II

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Adam Young era el anticristo, hijo de Satán, el todopoderoso del Infierno. Poseía una gran imaginación, pero no era todo lo que podía hacer. En ocasiones, Adam podía ver las historias de las personas con tan solo leer sus nombres, incluso si nunca había visto a la persona en la vida real. Por supuesto, Adam no lo sabía, pero le gustaba pasarse horas viendo nombres en los diarios y libros, "imaginando" que clase de persona seria la que llevaba ese nombre, si sería un hombre o una mujer, si tenía familia, a que se dedicaba, y la mayoría de las veces una biografía completa llegaba a su mente, aunque para él, la mayoría eran historias bastante ordinarias y sin onda. Solo una vez tuvo la fortuna de imaginar sobre un hombre, cuya historia le pareció tan fascinante (y triste, por eso tuvo que corregir algunas partes, él quería que el protagonista fuera feliz) que tuvo que escribir un libro.
Fue el 5 de Mayo, 2012. Él tenía apenas nueve años de edad, pero el diario de esa mañana estaba inundado de un nombre. En realidad, en todos los sitios donde se pudieran leer noticias, estaba ese nombre, eran páginas y páginas llenas de párrafos que lo repetían sin cesar. Su padre no lo había dejado leer el diario, pero cuando esté se había ido al trabajo, y su madre estaba muy ocupada preparando la cena, la oportunidad se había presentado al fin. Era un día extraño, el sol estaba presente por periodos cortos de tiempo, las nubes lo cubrían en otros, el viento soplaba con fuerza y la lluvia de finales de primavera amenazaba con azotar al pequeño Tadfield, el aire traía desde la lejanía de Londres, melancolía. Adam había salido al jardín, había tomado consigo el diario, un par de libros, un cuaderno, pluma, lápiz y todos los colores que pudo encontrar en su desordenada habitación y tras vagabundear un rato, se había recostado sobre su espalda bajo la sombra del árbol de manzanas del vecino que estaba ausente al momento, lo cual era grandioso debido a que de esa manera podía comer cuántas manzanas quisiera sin que el anciano hiciera su aparición, lo correteara y amenazara con contarle a su padre de sus "terribles crímenes", el señor estaba demente, las manzanas eran deliciosas y nunca las comía, ¿qué tenía de malo que él sí las aprovechara? Y mientras comía las rojas y jugosas manzanas, leía la nota que anunciaba la cabeza de la página principal del periódico: "El suicidio de un genio falso". Era intrigante, antes de comenzar a leer el reportaje, casi sabía todo lo que había pasado.
Tuvo que repetir el nombre varias veces, nunca había escuchado un nombre como tal. Repitió letra por letra un par de veces hasta que se aseguró que su memoria lo había grabado, y al fin visualizaba la silueta de un hombre de cabello rizado y bufanda azul: Sherlock Holmes.
Adam comenzó a imaginar que haría este Sherlock Holmes que se había suicidado el día anterior. Al ver la fotografía del hombre con el sombrero peculiar, las ideas llegaron flotando a su mente. Era un detective famoso, el mejor de todos los detectives; tenía un amigo muy especial. La historia comenzaba a agradarle. Sherlock era el hombre más inteligente sobre la tierra, Adam pudo asegurar, pero, ¿por qué se había suicidado? Porque la inteligencia rara vez trae consigo felicidad. Pudo ver qué Sherlock tenía un enemigo, uno muy malo, que lo había llevado a quitarse la vida, su amigo sufría, su infancia tampoco había sido fácil, él quería ser un pirata, todos lo odiaban por ser tan brillante, no lo entendían, estaba solo. Adam había escrito todos los detalles que habían venido a su mente, con excepción de aquellos que eran tristes, y en su cuaderno plasmó a un detective famoso que había renunciado a su cargo para convertirse en pirata de tiempo completo, y muy dentro de sí, Adam supo que Sherlock estaría bien.

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Cada que alguien cruzaba las puertas de infierno ya fuera de salida o de entrada, los demás podían sentirlo. Crowley, a pesar de haber sido expulsado, mantenía la capacidad instintiva de reconocer esas vibraciones que viajaban a través de distintos medios materiales. Y justo en medio de un agradable picnic, sintió una de esas ondas que exclamaba que uno de los suyos venía desde el otro lado a verlo, o algo peor. Esta vez no había plan. Había sido una decisión aleatoria, así el par de amigos no podría prevenirlo. Los demonios habían pasado un año entero metiendo semillas de duda en la cabeza del resto, inventando un montón de cosas acerca de los terribles planes de Crowley y ese ángel para toda su raza, cuando en realidad lo único que este buscaba era una vida normal, una vida casi como la de un humano promedio que no tiene que preocuparse constantemente por estar bien con su bando.
Crowley extendió su mano e hizo girar su reloj de bolsillo, deteniendo el tiempo, mientras tomaba a Arizaphale de la muñeca y el entorno se tornaba nuboso. Aziraphale lo miró preocupado, anticipando las palabras del demonio frente a él.
- No hay tiempo. No podemos repetirnos.
Y Aziraphale había asentido. Tenían que buscar otra solución.
Crowley estaba desesperado porque las ideas no acudían a su mente con la velocidad esperada, se acababa el tiempo, y veía que su amigo tampoco tenía mucho que decir.
- Nos queda huir, hasta que se nos ocurra algo mejor
El ángel negó esta vez.
- Tengo algo, nunca lo he hecho, pero si logré poseer un cuerpo, supongo que esto no será más difícil.
Crowley levantó una ceja, cuestionandolo.
- Guardianes, he oído que tienen protección.
- ¿No hay que pedir un permiso para eso?
- No, si el habitante necesita ayuda
- ¿Quién vivo podría necesitarlo?
- Hay personas que pierden a sus guardianes, o que nacen sin ellos, solo hay que encontrar a alguien así, a dos así...
- ¿Donde vamos a encontrar a dos personas que no tengan angel de la guarda, y que sean lo suficientemente cercanos de manera que podamos seguir en comunicación si algo sale mal?
Aziraphale miró hacia su banca preferida mientras hacía sus clásicos gestos de satisfacción: sonrisas y arrugamiento de naríz; Crowley siguió su mirada.

Deducciones Y PresagiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora