021| Amenazar de muerte

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Doble actualización hoy, ¿acaso estamos locos o que?

De todo corazón deseo que nunca se topen con gente así de enferma (que por ahí andan, no creo estar exagerando con lo que sucede aquí...). Ya no te dejan en paz nunca y por lo general, te arruinan la vida. 

Besos, atentamente, yo. 

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Frank.

Dicen que cuando estas por morir, comienzas a tener visiones bizarras de gente que ya no existe. Es como estar más muerto que vivo y te conviertes en consciente de lo mismo. Ahora mismo, sentado en el colchón de sábanas blancas y limpias, veo a mi madre. Me gustaría que fuera cierto eso de ver los fantasmas justo como murieron, pero en la realidad no es el caso. La veo ahí quieta, mirándome, con sus vestiditos perfectos de florecitas. No cabeza explotada, ni pies cortados, solo ella.

De cierta forma, me siento indignado. Es decir, no me tomé la molestia de hacer un reguero en la casa como para ver a su fantasma intacto, ¿no es injusto? De haber sabido, solamente le habría asfixiado con la almohada SOGNARE que tanto le gustaba.

- Te estoy esperando, mierdecilla con patas – me dice y echo la carcajada de la vida. Seguramente se siente sola, no tiene a nadie con quien coger allá en el infierno. Que se pudra – tarde o temprano, verás lo que se siente arder.

- ¡oh, eso espero! – aplaudo eufórico – sabes que soy friolento y el calor me parece lo más sublime. Aunque halago tu desesperación por tenerme cerca y abusar de mi, déjame decirte que mientras tenga a Gerard, yo no iré a ningún sitio.

No dice nada, la puta de mierda. No sabe, no tiene idea del deseo que siento por volver a quitarle la vida una y otra, y otra y otra vez. Mi castigo más grande es haber estado demasiado inmaduro y torpe como para recordar cómo se sintió lo que le hice. No, estúpido Frank. Estaba eufórico, eso recuerdo, me encantó hacerlo, me liberé. Solo que ahora lo habría hecho mucho mejor, no me di la oportunidad de lucirme, actué en desesperación y ahora no me queda más que recordar cómo el olor a cabello quemado impregnó la cocina.

- Sí. Tengo a alguien que me ama – asiento, observa mi felicidad, perra.

- ¿Alguien puede amar semejante anomalía? – alza su ceja, burlándose de mí. Intento quedarme quieto en mis sábanas, sin mostrar inmutación – No lo creo. La gente no necesita perturbados, para eso, mejor buscarían porno sucio. – cierra los ojos y avienta una risita, la puta risita que se parece a la mía – Y, por cierto, ¿Dónde está él? ¿No vas a presentarlo ante tu madre? Ah, que está encerrado, claro, claro olvidé con quien estoy hablando, ¿Cómo pude parir semejante atrocidad? Me avergüenzo de mi misma. Oh, ¿Ya vas a morderte las uñas? ¿Te incomoda lo que te digo? No te queda el papel.

- Se te olvida que tu me criaste – lo siento, tuve que acercarme a ella. Con cautela, mirándola fijamente a las expresiones. Parece tan real que podría volverme loco.

- Tú naciste mal, debí tirarte a la basura. Yo qué sé.

¿Qué es más perturbador? ¿Estar hablando con mi madre muerta o ser yo quien habla solo y por los dos? De cualquier forma, nada ni nadie puede arruinar los planes que tengo hoy. Si bien el amor de mi Gerard es falso, haría cualquier cosa para que piense que no es así.

- Bye, mami.

Le lanzo un beso de despedida y me salgo de casa.

-.-.-.-.-.-.-

Entro a la casa fingiendo tener 10 copas encima. Repudio la cerveza, engorda, y a demás, te dan tremendas ganas de orinar cada 5 minutos; insoportable. Quiero creer que soy mucho más fino que esto, así que diré que solo me siento atraído por el vino proveniente de California, sí, los famosos viñedos en california.

Violentómetro :) {Frerard?} DONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora