006|Culpabilizar.

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Una vez, intenté hacerle a Frank un regalo. Regalarle un cachorro. Un pequeño poodle. Quería agradecerle que me haya aceptado en su vida y que no se arrepentirá.

Teníamos doce años.

Hice todo un espectáculo para lograr conseguirlo en adopción, pues jamás logré obtener demasiado dinero para comprárselo. Aún así, me sentí orgulloso cuando lo llevaba en esa cajita adornada y con moño decorativo hacia la casa de Frank.

Me dijo que le gustaba cuando yo tenía 8 años y él 6. Me besó un día y después, no me habló más. Pero supuse que así eran las relaciones. Me hablaba unos días y otros no. A veces meses.

Y ya estábamos en sexto grado. Casi nos gradúabamos de la primaria. Ya nos enseñaban acerca de los aparatos reproductivos en clase y acerca de... Acerca de que las relaciones eran solamente entre mujeres y hombres. Así que me puse a pensar durante biología.

Si era cierto, entonces ¿Por qué Frank y yo estábamos juntos? ¿Estaba mal? ¿Alguno de los dos es mujer? No paraba de mirarlo en toda la clase. Su sucio uniforme blanco, tierra en la cara, sonrisa y ojos pispiretos. En ese tiempo no hablabamos nada. Era una temporada en la cual no existía para él.

Cuando fue el descanso, lo vi quedarse sentado en su banco mientras todos los demás salían despavoridos. Se ve tan grande ya. He pasado 6 años viéndolo crecer. Se ve más delgado, tiene el cabello ligeramente más largo, ojos más grandes y llenos de luz, los dientes de leche ya le desaparecieron también. Ese era mi novio.

Lo vi acercarse a mí y me emocioné. Empezaba la temporada en la que volvía a hablarme y yo volvía a ser feliz.

Se sentó en el banco de enfrente. Quedaba a una altura más alta que yo, pues se había sentado sobre la mesilla. Lo miré con una sonrisa y él se veía un poco enfermo de cerca. No me decía nada, solo se limitaba a observarme por todo el recreo. Aprovechaba siempre esos momentos para hablar, porque sabía que me escuchaba, no decía nada, pero me escuchaba.

Al principio creía que ni siquiera me ponía atención. Luego un día llegó con una manzana y me la dio. No dijo  nada y se sentó a observarme. El día anterior me había dicho que mi tía se había comido la última manzana. Si me escuchaba.

—¿Crees que nuestra relación está mal por lo que dijo la profesora de biología? - le dije. No dijo nada, pero movió los ojos hacia la ventana y después me miró.

—¿Mal?

—Dijo que las relaciones son entre hombre y mujer. Y tu y yo somos hombres.

Se quedó helado mirándome. Siempre me preguntaba si pensaba en algo, lo más seguro era que sí. Pero cómo saberlo.

—No está mal. Yo lo hago todo el tiempo - dijo reflexivo - lo hago con hombres, mujeres o lo que sea.

Nunca entendí a qué se refirió. Así que no podría explicarlo, porque sigo sin comprender ahora que tengo 23 años a lo que Frank se refería. Solo recordaba sus exactas palabras.

—Saca mi pene del pantalón y mételo a tu boca.

Frank nunca decía nada. Ese día había sido el primer día. Ese día también di mi primer blowjob sin saber lo que era. No lo cuestioné para nada, solo hice lo que ne pidió. Miraba hacia arriba para verlo, pero él solo se dedicaba a verse, a ver su propio pene mientras se lo hacía.

Frank y yo éramos tan íntimos.

Desde ese día comencé a planear todo acerca del regalo que quería hacerle. Y ese día que estaba afuera de su puerta para entregarlo, su bella madre me abrió la puerta.

—Buenas tardes, señora. Busco a Frank.

Su maquillaje era demasiado, pero se le veía bien. No se mucho de maquillaje, pero al recordarlo ahora, puedo saber que se maquillaba de la manera más corriente.

—Pásale.

Estaba entrando a la casa de mi novio y era hermosa, justo como imaginé que sería en el interior. Tomaba fotos mentales de todo lo que me parecía interesante. Había fotografías de todo tipo, pero no vi ninguna de Frank pequeño.

Llegué a su habitación. Había una cama esquinada, un escritorio frente a ésta, una ventana con cortinas grises y un clóset. No era un cuarto extravagante en ningún sentido, era demasiado neutro. No había nadie, así que sólo me tomé la libertad de sentarme en la cama a esperarlo.

La cajita se movía y escuchaba pequeños ladridos provinientes del poodle. Le había agujereado algunas partes para que pudiera respirar.

Miré hacia la puerta y de pronto apareció ahí. Mirándome. Frank, cuando éramos niños, no hablaba casi nada conmigo, ahora habla mucho más que yo. Supongo que le doy mucha más confianza ahora.

—Gracias por formar parte de mi vida- le digo y estiro la caja para que la tomara.

Él luce enfermo. Casi siempre se ve así: alrededor de los ojos tiene levemente rojo, siempre está sorbiendo por la nariz como si tuviera alergias y se ve muy pálido. Agarra la caja y me sonríe, como nunca lo había hecho. Una sonrisa tan tierna y hermosa.

—¿Qué es?

—Es un pe—

Entonces la tira al suelo y da un brinco para aterrizar encima de ella. Solo escuché el crujido de sus huesos. La caja quedó completamente desaparecida y Frank seguía sonriendo, como si le hubiera dicho un chiste.

—Pero...

No tenía palabras, incluso ahora que lo recuerdo, aún no me puedo creer que lo haya matado así. Pero sus razones debió tener. Él no tenía la culpa de nada.

—Si sabes que no me gustan los animales, ¿por qué me trajiste uno? No es culpa mía. 

Es verdad. No era culpa suya, debí haberle preguntado. 

En ese instante, fuimos y enterramos la caja en su patio trasero. Estaba hermoso, bien cuidado, como un verdadero campo de hadas, digno de estar en un castillo. Seguramente su madre le gustaran mucho las plantas, pero no me atreví a molestar a Frank mientras hacía un agujero justo en el centro del patio. No parecía triste ni molesto, menos mal, creí que me odiaría, pero aun con sus manos un poco ensangrentadas, él acariciaba mi rostro de vez en cuando. 

Una vez terminado  el hoyo, me quitó la caja de las manos y lanzó el  cadáver. Echó toda la tierra devuelta con sus propios pies y su ropa volvió a ensuciarse. Todo estaba bien, hasta que un grito de mujer nos hizo voltear a ambos. Me asusté. 

La mujer corrió hacia Frank. Él me miró con los ojos bien abiertos y una sonrisa. Le sonreí de vuelta, hasta que su mamá llegó, lo tomó del cuello y comenzó a golpearlo en el cuerpo con fuerzas. No supe por qué, hasta ahora que lo pienso, no lo golpeaba en la cara para que nadie lo viera a simple vista. Sin embargo, le importó poco que yo estuviera ahí. 

Frank no me quitaba los ojos de encima, y no borraba su sonrisa. Mientras le masacraban el cuerpo a golpes, él no dejaba de mirarme y sonreírme. No sabía qué hacer, no sabía qué decir. Me dio mucho miedo, incluso creo que me orindé encima. No recuerdo bien. 

—Es tu culpa..., me duele por tu culpa... - me dijo. 

Violentómetro :) {Frerard?} DONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora