8 Captítulo ocho 8

1.6K 158 57
                                    

Ahí estaba, estaba seguro que era él a pesar de que nada apuntaba a que de verdad se tratara que lo fuera. Algo tan extraño que lo hacía dudar de su identidad, pero aún así estaba convencido de quien era. 

¿Cómo podía ser él? 

- ¿No te gusta? - Preguntó bromista, confirmando que de verdad se trataba de su Tony.

Su Tony sin barba.

- ¿Por qué? - Completamente sorprendido fue lo único que alcanzó a preguntar en un susurro.

- ¿Por qué la barba o por qué estoy aquí? -

- Ambas - Preguntar por su barba desaparecida no era una prioridad; pero era eso o morir de la risa en un lugar poco apropiado. Él ya no puede mantener una misma emoción por más de diez minutos y Tony cambia su iconica imagen por una más simple de un día para otro. En definitiva los dos se habían vuelto locos.

- Si nadie me reconoce puedo hacerme pasar por algún familiar tuyo y acompañarte sin problemas - Respondió como si fuera la mejor y más ingeniosa idea del universo entero.

Peter sintió su corazón dar un vuelco en su pecho, porque para él de verdad era la mejor idea del universo y nadie podía cambiar su opinión.

- Gracias - Susurra agradecido del peculiar gesto. Podría preocuparse de que las cosas salieran mal estando en público, en realidad sentía la necesidad de preocuparse por todos los posibles (y con su suerte, casi seguros) finales devastadores; pero lo no hizo porque simplemente no quiso. No le dio la gana de tirar en el olvido ese bonito gesto por parte de Tony de hacer lo que hizo sólo para acompañarlo y angustiarse de nuevo. Ambos no actuaban como una pareja normal, no podían hacerlo. Ellos no se apoyaban personalmente en las crisis internas, laborales, familiares y/o heroicas; entre más dificultades habían más distancia pública había que marcar entre ambos. Sin cercanía que llame la atención, ese era el núcleo de sus normas de precaución.

Necesitaba que Tony lo mirara, lo escuchara, lo compadeciera, lo amara, lo cuidara... Simplemente necesitaba de tantas cosas de Tony que dejó de importarle todas y cada una de las reglas que habían trazado con recelo en su momento.

- Pete, creo que deberíamos apurarnos en completar esto - Indicó el adulto - ¿Quieres que te ayude? - Ofreció. El recién nombrado asintió levemente entregándole el formulario y el bolígrafo a su amante mirando su rostro con detenimiento, admirando su lampiño rostro por primera vez en su vida. A sus ojos era sorprendente aquella imagen tan distinta de su amante; no solo por lo inusual de su apariencia, sino también por lo maravillado que ahora estaba con la belleza de Tony estando afeitado.

Stark fue quien respondió las preguntas, absolutamente todas sin que se viera en la necesidad de consultarle nada. Ambos caminaron hasta el recepcionista, donde Peter al devolverle el formulario ahora completo, este le sonrió indicándole que ahora podía ver a la doctora.

Podía jurar que con cada paso que daba junto al genio el lugar se volvía más frío, más silencioso y más tenso, no obstante cuando finalmente entró al consultorio y fue recibido por la doctora todo se volvió una especie del capsula, donde las palabras eran tan lejanas, la luz tan oscura y el tiempo tan ausente que por un instante pensó que había perdido la consciencia. Sintió como la mano de Tony se posaba sobre su hombro y volvió a la realidad, una realidad donde estaba acostado en una camilla, con la camisa levantada hasta las costillas junto a una máquina de gran tamaño que era manejada por la doctora que ni siquiera recordaba su nombre.

Un segundo después de que recobró la noción de lo que estaba pasando, sintió como la fémina esparcía un frío gel por su vientre - ¿Cuantas semanas dijo que tiene? - Preguntó la doctora.

Entre mentiras y secretos  - StarkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora