A sangre fría

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Ash sabía de ante mano que no iba a ser fácil entrar, aun con toda la ayuda de Yut, el maldito escondrijo de los Lee era un cuartel bien protegido. 

Con un último respiro hondo se apresuro a escurrirse entre las sombras.

Estaba decidido, tomaría a Eiji y entonces desaparecería. No más juegos, no más venganza, ni búsqueda de poder. No importaba como vivieran a partir de ahí, siempre sería de la manera más humilde para evitar llamar la atención. Buscaría un lugar lejos, apartado de todo y de todos y lograría lo que su hermano no, seria feliz con la persona que amaba.

Sonaba tan bonito.

Un tintinear metálico sonó tenuemente, Yut le había facilitado en gran medida su ingreso, así que por ahora todo iba bien. El mapa y el posible lugar en donde tenían retenido a Eiji lo había memorizado, así como la ubicación de cada cámara de seguridad y los códigos que los desactivaban, aunque esto último no era del todo fiable.

Mientras se escabullía aguzaba los sentidos, esperando escuchar los pasos de los guardias que cada cierto tiempo dan rondines.

Y entonces lo percibió, el aroma indiscutible del Jersey Wooly, Eiji debía estar relativamente cerca. Apresuro más el paso. Por el olor podía decir que estaba asustado y herido, olía a sangre. Y fue ese dato el que lo hizo perder el control. Toda mesura o discreción fueron olvidadas, con arma en mano corría en la dirección en que su nariz le indicaba.

Los disparos pronto se escucharon retumbar en la enorme mansión, así como explosiones, porque Ash estaba armado hasta los dientes con armamento pesado y no pensaba tener piedad ni dejar nada en pie. 

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En alguna parte de la planta baja Sing y Shorter también hacían su entrada. Habían seguido al loco de su jefe hasta ahí en busca de ayudarlo con esa misión suicida.

Conforme avanzaban iba limpiando el lugar, los cadáveres de los subordinados de los Lee se amontonaban en el piso mientras se desangraban.

—Tenemos que separarnos si queremos encontrarlos —sugirió Sing a lo que Shorter solo asintió con la cabeza y con un movimiento de su mano dividió al grupo en tres, unos al sótano, otros a registrar ese piso y el segundo, y el tercer grupo a la cochera y edificios aledaños. 

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Ash ahora gritaba, podía olerlo con toda claridad, Eiji estaba en una de esas estancias. Corría llamándolo y rezando porque el Jersey Wooly estuviera lo suficientemente bien, o al menos consiente para responderle.

—Eiji —gritaba, cada vez más desesperado porque en el corredor en el que acaba de entrar todo olía al pequeño conejo y la sola idea de que los malditos hermanos Lee hubieran tenido tiempo de pasarse al Jersey Wooly de una habitación a otra era un panorama desquiciante para el Lince.

En su fuero interno lo único que podía hacer era rezar para que Eiji estuviera vivo.

—Eiji....

Una bala paso rozándole el brazo, uno de los hombres que pensó muerto le estaba disparando aun desde el suelo. Ash se giró descargando una ráfaga sobre él. 

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Eiji sentía el cuerpo pesado, desde que fue llevado por la fuerza a ese lugar todo había ido pasando como en un sueño. A pesar de los gritos y las protestas del hombre de bata blanca, él no podía evitar sentirse letárgico. Era como un muñeco roto en sus manos, y en cierto punto eso los enfureció, quería respuestas y lo necesitaban activo para hacer pruebas sobre la reacción que tuvo al convivir fuera de un habitad controlado, pero por sobre todo, con una potencial pareja.

InstintoWhere stories live. Discover now