¿De qué lado está inclinada la balanza?

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¿Esperar o ser esperado?

Alteraciones en el ciclo circadiano, nada como despertarte tres veces cada dos horas en una sola noche, despertando agitado, empapado, con una presión fuerte sobre el pecho. Siendo tú el único pensamiento al despertar. Deduciendo qué tendría que hacer para dejar que pasara cada noche. Hice todo tipo de deporte, hice senderismo, entré al equipo de fútbol, hice beisbol, surf, crossfit, voleibol, buceo libre, pesca, campismo, buceo SCUBA traté de hacer todo para distraerme y lo logré durante un tiempo donde no te encontraba lo cual fue tristemente feliz.

No fue hasta que apareciste de nuevo y todo se desplomó, como cualquier empresa que consigue la mayor cúspide de ingresos y cae en picada, yéndose a banca rota. Volví a caer en el fango de las crisis a medianoche, sabía cómo salir de ahí, sabía cada maldito paso para salir del agujero, pero a la hora de tratar levantarme tú me extendías la mano para sostenerme tomando una ruta diferente sin embargo ya tenía una noción de cómo sería el camino.

Los flashbacks surgían como relámpagos mientras que un rayo con la forma de tu silueta aparecía entre mi vista, era como si percibiera la imagen real que veía en el instante y el relámpago cuya silueta te pertenecía se interpusiera haciéndolos una sola en mi mente. No podría encontrar una respuesta certera para la situación en la que me encontraba, lo único que predominaba a la hora de enfrentarme a una discusión conmigo mismo era justamente en buscarte para explicarte cómo he pensado, las soluciones que consideraba que eran adecuadas. Lo hice.

Una llamada entrante, dos segundos en espera para que contestaras, me emocioné por haber escuchado tu voz, sentí que a penas habías hablado y ya sentía el cálido abrazo que me cubría la espalda antes de despedirnos tres cuadras antes de llegar a tu casa. Te cité en el mismo lugar que frecuentábamos, una banca azul con una bonita vista al mar, en las tardes o noches nos sentábamos a hablar de la vida, de cuán hermosa siempre has sido, de que el silencio nos interrumpiera a medio beso arrullándonos con el sonido del oleaje o simplemente nos quedáramos sentados, mi mano recorriendo por detrás de tus hombros, tus piernas por encima de las mías y tus dos manos recogidas sobre mi abdomen para que las estrellas salieran a relucir en lo que iba de nuestra noche. Jamás olvidaré el brillo de tus ojos que conseguías con el reflejo de la luna, tu piel tersa y suave con la tez del arroz con leche, los labios de porcelana, tan finos que me daba ternura tocarlos.

Tu llegada fue una descarga al corazón por los desfibriladores cuando sufres de fibrilación, logrando que la persona quien lo sufre vuelva a la vida, un gran dolor había sanado al instante devolviéndole los latidos débiles que pertenecen a un sentimiento grandilocuente. Me puse nervioso, mis manos empezaron a temblar cuando te habías sentado a mi lado, la respiración se me había hecho un desastre mientras que comenzaba a transpirar, nunca me había pasado por lo que no podría tener una respuesta de acuerdo con lo que me estaba sucediendo en ese instante.

Llegamos a la conclusión que nos volveríamos uno solo con el destino, haciendo que las manecillas del reloj vayan en sentido opuesto de lo que estaba predestinado. Más serios, más en serio, con más ganas, con mayor responsabilidad y una pequeña previsualización a lo que nos estaríamos enfrentando el sendero como lo pintan en una historia de romanticismo con renombre que se caracteriza por no tener un gran margen de errores de una pareja. Era más complejo de lo que nuestra imaginación y experiencia podrían alcanzar.

De lo que podía estar muy seguro fue que esta vez tendríamos poner más de nuestra parte, dar equivalencia a la balanza para lograr la sintonía que en algún momento la tuvimos. Comprendí que tenía que buscar la manera de cómo mantenerme tan firme como un soldado en posición mientras hacen honores mientras llueva, truene, relampaguee o haga un calor infernal. Tuve muy en claro que no descansaría hasta derretir ese bloque de hielo que tuviste por corazón, deshaciéndolo con mis cálidos buenos días, con los cumplidos a mediodía, con las preocupaciones y la intriga de saber qué hiciste en el día o cómo te había ido en la escuela mientras la cursabas cada sábado. Los hechos y palabras para mí cuentan demasiado, siempre tuve grandes expectativas tuyas a lo que no siempre recibimos lo que creemos merecer.

Poco a poco iba entrando, dando pequeños pasos y veía que comenzabas a ceder en este gran tópico como lo es el amor y las relaciones. Tu amor, la manera en la que sutilmente iba entrando se convertía en el motor para seguir, sentía que cada vez que avanzaba estaba un paso más cerca de llegar a los confines de tu alma, era como si fuera de expedición en busca de un templo perdido en medio de la jungla por lo que el camino era extremadamente difícil de cursar, travesías, senderos con maleza, riscos prominentes, montañas exorbitantes, acantilados sin contraste; un gran camino estaba delante mío, con miedo y temores decidí avanzar, siendo una foto tuya en mi bolsillo era el agua que necesitaba.

Aprendí que el transcurrir por el sendero es lo que realmente se disfruta, cada herida, cada yaga, cada rasguño, cada caída te hace fuerte, cada tempestad y cada sacudida que dabas haciendo que el equilibrio se perdiera. La neblina de los pensamientos contradictorios dominaba el camino, haciendo casi imposible ver hacia dónde iba y que cada paso no lo diera con total seguridad siendo una decisión al aire lo que regía en cada zancada alargada tratando de evitar tropezar con alguna roca o pisar algún animal venenoso que pudiera haber. El camino se iba amenizando, había más armonía e inclusive lo que eran graznidos de cuervos se convertían en los hermosos cantos de los cenzontles. Las cosas entre nosotros iban mejorando, dimos un gran salto, ya no estábamos en el mismo lugar si echábamos un vistazo al punto de inicio. Comenzaban a surgir secretos y perspectivas sobre temas al azar en forma de pequeñas pepitas de oro haciendo un segundo sendero dentro del principal, lo que indicaba que estaba cerca del templo más sagrado que escondía la espesa jungla tropical de una mente hermosamente abstracta. Figuras de jade esculpidas en forma de corazones con Mariposas Morfo Azul disecadas dentro de estos, conservando sentimientos esperando ser liberados. Estatuas en oro sólido con acabados que se habían desgastado por la erosión del tiempo y por el intento de otros por tratar de llevarse todo lo que había. Encontré altares para la luna llena, coronas hechas de lágrimas con rubís incrustados, helechos avanzando por las grietas que pertenecían a las paredes y pilares del lugar tan sagrado. Entré arrodillado por la divinidad y la importancia de lo sagrado que era, me quité los zapatos, como si se tratara de un peregrino cumpliendo una promesa que se hizo en un momento de impotencia, ahogo y frustración al pensar que no habría otra salida. El mayor de los tesoros era darme cuenta de todo el daño que algún día te hicieron, por fin tenía los recursos necesarios para avanzar, para mejorar cada que el sol se escondía y la luna apareciera discretamente.

Después del arduo trabajo al que nos enfrentamos, vino la calma, un periodo de tiempo en el que se disfrutaba tanto el estar a lado tuyo, los ojos se volvían a iluminar y las ondulaciones de tu cabello provocadas por la brisa del mar parecían las olas al reventar sobre la orilla; los labios entraban en escena. Las noches nos refugiaban, así como mi pecho resguardaba la luz lunar que nos iluminaba. Darme cuenta de que las cosas iban para bien me hacían estallar de felicidad, quería salir disparado como un cohete de fuegos artificiales lo hace, siguiendo una trayectoria casi en vertical, terminando por estallar, formando distintas proyecciones en diversas tonalidades de colores y efectos visuales que generan asombro, paz y tranquilidad. Las cosas ya estaban equilibradas, creía que deberíamos estar en constante cambio y mejoría para bien. De un momento para otro ya habíamos terminado, otro golpe duro que dejaría sin aire a cualquiera.

Qué feo que te hagan creer que sí y mañana te digan que siempre no.

Para el amor de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora