XIII

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- ¿Anathema?- era la segunda vez que Newton la llamaba y ella no respondía, ella no era es clase de chica que se distraía por cualquier cosa, ese era el papel de Newton en su relación, de hecho. Por ello el chico de lentes había comenzado a asustarse cuando la joven bruja no respondió sino hasta que tuvo que gritar su nombre.  

La chica lo miró entonces, pero seguía ida. 

- Muy bien, ¿vas a decirme que pasó? 

- No lo sé- dijo con sinceridad

- Dijiste que habría problemas... De nuevo. ¿De que hablas? ¿Es la nueva antena de internet de Tadfield? Si, lo supuse, escucha yo no he tocado ninguna computadora o dispositivo aunque el viejo loco lo diga y yo...

- ¡No!- Anathema levantó la voz- no esos problemas. Adam... 

Newton enderezó su postura y la miró con seriedad, miedo y confusión. 

- Creí que él...

- Sí, también yo...

- ¿Entonces? 

- Debe haber algo- la ocultista se puso a revolver sus viejas tarjetas, intentando averiguar si había algo que se le había pasado por alto, algo que su ancestro le dijera que no había considerado. Sería una jornada larga. - Llamaré a Aziraphale, quizás sepa algo. 

La bruja llamó un par de veces, pero no hubo respuesta. 

- Estamos solos en esto. 

- ¿Anathema?- Newton habló un par de horas después, cuando ya había releído cerca de mil profecías, y le extendió una de ellas. - ¿Crees que enloqueció?

La chica se quitó los lentes  y escondió su rostro en sus manos mientras cerraba los ojos. 

-

- ¿Sherlock?- John levantó una mano para atraer la atención de su amigo, que entraba al pequeño restaurante de la posada, si es que podía llamarse de esa manera, era más bien un comedor que le recordaba su estadía en Devonshire. El detective se acercó y sentó frente a su compañero. - ¿Ya desayunaste? 

Sherlock asintió, sabiendo que no había consumido nada desde hacía más de doce horas. 

- Miente, por supuesto- Crowley le confió a Aziraphale, su voz estaba frágil y casi se podía ver a través de él, desaparecía cada vez más rápido, lo cual le causaba dolor a Aziraphale, quien se sentía impotente ante la situación y lo único que le daba esperanza es que estaban tan cerca de Adam. 

El detective se levantó de su asiento, dirigiéndose a la puerta por la que acababa de entrar. 

- ¿Te vas ya?- el médico le preguntaba sorprendido 

- Debo ver a alguien. 

- Acompañalo, John- Aziraphale suplicó

John tomó de un sorbo lo que quedaba de su café y siguió con la niña en brazos a Sherlock. 

- ¿Y a dónde vamos? 

- Ayer no se me ocurrió que tuvimos a la persona más informada del pueblo frente a nosotros, nos dirá lo que haga falta y no será difícil encontrarla. - Sherlock continuó caminando hasta llegar al centro del pueblo, donde localizó de inmediato al anciano que los había amenazado. 

- ¿Ustedes otra vez? ¿No les dije que no nos gustaban los escándalos?- exclamó al verlos 

- Discúlpeme, pero nosotros- John comenzó y se vio interrumpido por el hombre del abrigo largo. 

- Nos iremos tan pronto y tengamos la información que necesitamos, lo lamento. - Sherlock dijo en el tono más amable que le era posible.

- ¿Y qué información sería esa? - cuestionó con la curiosidad habitual, la cual era más de la apropiada. 

- Todo sobre Tadfield, un lugar tan bello como este debe tener algún secreto que podría ser de interés, ¿no? Además del clima perfecto. 

El señor Tyler, aunque poseía más información de la que debería, se quedó pensando pero no pudo encontrar nada. 

- Nada además del fuego hace dieciséis años. Ya sabe, el viejo convento, se incendió, algunas de las monjas murieron. Lo transformaron en una de esas patrañas motivacionales para los frágiles de hoy en día.  Está al final del bosque, junto a la base aérea abandonada, si quieren echar un vistazo. Aunque, deberían tener cuidado, sujetos extraños han visitado ese sitio también, además  de ese chico, el demonio de Adam Young y su grupo de amigos, pero no deben preocuparse por ellos ahora, están fuera del pueblo, aleluya, aleluya...

Crowley hizo una expresión de asco al oír dichas palabras. 

-  Vamos, es solo un chico- comenzó Sherlock, y el hombre se exaltó en seguida, justo como el detective esperaba. 

- Usted no lo conoce, ese chico es enviado del mal, lo sé, junto a su perro infernal. Debería ver lo que le ha hecho a mí jardin.-la mirada de Sherlock expresó su decepción, eso no convertía a nadie en un delincuente. 

- Muchas gracias por la información. Iremos al convento.- Sherlock se levantó y John lo siguió. 

- No hay de que - el hombre respondió quedandose en la banca en la que los tres habían estado- ¡espero que sea suficiente para que se larguen, par de exhibicionistas!

Sherlock río y John lo miró aún más confundido que al principio. Siguieron en silencio hasta encontrar el convento, a Sherlock le sorprendió no haberlo visto esa noche, era como si se hubiera ocultado de él. Estaba vacío porque era fin de semana, lo recorrieron y no había ni una señal de haber sido un convento o un hospital, aunque Sherlock descubrió una figura tallada en una de las habitaciones del interior y supo que no era un convento normal. Ambos salieron y continuaron por el camino rodeado de árboles, hasta que llegaron a la base aérea que les había sido mencionada. 

- Parece que no llegamos a nada, ¿no?

Sherlock miró a John.  Tenía razón, no había demasiada información, aunque ahora empezaba a darse cuenta de que una parte de su teoría era cierta y estaba convencido de que había algo.

- Pareciera que el convento hubiera sido puesto ahí a propósito. 


- Es bueno, a mí me costó trabajo asimilarlo- Azirphale confesó. 

- Deja de defenderlo, ángel- Crowley rodó los ojos, cubiertos por sus lentes, y ambos notaron que Sherlock extrañamente, como muchas otras veces, sin que nadie se diera cuenta, se entristecía un poco. 


- ¿Ahora a dónde vas?- John lo alcanzó por tercera vez en el día. 

- A la posada, no hay nada más que ver aqui- dijo mientras dirigía una última mirada a las marcas de motocicletas de más o menos cinco años de antigüedad, según sus cálculos. 

-

- ¿Y como sabremos dónde está?- Newton estaba nervioso. 

- En la posada del pueblo, por supuesto- Anathema lo señaló como si fuera la cosa más obvia del mundo. Seguía trazando líneas en el mapa de acuerdo a lo que había  observado la noche anterior, en  la que no estaba previsto que lloviera, y de vez en cuando mirando por la ventana. 

- ¿Y qué dices que haremos? 

La bruja rodó los ojos y se volvió para ver a su novio, su tic nervioso volvía, le sonrió con dulzura. 

- Deshacernos de él, no puede llegar con Adam. 

Deducciones Y PresagiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora