IV. Volverlo a ver.

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Sus gemidos eran más intensos y de su boca escapó un grito ahogado cuando sintió mi lengua en su miembro. Tenía los ojos cerrados, apretaba el edredón y su grito casi fue ensordecedor. Me levanté para quitarme lo que me quedaba de ropa, estaba demasiado excitado y necesitaba con urgencia estar dentro de su cuerpo. Me puse el condón y caminé de vuelta a la cama, me tendí sobre él y fui deslizando mis dedos por sus piernas hasta llegar a su ano el cual fui apretando suavemente hasta que encontré el punto exacto que lo excitaría de nuevo.

Abrió sus piernas dándome la bienvenida a la gloria de su cuerpo, así que entré en él y el gemido no se hizo esperar al sentirme, comencé a comerme sus pezones alternadamente mientras él me sujetaba fuertemente por la espalda y yo me movía constante, pero lento, prologando el momento, sus fuertes gemidos me indicaban como lo estaba disfrutando y esa era una razón más para que yo lo disfrutara de igual manera que él. Sentí como tensaba sus músculos anales, aprisionando más mi miembro para lograr un roce más exquisito, entonces, puse mis manos sobre la cama para tomar más impulso y moverme con más rapidez en tanto sentía sus manos recorrer mi espalda.

La expresión de placer en su rostro era incomparable, las gotas de sudor en su frente brillaban y se mordía los labios sin quitarme la mirada, suplicaba por más con la voz entrecortada y yo fui aumentando paulatinamente la velocidad de mis movimientos hasta que ya no podía controlarme más y se volvieron delirantes, ansiosos por lograr aquel maravilloso orgasmo que alcancé instantes antes que él, que me apretó fuertemente la espalda mientras su cuerpo parecía convulsionarse. Me dejé caer sobre él, rendido y satisfecho, después me acosté a su lado.

– ¿Te vas ya? – preguntó cuando me vio levantarme de la cama.

– Sí, pero tú puedes quedarte, la habitación ya está pagada – respondí antes de entrar al baño.

– Espera... tú... – exclamó y supe que era momento de decirle la regla que faltaba.

– Regla número 3. No lazos afectivos.

Abrí el grifo, mientras caía el agua me retiré el condón y lo tiré en el bote de basura. Me metí a ducharme, esta experiencia había sido diferente y estaba desconcertado, tenía muchas preguntas en mi cabeza, por primera vez. Todo en él era diferente, su forma de entregarse, sus palabras, me dio la impresión que no había estado con muchos hombres en la intimidad y lo que más me inquietaba era saber la forma en que él había dado con esta sociedad. Salí de la ducha, me sequé y salí con una toalla enredada en la cintura.
Lo vi acostado boca abajo, abrazando la almohada. Tomé mi ropa y me vestí, me acerqué a la cama y lo miré unos segundos, dormía profundamente, su rostro lucía tranquilo, sereno, pacífico, pero de pronto su ceño se frunció.

– Sí, ya sé que nunca tienes tiempo – exclamó dormido.

Me pregunté con quien estaría soñando y salí de la habitación.

Al día siguiente fui a la oficina por la mañana y en la tarde fui a visitar a Soso que estaba muy contenta viendo televisión en la enorme pantalla plana de su habitación.
Cuando salí de ahí YoonWoo me llamó a mi celular, estaba llorando desconsolado, así que de inmediato subí a mi coche y me dirigí a su departamento. Al llegar apagué el otro móvil, mi amigo estaba primero, antes que cualquier noche de pasión. En cuanto me abrió la puerta se lanzó a mis brazos.

– ¿Qué paso? – pregunté preocupado cerrando la puerta tras de mí.

– Dae-hyun se fue, sólo me dejó una nota – apenas y pudo responder entre el llanto tan intenso.

– Cálmate, ese infeliz no merece que estés así, te ha hecho un favor con irse.

– Es que eso no es todo, acaban de entregarme el reporte de la investigación y sí me engañaba.

Tentación II.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora