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Los amenazantes ojos azules de mi madre me miraban fijamente a la vez que una vena palpitaba en su tersa frente.

—Madám Colesther, sabemos que como cofundadores del pueblo tienen una posición muy importante y distinta a todos los demás. Incluso el respeto impartido a Lady Annielies es por parte de todos, pero como director de está prestigiosa academia me tengo que tomar cartas en el asunto, sin importar el estatus o clase social—el director hablaba calmadamente, era un señor de unos cincuenta años de edad, una cabellera mezclada entre roja y blanquecina por las canas y unos ojos miel—creo que lo realizado por Lady Annielies fue algo exagerado y molestó para parte de nuestro personal y algunos alumnos, espero que algo así no vuelva a suceder—finalizó, entrelazando sus manos y apoyando sus codos en el escritorio para recostar su arrugada barbilla.

Mi madre sonrió con aquella amable y blanquecina sonrisa característica de la persona más respetada del pueblo.

—No se preocupe por eso, señor Bacwell, no volverá a ocurrir. Y en muestra de nuestra vergüenza y arrepentimiento la familia Colesther dará una fiesta en la mansión principal, todos estarán invitados, ¿le parece?—propuso mi madre, juntando sus manos y usando esa característica pero buena manipulación.

El director acomodó sus anteojos un par de veces y una sonrisa no tardó en aparecer en su rostro, ¿una invitación a la mansión principal? Demonios, si que era tentador, nadie que no tuviera sangre Colesther había ido, exceptuando a Mia.

—Me parece maravilloso, Madám—concordó el director—creo que ha sido suficiente sermón por el día de hoy, disculpen por tomar su tiempo, pueden retirarse.—anunció el director sonriente.

Mi madre y yo salimos a los pasillos principales de la academia, su mirada me fulminaba la cabeza, la piel y quizá parte del cráneo.

—Hablaremos en casa, señorita.—esas palabras fueron las únicas emitidas por sus labios.

Caminando entre el pasillo mi madre y yo íbamos hacia la limusina cuando aquel rubio que reconocía a metros de distancia se acercó a nosotras.

—Annie, ¿cómo sigues? Yo...—preguntó Axel, luego divisó a mi madre la cual lo analizaba de pies a cabeza y de cabeza a pies—muy buenos días, señora Colesther.—se presentó, tomando la mano de mi madre y dándole un beso.

—Ehm—carraspee, tornando que los esmeraldas ojos de Axel se fijarán en mí—estoy bien, Axel, ¿podrías soltar la mano de mi madre? Gracias.

Recibí un codazo de parte de mi madre la cual parecía encantada con el dorado muchacho.

—Ah, lo siento. A lo que venía, Annie, gracias por ayudarme.—dijo, para luego hacer un reverencia y desparecer entre los demás estudiantes.

(***).

Camino a casa mi madre hablaba de lo encantador que era Axel, de que era perfecto para ser mi pareja y muchas cosas más, parecía que su enfado se había disipado.

—Sin embargo señorita, ¿qué fue esa escena en el colegio? Sabes que somos una familia de alto estatus y...—comenzó con su repetida charla sobre la importancia de la imagen de los Colesther y todo el asunto.

—Madre...—hablé cuando finalmente hizo silencio—se me estaba pudriendo la muñeca por un brazalete.

Mi madre arqueó sus cejas en sorpresa y sus zafiros ojos me inspeccionaron.

—¿Qué brazalete?—preguntó. Incrédula decidí evitar el tema.

—Ninguno, fue una broma.—contesté, evadiendo el tema.

Finalmente en casa, subí a mi habitación para enterarme entre la pila de almohadas y el blando colchón de mi cama, lancé mi cuerpo cual saco de patatas y un largo suspiro escapó de mi boca, subí mi muñeca colocándola frente a mis ojos, aquél brazalete tan misterioso, me ha causado tanto dolor, sin prestar atención en ello, caí profundamente dormida.

(***)

*NARRACIÓN DE LA AUTORA.*

En aquel verde campo lleno de vida, niños sonrientes y alegría, yacía en el pasto una joven blanca cual luna y con el cabello tan oscuro como la noche, las personas miraban fijamente a la joven la cual se parecía mucho a una joven noble de ese lugar.

—¿Crees que esté viva?—preguntó una niña de cabellos color fuego viendo a su acompañante, el cual tocaba con una rama a la joven pelinegra. El niño se encogió de brazos.

—Tenemos que averiguarlo, aunque ella se parece a...—dijo el niño siendo interrumpido.

—¡¿Annielies?!—gritó un joven rubio de ojos esmeraldas acercándose a la joven que yacía en el suelo—¿Qué te ocurrió?—preguntó a la inconsciente pelinegra para tomarla entre sus brazos.

El rubio muchacho pidió un caballo y cabalgando de manera apresurada entre los caminos llegó a una mansión en el otro extremo del lugar. Con paso apresurado tomó a la joven y entró a zancadas al lugar.

—Dereck, ¡ven aquí ahora mismo!—gritó a los cuatros vientos posicionando a la joven en un sofá de cuero negro.

Un joven pelirrojo de ojos miel hizo presencia en aquel inmenso salón principal.

—¿Qué ocurre, Albert?—preguntó el recién aparecido acercándose al rubio que cargaba una expresión afligida.

El rubio que respondía al nombre Albert, señaló a la joven acostada en el sofá.

—¿Quién es ella?—preguntó Dereck acercándose y detallando a la joven.

Albert volcó sus ojos y los colocó en blanco mientras un gruñido escapó de su boca.

—Es Annielies, idiota—contestó con obviedad quitándole el botiquín que tenía entre las manos el otro muchacho.

—¿Qué es quién?—una tercera voz hizo presencia en el salón y todos giraron hacia la dirección de otra castaña muchacha—yo estoy aquí, Albert—agregó la joven de mirada violeta bajando la larga escalera.

—Si tú estás aquí...¿Quién es ella?—preguntó confundido señalando a la joven.

—No lo sé—contestó la joven notoriamente sorprendida—eso debemos averiguar.

Un nuevo juego acaba de comenzar.

Todo está tomando su lugar.

Las piezas en su posición van.

Time eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora