Porque todas las historias tienen más de una versión

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Recuerdo cuando te conocí. Tú recién entrabas al instituto y yo ya estaba empezando mi segundo año. Bastó un minuto, no, tal vez un segundo darme cuenta de que eras alguien especial. En aquel tiempo yo no imaginaba que ese "especial" hoy tendría un sentido completamente diferente al que había sentido mi yo de 16 años. Eras un armador y yo un rematador. Era tan perfecto como suena.

Crecimos juntos y fuimos a las nacionales, lloramos tras varias pérdidas pero al final logramos conquistar el punto más alto de la montaña. Ganamos un nacional junto al resto del equipo, aún recuerdo aquel momento y me emociono demasiado.

Más temprano que tarde nos separamos. 

Empecé la vida universitaria con Kuro. Al principio todo era diversión porque amaba la libertad que te confiere la vida de un universitario. Además de que pude jugar junto a un montón de jugadores fuertes. Lo extraño era que no me sentía igual de potente que cuando tú colocabas la bola para mi. Tal vez me acostumbré mucho a tu juego, que cuando empecé en el nuevo equipo fallé mucho más que en cualquier otro momento. Me deprimí terriblemente y entonces Kuro me envió con una patada, literalmente, de regreso al Furukorodani. 

En verdad tenía razón, cuando te miré y volví a practicar contigo me sentí mejor al instante, aún cuando ni siquiera me animaste. En realidad me reprendiste mucho, con palabras y gestos que nunca habías dicho.  

—No causes problemas a tu equipo, Bokuto-san—me regañaste, yo asentí porque tu advertencia de que me sacarían si yo no lo hacía bien me llegó muy profundo. Pero cómo hacerlo cuando ninguno de ellos eres tú. 

—Desearía que vinieras a mi universidad—así podrías darme fabulosos y perfectos pases para rematar y podría vencer a quien se me pusiera enfrente como en ese último nacional que jugamos. 

Entonces mis ruegos fueron escuchados y tu fuiste hacia mi pero nada fue como esperaba que fuera. Los deberes te mantenía muy ocupado para pasar tiempo como cuando estábamos en instituto. Además decidiste que no jugarías más porque tus estudios eran importantes para ti. Pensé que era un desperdicio de tu talento. Bastante pronto me convocaron para jugar para representar al país. Era un momento importante y yo ya podía jugar al cien con mi nuevo rematador pero me seguía sintiendo un vacío que sólo se llenaba con verte. 

Cuando le conté a Kuro me dijo que era demasiado tonto y que no me lo diría porque seguro no le iba a creer.

—No me gustan los hombres—le dije cuando por fin lo comentó en una fiesta que asistimos. 

No es que pensara que fuera algo malo pero en verdad que jamás me había imaginado algo con algún tipo. 

—No digo que lo seas, sólo digo que te gusta Akaashi y sólo él—torcí la boca enojado—te dije que no ibas a creerme búho idiota.

Después de eso no volvimos a tocar el tema. Aún así yo seguí pensando en ello.

Nuestros horarios se complicaron más y yo ya solo podía saber de ti por mensaje y cuando visitaba al niño pudín con mi bro. Por fin me dijo que ellos dos tenían algo. No me molestó, mi discípulo tiene una bebé de una relación con otro hombre por lo que no puede ser malo. 

Luego te mudaste con el chico pudín. AL principio pareció costarte adaptarte a vivir con alguien más pero conforme pasó el tiempo lo lograste. De hecho era divertido cuando los cuatro nos juntábamos y veíamos películas  o comíamos toneladas de pizza. La parejita siempre terminaba en la habitación y nosotros recargados el uno sobre el otro tratando de ignorar los sonidos de la habitación. Al final terminábamos por salir a caminar y charlar de nuestras respectivas ocupaciones. Tú me contabas de tus nuevos colegas y de la tonelada de papeles que tenias que resolver a diario; yo te relataba sobre mis entrenamientos y viajes alrededor del globo. 

Meteoritos impactando la TierraWhere stories live. Discover now