Ya llevo buen rato con Miroslava casi todo el día para ser exactos y al convivir con ella me di cuenta que no es tan mala onda como mi novia me decía, de repente es medio payasa, pero es agradable. Al llegar al bosque pasamos por unos raspados, ella pidió uno de grosella con rompope y yo uno de limón con lechera, caminamos al lago donde platicamos y bromeamos, en el área verde que se encuentra atrás comenzamos a jugar en una de esas tropecé y la jalé de forma que ella quedó sobre mí, quedamos ojo a ojo, nariz con nariz y boca con boca; podría jurar que en ese momento una corriente eléctrica atravesó mi cuerpo, sentí como fue que todos los bellos de mi cuerpo se erizaron, una sensación similar a la que me recorrió con Alejandra, en sus ojos veía una perdición en la que me quería hundir, un fuego en el que me quise quemar, y en ella veía lo mismo, pero no me atreví a robarle un beso; de la nada ella hizo un movimiento, por lo que vi ella lo intentó, no la detuve, pero gire ligeramente la cabeza, de modo que nuestros labios chocaron de cierta forma que fue una parte en los labios y otra en la mejilla.
No dijo nada, únicamente volteó a verme a los ojos, y yo a los suyos, estuvimos así, sin decir absolutamente nada por poco tiempo, tratando de disfrutar un momento que un sentimiento no nos dejaba disfrutar, ese era un sentimiento de amor hacia Zayra, durante esas horas no lo recordaba, pero aún seguía ahí.
-Lo entiendo, no te preocupes.
-No, es que no es eso. –Le dije tratando de mantener ese algo que estuvimos teniendo ese breve tiempo.
-Entonces, ¿qué es? –Me miró con esos grandes y redondos ojos que ella tenía. No dije nada, simplemente me acerqué a ella, la tomé por el rostro y la besé sin decir más. En el fondo me sentí vacío, pero cuando la besaba lejos de sentir amor, sentía un calor, que Zayra, nunca me provocó, prendía mi cuerpo de una manera única; el sabor de su saliva me provocaba un erotismo que no sabría cómo describir. Era algo único que acabó al anochecer.
De regreso tomamos el micro, pero en el camino nadie se atrevió a hablar, ni siquiera la mirada nos dirigimos, y como yo bajaba antes que ella; llegó mi hora, caminé las dos cuadras a mi casa. ¿Qué raro? La calle estaba completamente sola, caminé con lentitud hasta llegar a mi casa, con cuidado abrí la puerta, pero de nada sirvió, al escuchar los pasos, mi perra Kira, hecho a correr y a brincarme, revisé su cajete, tenía alimento por lo que sabía que Mireya estaba en casa, al abrir la otra puerta escuché su voz.
-Hasta que te dignas a llegar. –Lo dijo en doble sentido.
-Estaba ocupado. –Le respondí claramente.
-Sí, ese labial en el rostro y el cuello lo dice todo.
Espera ¿Qué? Fue lo primero que pensé al escuchar eso, me dirigí y tomé una servilleta que estaba en la mesa, comencé a pasarla por la cara. Efectivamente, tenía mucho labial tono carmín.
-Por lo que veo tú y Zay, van muy bien.
- ¿Cómo sabes su nombre? –Respondí extrañado porque no le había dicho su nombre.
-El grafiti que estaba en la mesa de tu cuarto.
- ¿Y qué demonios hacías en mi cuarto? –Estaba enojadísimo, sabe que me choca que entrará ahí.
-Iba a salir y no me quise peinar, así que entré por tu gorra.
-No voy a pelear contigo. ¿Hiciste algo de comer?
-Si patrón, pero dígame usted ¿Cómo es ella? Digo, su forma de ser, porque vi sus fotos en tu lap. Y en el millón de fotos que tienes con ella casi no se maquilla, y el tonó que tiene en las tres o cuatro fotos maquillada es más natural, ósea menos rojizo.
-Cállate, y no agarres mis cosas.
-No estabas con ella, andabas de perro como es costumbre tuya. –Me dijo moviendo su cabeza de lado a lado.
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Diario de un cambio
AdventureDenner Hernández, un joven de carácter fuerte y decidido, un tanto temperamental, lleva una vida agradable ante su gusto en la secundaria que el ha considerado su segundo hogar, pero todo eso esta a punto de cambiar ahora que ha hecho su última fall...