"Caperucita, roja hasta los pies."

295 26 18
                                    

Todo el silencioso camino que recorríamos tomados de la mano, fue imperceptiblemente calmo en comparación a la tormenta que se avecinaba. Yo era la tormenta.

-Me parece inmaduro de tu parte que hubieses reaccionado así con ese niño. -Solté, como si tuviese la intención de iniciar una batalla.

Inmediatamente sentí el afloje de su agarre.

-¿A qué te refieres? -Cuestionó, con una notable irritabilidad que irradiaba de sus ojos.

La intermitente llamarada cargada de ira que se aproximaba era visible tras sus ojos, ya que cualquier intento de disimulo era traslúcido.

-Vamos, ¿acaso crees que no noté cómo mirabas al pobre niño? un poco más y lo asesinabas ahí mismo. -Reprendí, entrecerrando mis ojos.

Finalmente se zafó de mi agarre.

-¿Y acaso tienes algún problema con eso? Él me interrumpió. -A pesar de que se denotaba el enfado, al mencionar la interrupción instantáneamente se le tornó colorada la nariz.

-Pues sí. Sí tengo un problema y resulta patético que no te hayas dado cuenta. -Comenzaba a enojarme también.

-Oh, ¿así que tienes un problema? pues fíjate que a mí también me resulta patético que no te hayas enfadado ni un poco por la interrupción de ese niño, ____. -No solía decir mi nombre, pero el tono que utilizó era bastante cuestionable.

-¿Y quién te dijo que no me he enfadado? Pero a diferencia de ti, no soy una caprichosa que va matando por ahí gente si no me besan los pies. -Repliqué.

Esa discusión que, admito, torpemente yo había comenzado se estaba acalorando.

-Bueno, supongo que es cierta la última parte. Nunca he dejado vivir a nadie que no me haya besado los pies. -Y me miró de arriba a abajo y siguió caminando.

-¿Estás insinuando que yo te beso los pies? Porque si es así te golpearé aquí mismo hasta molerte. -Aceleré el paso hasta quedar a su nivel.

-¡JA! ¿En serio? Quiero verte intentarlo. Insolente. -Gruñó esa última parte y mi corazón se agrietó.

-Mi hermano. -Murmuré.

-¿Qué? -Mis ojos en ese punto ya habían comenzado a enrojecerse y mi vista se distorsionaba.

-Mi hermano, Toby Rogers. ¿Cómo demonios puedes ser tan insensible de no darte cuenta de que amenazaste a un niño en mi puta cara? -Respondí en casi un sollozo. Pero no lo dejé continuar. -Espera, lo había olvidado, es porque eres un demente. Y antes de que digas que no lo amenazaste, esa mirada fue más amenazadora que 100 palabras, eres un estúpido insensible que no piensa en nadie más que en sí mismo. —

Y sentí una lágrima rodar por mi mejilla.

Él enfrió su mirada.

-¿Acaso es mi culpa que ese tonto de tu hermano se haya perdido en el bosque? Lo siento, pero tengo cosas más importantes que ir detrás de un niño como rata de laberinto. —

-Ah, si, ¿como matar gente? O quizás, ¿amenazar a niños en el parque? Oh si, por supuesto, muy importante. -Le dije casi en un grito, puesto que las lágrimas que caían sin cesar eran indicios de la exaltación de mi persona.

Sus ojos habían caído en una indiferencia abiótica.

—Piensa lo que quieras, no me interesa. —

Lo miré enfadada, pero aún así sintiéndome ridícula y patética por haber comenzado esa discusión de la nada.

Retomé el rumbo a mi casa y él me seguía en silencio. Por cierta razón, el sonido de sus pasos sonaba más amenazador que antes, y aunque sabía que no sería capaz de hacerme nada, una inquietud trepó por mi espalda. El sonar rítmico de sus pisadas aumentaba la velocidad, haciendo que sintiera su aliento en la nuca. Paré en seco, puesto que el sofoque que me producía tenerlo tan cerca resultó paralizante.

Track, track... ¡Oh, no! Ese crujido otra vez. |Ticci Toby × Reader|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora