XIII.

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Albert.

Habían transcurrido tan solo unas horas desde que la señorita Blacwer volvió a la mansión, su presencia me sorprendió y más que su presencia su extraña vestimenta. Los ojos de Annie reflejaban cansancio y aquellas bolsas debajo de sus gemas violetas podían confirmarlo, sin embargo no restaba belleza al hermoso rostro de la pelinegra.

Luego de escoltarla a su habitación regresé al jardín para admirar un rato más las rosas blancas que crecían lentamente.

—¿Por qué siempre siento algo en el jardín?—pregunté para mí mismo, acariciando los delicados pétalos blanquecinos con mi dedo pulgar e índice.

El jardín me traía diversos recuerdos, no puedo negarlo, pequeños deja vü con Annielies, pero aunque intentará no podía recordar haber hecho algo así recientemente.

Flashback.

—¡Corre, Albert! ¡Tienes que verlo cuanto antes!—gritó Annielies corriendo entre los diversos arbustos y plantas que decoraban el jardín. Restaba importancia al sucio que se impregnaba  a su vestido y corría con euforia y felicidad.

La seguí rápidamente para descubrir el causante de su felicidad.

—¿Qué es lo que te tiene tan feliz, Annie?—pregunté, jadeando y doblando mi cuerpo para tomar aire.

Su dedo señaló aquella pequeña rosa, con apenas unos pétalos blancos. Sus ojos miraban aquella flor con dulzura y sus dedos la acariciaban como si fuera la cosa más maravillosa del mundo.

—Es hermosa, ¿no, Alb?—preguntó, sonriendo cual niña pequeña. Asentí y deposité un beso en su frente para colocarme de cuclillas y admirarla con ella.

Fin del flashback.

El galope de los caballos me sacó de mi ensoñación, el carruaje color rojo y  con leves detalles marrón oscuro se asomó entre las rejas principales, anunciando la presencia de Annielies. Su vestido color carmesí se divisó al abrirse la puerta del carruaje.

—¡Cariño! ¡Albert, llegué!—Gritó, girando su ojos hacia diversos rincones del jardín, siendo un indicador de que solicitaba mi presencia. Abandoné las rosas blancas y aquel recuerdo para caminar hacia la pelinegra.

Una sonrisa lasciva se plasmó en su rostro y con velocidad casi exagerada corrió hacia mí. Me besó de una manera violenta y revolvió mis cabellos con  ambas manos, una incomodidad invadió mi cuerpo y me impidió seguir el beso, ella se alejó y limpie la comisura de mis labios para afirmar la noticia del regreso de Annie.

—Annielies—carraspee, tomando entre mis brazos el equipaje que se hallaba en el carruaje—tenemos una invitada especial.

Sus cejas se arquearon cual harpa, indicándome que prosiguiera con la información.

—La señorita Blacwer, volvió.

Una clase de gesto reflejando incomodidad se mostró por su parte, el cual segundo después despareció pasando "desapercibido".

—¡¿En serio?!—chilló—¡Iré de inmediato a verla!

Sin más ni menos, comenzó a correr hacia donde se encontraba Blacwer.

—Así que volvió. La pequeña señorita misterio, que extraño.

—No creo que sea bueno tachar con esos apodos a una dama, Dereck—reprendí el comentario de pelirrojo que se encogió de hombros ante mi disgusto.

~♪~

Annie.

El bullicio interrumpió mi rejuvenecedora siesta. Me dirigí hacia la ventana, moví las cortinas hacia un lado presenciando a quién menos quería.

—Así qué volvió.

La castaña cabellera de Annielies había aparecido en el jardín principal, junto con su fiel acompañante, Dereck. Ambos se encontraban allí, hasta que de repente Annielies corrió hacia Albert quién recién llegaba.

—¡Lo besó!—grité, al ver como la castaña, devoraba con intensidad los labios del rubio. Sus ojos parecieron dirigirse a mí en ese preciso momento.

Mierda. Esto cada vez se tornaba más raro. ¿Quién es ella?, corrí la cortina y me dirigí hacia la puerta dispuesta a abandonar la habitación.

Corrí entre los largos pasillos de la mansión, habían cientos de lugares en los cuales esconderme para evitar aquella mirada llena de odio. Opté por el 3er piso y su ordenado ático, hale la cuerda que en está época era existente y la escalera se posicionó ante mí, dándome la entrada al lugar.

No podía dejar que Annielies supiera que estaba ahí, una ligera sospecha me indicaba que ella recordaba todo lo que ocurrió en mi último día de estadía aquí. Albert iba a ser tachado por ellos, pero no podía hacer nada más.

Solo debo esconderme aquí.

Solo debo sobrevivir.

Encendí la linterna que había traído conmigo en el viaje. Por suerte había realizado una lista de cosas que debería traer conmigo hacia el pasado, pero solo se salvaron una o dos en el viaje, la luz de la linterna junto con la ayuda de los débiles rayos del sol, me permitieron vislumbrar los objetos frente a mí, estaba vacío a comparación con la cantidad de objetos que tiene en mi tiempo, pequeñas estanterías de madera blanca, roja y negra adornan el ático, algunos vestidos y aquel cuadro.

Me acerqué al cuadro para apreciarlo mejor. Eran Albert y...¿yo?

—¿Yo soy ella?—pregunté a nadie en específico acariciando el cuadro suavemente. Detallé una especie de anillo en la mano de Albert, se retrataba amarillo, lo cual podría ser oro con un querubín en el centro.

"¡Felicidades!, avanzaste, algo tarde, ¿no?," comentó la voz de...

—¡¿Annielies?! ¡¿Dónde estás?!—pregunté, mirando a todas direcciones. Era la voz que siempre había escuchado, era ella, finalmente pude descifrarlo.

Estoy en todos los lugares y a la vez en ninguno, cariño. ¿Por qué no bajas a cenar?, propuso amablemente .

Tragué saliva fuertemente. No lograba discernir si intentaba ayudarme a encontrar la verdad detrás de todo esto o solo hundirme en más dudas y alejarme del final.

—Voy en un momento—contesté, segura de que me podía escuchar. Finalmente, abandoné el ático.

Time eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora