VII.

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Albert.

Mi cabeza no dejaba de dar tumbos desde el primer día en que la vi. Tan débil, delicada y tirada en el suelo siendo inspeccionada por todos los presentes en el campo.

¿Annie?, fue lo primero que vino a mi cabeza.

Alto, ¿quién es Annie?, comenzó el primer tumbo.

Sin pensarlo mucho la tomé entre mis brazos y la llevé a la mansión Colesther, todos la recibieron perfectamente y ya ha pasado dos semanas desde ello.

-¿Crees que debamos organizar un baile para anunciar a una nueva señorita de la familia?-preguntó Dereck, agregando dos cubos de azúcar a su humeante de café.

Reparé en los verdes ojos de mi acompañante que con atención esperaban una respuesta. Asentí levemente para tomar otro sorbo de mi energizante café.

Allí está.

Allí estaban esos rebeldes cabellos azabaches y los hechizantes ojos violetas de nuestra nueva señorita, la anterior Annie Blackwer, la cual compartía un parecido excepcional con Annielies.

-Buenos días, caballeros-saludó, acercándose hacia la mesa y haciendo una leve reverencia-que mañana tan hermosa, ¿no lo creen?-preguntó.

-Así es, señorita Annie-concordó Dereck-pero no tan hermosa como usted.

-¿Quiere acompañarnos a tomar...-pensé, viendo las tazas-café?-completé, ganando risas de mis compañeros ante mi actitud distraída.

-Lamento decir que debo rechazar su invitación, Albert-rechazó sutilmente, esbozando una sonrisa de vergüenza-pero me dirigía hacia la biblioteca-informó.

-Puedo acompañarle, si no le molesta, Lady Annie-propuse. Sus ojos parecieron iluminarse y asintió rápidamente, luego de eso fuimos en marcha hacia la biblioteca de la mansión.

(***)

Annie.

Llevaba ya 15 días en está nueva dimensión. No podía negar que habían sido realmente amables y acogedores, tanto que parecía irreal y tenebroso.

Las voces habían cesado en su totalidad, pero mi cabeza nunca dejó de trabajar, de pensar como volver, una manera de escapar y volver a mí realidad.

Debía haber algún libro en la biblioteca que explicará viajes en el tiempo, hechizos o en mi caso objetos hechizados, tal como suponía era el brazalete.

-Entonces Lady...-interrumpió Albert-¿qué clase de libro busca?-preguntó, mirando los cientos de libros en las estanterías inmensas del lugar.

-Hechicería-contesté sin más ni menos, ganándome una mirada de asombro de mi acompañante. Debí medir mis palabras antes de hablar, en 1765 no creo que la palabra hechicería hiciera buena referencia hacia una joven que "escapó de su pueblo" y terminó siendo adoptada por una familia de nobles.

-¿Disculpe?

-Oh...-reí, creando ambiente-no creará usted que soy una bruja, ¿o si?-el movió la cabeza en forma de negación-es solo que siempre me ha gustado leer para aprender características y desenmascarar a alguna persona que obre en contra de nuestro soberano Dios.-mentí.

Convencido con mi respuesta, tomó mi mano y me guío en las inmensas estanterías de madera; una más elaborada que la otra, con distintos colores o detalles minimalistas que me hacían suspirar.

-Es aquí-dijo, deteniéndose y señalando con la mano derecha una estantería de menos de un metro setenta.

-¿Es en serio?

Tomé todos los libros que mis brazos me permitieron llevar y me senté a hojear en la mesa más cercana, eran tan solo las nueve de la mañana y el sol estaba en su punto exacto, prestando su iluminación para yo devorar cada palabra e indicación que se encontrará entre esas viejas hojas.

Nada.

¡Nada!

¡Y absolutamente nada!

Estos libros no habían servido para mi investigación y había pasado la mayor parte del día leyendo, mis ojos ardían y mi cabeza comenzaba a doler. Tomé el otro libro entre mis manos, consistía en una pequeña portada color marrón curtido y no más de 100 hojas.

Hoja tras hoja, palabra tras palabra, cada una de esas cosas quedaban en mi memoria. Era impresionante la cantidad de información sobre las líneas del tiempo, viajes y derivados que se encontraba allí.

Un viaje entre dimensiones podría afectar recuerdos de algunos individuos implicados, no suelen seguir patrones exactos y cada dimensión tiene su toque exacto.

-¿Qué lees?-preguntó Annielies con una voz cantarina, haciendo que un escalofrío recorriera por mi espalda. Cerré el libro rápidamente y lo dejé sobre la mesa.

-N...nada...

Su ceja se arqueó y colocando sus manos en ambos costados se acercó más. Mierda.

-Mmm, realmente no lees nada...-suspiró. ¿Qué? ¿Acaso no había visto el libro?

Es en lo único que te puedo ayudar.

Era aquella voz...

Sin dudas era ella.

Abuela.

Time eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora