III.

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"—¡Debes huir, correr!", la imagen de los violeta ojos de Annielies se había calado en lo profundo de mí, dejando diversas secuelas, las principales eran dudas y miedo.

¿Fue real? ¿Fue falso?

—¡Oye, Annie!—gritó Mia, sacándome una vez más de mis pensamientos de aquel, ¿sueño?-estás con la mirada pérdida de nuevo, ¿segura que estás bien? Porque podemos hablar con un profesor y...-toqué su hombro y esbocé una sonrisa.

—Estoy bien, Mia, tranquila. Gracias por preocuparte—quité mi mano de su hombro y endulce aún más mi sonrisa. No podía contarle sobre aquel sueño o sobre las voces a Mia, me obligaría a ir un psicólogo por mi salud.

Mia asintió y partió hacia la cafetería en busca de nuestros almuerzos, yo aproveché los escasos minutos y emprendí camino hacia la biblioteca a tomar un poco de paz, algo obstruyó mi caminata.

—Lo sien...—mi frase fue cortada cuando divisé a aquella persona que tenía frente a mí. Era el joven del retrato de la mansión Colesther, sin dudas era él-¡tú eres!-grité, señalándolo con mi dedo índice.

El arqueo su amarillenta y gruesa ceja en una expresión de confusión y mis mejillas no tardaron en obtener un rubor intenso. Era imposible que fuera el mismo chico, era un retrato de hace más de dos siglos.

—¿Yo soy quién?—preguntó el confundido rubio cruzándose de brazos. Tapé mi rostro con ambas manos-estoy esperando tu respuesta-soltó, en un tono de desagrado.

—Te confundí con una persona, lo siento—excusé, no creo que sea muy común explicarle que se parece a un chico de una pintura de hace más de dos siglos que tengo en mi casa.

—Bueno, con permiso, señorita "confusión"—dijo y me movió hacia un lado para proseguir caminando hacia su desconocido destino. En ese preciso momento llegó Mia con nuestros almuerzos.

—¿Verdad que es guapísimo?—chilló emocionada y con una ancha sonrisa plasmada en su rostro—es nuevo en la academia, ¿y qué tal? ¿De qué hablaban?-preguntó con un tono cantarín.

—De nada realmente. Lo confundí con una persona, fue todo.—expliqué viendo como la expresión de mi mejor amiga se desaparecía y hacía con su pulgar una seña de desaprobación.

—Buuu, que aburrida, Annie—abuchó, reí por lo bajo y tome mi almuerzo-debo darte una clase de cómo atar a chicos guapos.

Negué con la cabeza, no me interesaba eso y menos ahora.

Menos ahora que mi vida parecía un confuso laberinto.

¿Cómo es posible que se parezca tanto a ese joven?

¿Será un Colesther?

Formulé varias preguntas en mi cabeza sin alguna respuesta, seguí caminando a la par de Mia quién me hablaba alegremente, pero sus palabras no eran audibles para mí.

Me sentía observada.

Me sentía vigilada.

(***).

Eran alrededor de las 6 de la tarde cuando iba a regresar a casa, sin embargo por última vez en el día, lo vi. Aquél chico que era el retrato vivo del acompañante de mi antepasado estaba allí, recostado en las firmes y blancas columnas de la entrada de la academia. Caminaba lentamente, verlo me daba algo de vergüenza desde el asunto de la mañana.

—¿Piensas quedarte ahí para siempre? ¿O vas a irte del colegio como una persona normal?—habló el chico al ver mi paso lento e indecisión de seguir hacia adelante.

—No creo que eso sea de su incumbencia—contraataqué caminando a paso apresurado.

—Oh, la señorita se sabe defender—contestó, sonriendo de lado y cruzando sus brazos al nivel de su pecho—¿cómo te llamas?—preguntó.

—Annielies Colesther, ¿y usted?

—Que nombre tan largo, mejor te queda Annie, señorita, mi nombre es Axel.—contestó.

Iba a seguir con la conversación animadamente, pero la limusina con el emblema Colesther se estacionó frente a la entrada y era mi momento de dejar la escuela. Un silbido se emitió por parte de mi acompañante, su cara reflejaba sorpresa.

—Una señorita de clase alta, ¿no, Annie?—dijo, rió por lo bajo y antes de poder responder dió media vuelta y despareció.

(***).

Miraba detenidamente las calles de aquel inmenso pueblo que siglos atrás mi familia ayudó a fundar, construir y hacer que fuera lo que hoy en día era.

—Lady Colesther, ¿está bien?—preguntó Matheus, nuestro chófer personal de hace más de una década. Asentí y seguí mirando por la ventana.

¿En verdad vas a volver tan rápido a casa? ¿No es mejor buscar respuesta, Lady Colesther?

Era otra voz. Mis músculos se tensaron y mi respiración se aceleró.

—Matheus, a la mansión Colesther, ahora, por favor.—pedí en un arrebato de sentimientos, si algo había cambiado sin dudas fue desde que estuve en la mansión por última vez.

—Sus deseos son órdenes, señorita.—acató Matheus, dándole media vuelta a la limusina para ir al otro extremo del pueblo.

(***).

—Son demasiado parecidos para ser cierto—dije al ver nuevamente el retrato de Annielies y su joven acompañante-diría casi que es lo que pasa con Annielies y conmigo.

Imposible, él no forma parte de la familia Colesther.

El bombillo que hace unos minutos me brindaba claridad se apagó dejando todo rastro de iluminación extinto. Tragué saliva fuerte y caminé hacia donde estaba el interruptor, le di reiterada veces pero era imposible, se había quemado el bombillo.

Corre.

Mi columna sintió un escalofrío y tense mi mandíbula era la voz de mi abuela...

Despavorida corrí hacia donde se encontraba Matheus y le dije que nos fuéramos de inmediato, al verme pálida como la nieve y hecha un ovillo se ofreció ayudarme, negué e insistí que nos fuéramos.

—¿Qué demonios está pasando...?—dijé para mí misma, sobando mis hombros en una frenética manera de calmar mi pavor.

Time eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora