Eran casi las siete de la tarde cuando Ash elevo la cabeza, sus orejas puntiagudas se movieron intentando captar el sonido por el cual en primer lugar había despertado, desde su garganta nacio un gruñido que hizo gorgorear su pecho. Junto a él, el pequeño Jersey Wooly negro dormía plácidamente.
Con cuidado de no despertarlo recobro su forma humana, hacía mucho que disfrutaba de una siesta tan reparadora y era una pena interrumpirla de ese modo. Salió de la cama y se vistió a las carreras. La mansión estaba demasiado silente y esa era una mala señal. Algo andaba definitivamente mal. Aun con duda tomo al conejo con suavidad entre sus brazos mientras aguzaba los sentidos en busca de alguna presencia amenazadora.
En ese momento se estaba maldiciendo por haber mandado a Shorter y a Sing fuera de la ciudad.
—Eiji —llamo en un susurro mientras sus dedos acariciaban el esponjoso pelaje. —Despierta. Eiji.
El conejo movió la naricita mientras intentaba acurrucarse buscando nuevamente una posición cómoda para continuar durmiendo. No tenía tiempo para eso, por eso Ash mordió con fuerza modera una de las orejas para despabilarlo del todo. Una tímida gotita de sangre mancho su colmillo, y él se relamió con gusto al percibir en su paladar lo dulce del néctar.
Eiji abrió los ojos parpadeando asustado y respirando agitadamente, sin creer lo que acababa de sentir, solo había sido un rasguño, aun así...
—Eiji, necesito que te escondas —pidió Ash colocándolo sobre la alfombra, necesitaba explicarle rápido la situación. —Alguien entro en la mansión y no estoy seguro de... —Ash chisto con los labios, lo que menos hubiera querido era que Eiji tuviera que ver envuelto, porque no sabía cómo reaccionaría, o lo que causaría, tal vez después de ver a Ash tomando vidas sin remordimiento Eiji le temería y buscaría la forma de huir del monstruo que era Aslan Jade Callenreese.
El Jersey Wooly dio un par de brincos hasta quedar sobre los pies de Ash y restregar la cabeza contra él, en un claro "voy contigo".
—No, no hagas eso, ve y escóndete, y Eiji, no salgas hasta que YO te llame. No importa lo que pase, hasta que yo diga tu nombre no debes mostrarte. ¿Entendiste? —pregunto con los ojos brillantes, era la primera vez que Ash sentía miedo antes de una pelea, pero no era por él, sino por Eiji. Temía que cualquier cosa pudiera salir mal y lo hirieran, o peor aún, lo descubrieran e intentaran llevarlo lejos.
Por toda respuesta Eiji brinco y se perdió entre los muebles de la habitación.
Ash quito el seguro y amartillo su arma.
Con los pies ligeros, justo como corresponde a un depredador, Ash recorrió la planta de superior sin encontrar ninguna anomalía además de que el lugar estaba desierto. Su pandilla estaba conformada por hombres jóvenes en su mayoría, cuyo carácter contrastaba garrafalmente con él suyo. Así que en sí el silencio era una pésima señal.
Una vez seguro de que las estancias inmediatas a donde Eiji se escondía eran seguras bajo las escaleras con el mismo sigilo.
Con el arma en mano primero recorrió la cocina que era el área más cerna, varias ollas hirviendo lo recibieron y Ash apago la estufa previniendo agravar la situación. Continúo con el comedor en donde encontró los platos a medio poner. Todo parecía haber estado normal hasta hace apenas un par de minutos porque la cena siempre se servía a las siete en punto.
Con el mismo sigilo continuo su recorrido ahora en la sala, en donde cualquiera hubiera dado por hecho que nada paso, pero no Ash, su olfato podía detectar el olor a pólvora, además de un imperceptible agujero en uno de los sofás.
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Instinto
Science FictionEl milagro del amor humano, es que, sobre un instinto muy simple, el deseo, se construyen edificios de los más complejos a los más delicados sentimientos. Frase de André Maurois