VIII. Borracho.

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Empujó fuertemente una puerta y salimos a la parte trasera del bar, había varios contenedores de basura y una luz que parpadeaba casi a punto de extinguirse. Me acorraló contra la pared y me besó ansiosamente en tanto yo ponía mis manos sobre sus nalgas y lo pegaba más a mi cuerpo, si es que eso era posible. Rompió el beso y se dirigió a mi cuello que lamió y mordisqueó a su antojo mientras yo le desabrochaba los botones de la camisa y lo dejaba caer, sosteniéndose únicamente de la cintura, baje mi boca a uno de sus pezones y me lo comí, lengüeteando y mordiéndolos, el gemío y con una mano me acariciaba el miembro encima del pantalón, con gran habilidad lo desabrochó y liberó mi dureza de su prisión.

Vi como se hincaba y se lo llevaba a la boca introduciéndoselo de una vez, yo gemí sin poder evitarlo, era una sensación demasiado placentera, él sabía hacerlo muy bien y me miraba con lujuria haciéndose dueño de mi erección que recorría sin parar, yo tenía mis manos en sus orejas, el contacto visual volvía más perverso y excitante la situación. Se detuvo justo en el momento preciso y rápidamente desabrochó su pantalón y lo bajó a la altura de sus rodillas mientras yo me ponía el condón.

Me dio la espalda y se agachó un poco, coloqué la punta de mi miembro en la entrada de su ano y entré de un tirón, el soltó un grito y echó su cabeza hacia atrás y con una mano rodeó mi cuello en tanto yo embestía en el con fuerza, pellizque con rudeza sus pezones. Gemía en su oreja y él se movía junto conmigo logrando un roce delicioso. Me soltó el cuello y puso ambas manos sobre sus rodillas, yo lo tomé por la cintura y seguí entrando y saliendo de su cuerpo con rapidez hasta que instantes después un grito escapó de su boca indicándome que había llegado al orgasmo sin tocarse, di unas estocadas más y yo llegué también.

Nos acomodamos las ropas en silencio, no sé porque, pero no quería mirarlo. Me acerqué a uno de los contenedores y tire el condón, el me abrazó por atrás y metió una tarjeta al bolsillo de mi pantalón.


–Me llamo Bon-hwa, llámame cuando quieras, me encantaste – dijo en mi oreja y me dio un mordisco en el lóbulo.



Entró de nuevo al bar y yo me quedé ahí parado unos minutos, saqué la tarjeta y la leí, era doctor, sonreí, sabía diagnosticar bien a sus pacientes y darles la cura que necesitaban. Rompí en dos la tarjeta y la tiré, no me interesaba volver a verlo.

Regresé a la mesa y YoonWoo me miró con reproche, yo lo ignoré y me tomé el tequila, cuando pasó el mesero le pedí otro y así seguí hasta que perdí la cuenta de los que me bebí hasta que, de pronto, todo me empezó a dar vueltas, estaba en un estado medio, entre la conciencia y la inconsciencia, casi no sentía mi cuerpo y el piso mucho menos, estaba logrando olvidarme de mi patética vida amorosa, tenía años cerrándome a ese tema y cuando alguien, sin que yo pudiera evitarlo, hizo una pequeña abertura resultó que no valía la pena, merecido me lo tenía por haber jugado con otros hombres.

No supe como salí de ahí ni mucho menos como hizo YoonWoo para meterme a su departamento, vivía en un tercer piso y en su edificio no había ascensores. Cuando estuve vagamente consciente de mí, me encontraba abrazando el retrete y expulsando hasta lo que había comido la semana pasada. Como pude y con su ayuda me puse de pie, entonces el me llevó a la bañera y abrió el agua fría mientras me regañaba peor que mi papa, yo ni le entendía lo que decía y mi cuerpo empezó a temblar.



– YoonWoo no seas cruel, me va a dar pulmonía – dije entre castañeos de mis dientes.

– Pues, a ver si con eso se te baja la tremenda borrachera que traes, no puedo creerlo, TaeHyung ni cuando eras adolescente te pusiste así.



Empezó a desabrocharme la camisa y lo detuve mirándolo con pánico, no sabía porque, pero siempre me había dado vergüenza que me viera desnudo.


– Ay, no te voy a violar, cálmate, además ni que fueras el primer hombre que vaya a ver desnudo, tienes lo mismo que yo.

– Yo puedo solo.

Tentación II.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora