II. Bienvenido al club.

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Tomé mi chaqueta, las llaves de mi coche y salí en dirección a aquel hotel. Al llegar al bar había poca gente, así que me fue fácil localizarlo, estaba sentado al frente de la barra, era muy guapo, de cabello negro y con un traje rojo bastante sensual, le quedaba a la medida, sonreí satisfecho y me acerqué, de inmediato volteó y me dio la sonrisa más sensual y provocativa, bebió el último trago de su copa y después se puso de pie y, sin decir nada, lo seguí.



Subimos al elevador y presionó el número diez, esperamos a llegar a ese piso y después salimos, caminamos y a la mitad del pasillo deslizó la tarjeta en la puerta y entramos, encendí la luz y no me dio tiempo a hacer nada más porque me acorraló en la pared besándome con furia y, sin más preámbulos, llevó con delicadeza su mano a mi masculinidad que acarició sobre mi pantalón, así que en respuesta, puse mis manos sobre sus nalgas y se las apreté por encima del pantalón, rompió el beso para exhalar excitado, besó y mordisqueó mi cuello mientras yo movía mi mano hacia el botón de su pantalón desabrochando y al mismo tiempo con la otra le apretujaba la nalga.



Se separó y se fue quitando de a poco el traje que traía, mientras yo me quitaba la chamarra y empezaba a desabrochar rápidamente mi camisa, el terminó de quitármela y lamió mi torso, mordisqueó mis pezones y yo empecé a gemir. Bajó por mi abdomen y con una gran habilidad desabrochó mi pantalón y liberó mi miembro ya excitado, se lo llevó a la boca y comenzó a darme placer con ella. Yo recargué mi cabeza en la pared y cerré los ojos concentrándome en sus profundas caricias, puse mis manos en su cabeza para empujarlo más. Siguió y siguió en tanto yo no paraba de gemir y de pronto, sentí como llegaba al orgasmo.



Saqué el condón de la bolsa del pantalón y terminé de quitármelo mientras él se despojaba de la ropa faltante. Nos besamos desenfrenadamente mientras caminábamos hacia la cama, cuando sentí el borde con mis piernas, lo tomé y lo arrojé a ella, me sonrió. Me puse el condón y me tendí sobre él, lamí su oreja, llegué a sus pezones y los chupé, mordí para ponerlos erectos.



– Métemelo ya – ordenó con su voz retorcida enterrando sus pequeñas uñas en mi espalda.



Pero, a cambio sólo lo frote contra sus nalgas, quería enloquecerlo un poco más, el abrió las piernas y entonces me introduje con rudeza, sin nada de preparación previa, pero no era necesario, porque para mi sorpresa ya estaba listo, en el proceso el enterró sus manos en mi espalda y comencé a moverme rápidamente mientras me comía sus pezones alternadamente, el bajó hasta mis nalgas y me las apretó, pidiendo con ello que me introdujera más profundo, provocando que tocara su dulce punto, se podía escuchar el sonido de nuestros cuerpos al chocar, los intensos gemidos de ambos y seguí moviéndome sin parar, de pronto un grito de el inundó la habitación cuando llegó al orgasmo, a mí me faltaba aún, así que me apoyé con las manos sobre la cama para hacer los últimos movimientos casi salvajes y terminé.



Me acosté a su lado sin decir nada, tratando de recobrar el ritmo normal de mi pulso y mi respiración, aún estaba jadeando y cuando estuve controlado me levanté para quitarme el condón y tirarlo en el bote de basura.



– ¿Quién te dio mi número? – pregunté intrigado, una belleza así no hubiera pasado desapercibido por mí, si estuviera en la universidad.

– Otro integrante del club.

– ¿Del club? – exclamé más intrigado, pertenecía a un par en la universidad, pero no encontraba quien pudiera conocerlo.

– Demasiadas preguntas, bien sabes que eso quebranta las reglas – respondió y me abrazó por atrás, acariciando mi abdomen.

– ¿Reglas? – dije extrañado.

Tentación II.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora