Capítulo 9

720 22 3
                                    


–Pov. Cristina–

Me despierto por los rayos de sol que ingresan por el ventanal del living de mi departamento, la luz de día me da directo en el rostro. Me olvide de bajar las cortinas. No sé qué hora es y verdaderamente tampoco me importa, es sábado, es el comienzo de mi fin de semana.

Me restriego los ojos, aún tengo sueño. Volteo hacia atrás y ahí lo veo a él y a su bello rostro, sin ninguna gota de maquillaje, sigue dormido, la luz del sol no le da porque yo lo estoy cubriendo.

Amanecimos acurrucados en el amplio sillón blanco que tengo en la sala de estar, el mismo donde nos confesamos nuestro amor en la madruga de hoy. Me encontraba rodeada fuertemente por sus brazos al borde de mi cintura.

Nos quedamos dormidos al poco tiempo de finalizar ese abrazo que le di, luego de pedirle que comenzáramos lento esta relación. El vino había hecho efecto en nosotros, nos tentamos por la lujuria; la libertad de dejar correr nuestras pasiones, el ardor que ambos cuerpos brindaban pasada la medianoche. Sin embargo, puede ponerle un freno a esa situación, porque por más que hubiera querido que algo suceda, creí que no era el momento, estaba ocurriendo todo muy rápido y debía procesarlo; debíamos procesarlo y comenzar mejor esto que nos pasaba.

Lentamente empiezo a moverme, no quiero despertarlo, observo mi celular arriba de la mesa ratona que está al frente de mí, estiro mi brazo para poder tomarlo con la mano y así lo hago. Enciendo la pantalla del celular, miro la hora y son las 10 de la mañana, sigue siendo relativamente temprano, encuentro mismamente en el móvil varias notificaciones de distintas redes sociales, Twitter, Instagram y WhatsApp; curioseo los mensajes de la tercera aplicación, me invitaron a una fiesta en el Faena, esta noche, después de eso no hay ningún mensaje importante. Mejor. Salgo de la red social, bloqueo el teléfono y lo vuelvo a dejar en el lugar donde lo encontré.

Giro nuevamente para observar Rodolfo quien duerme plácidamente, se ve tan lindo de esta manera, pero debo de moverme, intentare salir sin despertarlo. Me quiero levantar.

Me desplazo paulatinamente procurando no hacer ningún movimiento brusco para no despertarlo, logrando finalmente salir victoriosa de la situación.

Detecto que ambos vestimos la misma ropa del día anterior, él se halla vestido con una remera gris y un jean negro haciendo juego con sus medias y por mi parte mantengo la indumentaria que utilice en el Noticiero, una blusa blanca ya toda arrugada y unos pantalones de lana de cuadros.

Me paro en frente de él y lo observo, deteniéndome en cada facción, no puedo creer que me estuve perdiendo tanto tiempo de esto, verlo dormir. Realmente se ve hermoso, él es hermoso. Tengo tantas ganas de probar una vez más sus labios, esos que me llevaron hasta otro universo.

Este hombre me tiene completamente enamorada, y se siente tan bien admitirlo después de tanto tiempo de callarlo, de reprimir este sentimiento que al fin y al cabo término siendo mutuo, algo que sin duda es perfecto.

Saber que no me equivoque al decírselo, de no arruinar nuestra amistad, se siente tan bien, es un peso menos que llevo cargando en mi espalda. Aunque también sé que no tengo la menor idea de cuánto tiempo esto durara, tal vez nuestras diferencias arruinen todo y por más que allá amor no se pueda salvar y los años de trabajo, compañerismo y amistad queden completamente destruidos.

Y otra vez esta idea del miedo de que nada funcione me invade, parece que no puedo disfrutar nada de lo bueno que me pasa. Incluso cuando la gente se entere, "el qué dirán", la opinión de mis colegas, el público, todo será un revuelo de comentarios.

¿Estaré dispuesta a aguantar tanto por este amor?... ¿Seré capaz? – Me pregunto mentalmente.

Llevo mis manos hacia mi cabeza pretendiendo borrar el pensamiento que volvía a asaltarme, acordándome de las palabras que Rodo me había dicho hace unas horas atrás, teniendo la absoluta razón, tranquilizando a mis fieras, esas que siempre me atormentan, las que no me dejan en paz en ningún instante, esas que mi compañero tan bien conoce y sabe cómo apaciguarlas. Al fin logre volver a mi estabilidad, recordando aquello que me dijo.

Fue AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora