002|Chantajear

541 68 38
                                    

G

Cuando era tan solo un niño, asesinaron a mis padres dentro de mi casa. Lo vi todo en HD 4K. El miedo era palpable y el horror de sentir la tibieza de la sangre de mi madre aterrizando sobre mis mejillas fue... la cuna del interminable abismo en el cuál no dejaba de caer.

Hasta que lo conocí a él.

Frank Iero.

Mi tía Janice se encargó de mi desde que quede huérfano. Así que tuve el privilegio de asistir a la escuela primaria, en donde lo conocí. Debido a mis problemas, entré a primaria con ocho años. Siendo todos mis compañeros de seis años.

Ese bendito 7 de agosto. El primer día de clases, en el receso. Vestía de color blanco por completo, pero estaba todo sucio y lleno de tierra, ya que al parecer se la estaba pasando bien en el recreo. Recuerdo también que tenía una paleta de fresa, jugueteaba con ella dentro de su boca de un lado a otro.

Lo observé porque él me observaba fijamente desde antes. Así que me sentí con la confianza de acercarme y hablarle. Así que le pregunté:

— ¿Por que estás tan sucio?

Y él me contestó:

— Trepé un árbol — su tono era neutro —Es que quería esto.

No noté hasta ese instante que tenía sus manos ocultas por detrás. Me acuerdo que miré curioso sus manos. Las tenía casi cerradas para formar un puño perfecto.

—¿Qué es? - pregunté. Por alguna razón él no dejaba de mirarme. Así que lo consideré como un gesto amigable.

Era obvio que presenciar la mitigación de mis padres dejaría secuelas graves. No dejé de vomitar durante unos días. Quedé mudo por un largo tiempo y tenía pesadillas constantes, así que no dormía. Sin mencionar que lloraba diario y temía por mi vida.

Si ya sé, el típico protagonista de una trágica vida e historia. No me recuerden.

— Mira - entonces abrió lentamente sus manos y presencié un pajarito muerto. Con alguno de sus huesos de fuera y sangre opaca por todo su plumaje - esto quería.

Lo miré de nuevo. Y como antes, él ya estaba viéndome a mi. De pronto, sus manos se vieron vacías. Había soltado al pájaro gris sin más y sin penas. Se escuchó ¡plop! Había dejado de interesarse por él y con ambas manos, tomó mis enormes mejillas, porque debo mencionar que era Tan gordo como ahora.

Las apretó un poco y sonreí.

Luego, las apretó mucho más fuerte y seguí sonriendo.

Con su mano izquierda, atrapó mi cuello con suavidad. A mis ocho años era obvio que no supiera nada acerca de los sentimientos, ni mucho menos acerca de la sexualidad. Pero... jamás supe ni siquiera lo que era ser... tan siquiera visto por alguien.

No tenía a nadie... a nadie que me viera de verdad. A nadie que me hablara. Yo era nadie. Solo El Niño trágico. Ni siquiera Janice entendía como me sentía.
Pero todo cambio en ese instante cuando sus ojos penetrantes me veían y sus dos manos tomaban mi cuello.

Para después musitar:

—Me gustas- dijo, sonrojado.

Rojo como un tomate. Sus manos hervían sobre mi, parecía tener fiebre incluso.

Luego sonó la campana que terminó con el receso, quitó sus manos de mi. Dio un salto mientras me sonreía y escuché un pequeño crujido.
Miré hacia abajo, sus pies bailaban y retorcían el cadaver. Después tomo mi mano, arrastrándome al salón de clases.

Violentómetro :) {Frerard?} DONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora