en su propio mundo, donde cualquier cosa puede aparecer dentro de la mochila de cualquiera.
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Si quieres escapar lejos
Short StorySi quieres perderte un rato entre las palabras, puedes abrir la puerta y escapar lejos.