Impotencia, meditación y aplicación

101 5 1
                                    

Comprendí que mi corazón se había vuelto un hogar desde que tú habías llegado haciendo un escándalo, como si se tratase de un evento astronómico que sucede cada cierto año. Tocaste la puerta varias veces en exageración, terminaste abriéndola gracias a que una copia de la llave que se encontraba en una maceta de decoración en la parte delantera de la entrada. Te quedaste ahí, haciéndolo un refugio, moviendo y haciendo un completo desorden, movías unos cuantos objetos hasta que lograste estar un poco en paz. La tolerancia y resistencia del espacio en el que te encontrabas fue de hormigón, impenetrable, aburrido y cerrado a lo que tú lo pintaste, lo decoraste, lo hicimos de los mejores lugares para estar siendo tú quien mandaba, quien decidía qué color pintarlo, cómo decorarlo.

Comprendí que no era necesario separarme ya que solo había conseguido lastimarnos o al menos, eso creía. Sigo sin saber qué es lo que tenías que me gustaba tanto, me intrigaba, me mantenía. Sin embargo, mi subconsciente me decía que me aferrara a ti. Sentía unas ganas gigantescas de buscarte, de encontrarte y decirte lo mucho que te había echado de menos y cuánto moría por sujetar tu meñique con el mío mientras que caminábamos hacia tu casa. Has sido la mejor persona que me ha presentado la vida para amarle como nunca lo había hecho.

De pronto cada suceso de alegría se salpicaba de gris pues no estabas ahí para contarte con toda la felicidad del mundo lo que había pasado, era de lo más jodido que podía pasar, a nadie más que a ti le contaba cada secreto, cada cosa buena como mala, creía que si depositaba toda la confianza en tus manos de alguna manera también harías lo mismo. Dándote un pequeño pero gran impulso para mí. No te conocía del todo, lo tenía muy en claro mientras que en la mente se presentaban negociaciones entre la realidad y mi subconsciente. Contarte hasta los más oscuros secretos era muy arriesgado, lo que de alguna manera seguía creyendo en la corazonada en la que eras la indicada, salí de mi zona de confort, arriesgué mi pasado y lo deposité en una persona que no tenía la más remota idea de cómo tratar esas situaciones volviéndose de pocas palabras con una gran cantidad de decisiones en la que el desdén era el actor principal.

Nada como el dolor de la ausencia de la persona que se suponía que debería estar y ni sus luces se veían. Gran parte de lo que no contamos y nos quedamos para nosotros mismos nos daña, nos carcome las entrañas y sientes cómo se desmorona cada parte de ti de adentro hacia afuera, quebrantando las estructuras exteriores como lo hace un castillo de arena cuando le viertes agua en su interior.

Para el amor de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora