Todo el mundo herido

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Han vuelto las inseguridades, los conflictos en mi mente y el completo desconocimiento de la persona que se había puesto en frente mío. Si antes había tratado de no perder la cabeza, esta vez sentí que me la arrancaste por completo, como si viviera en la edad media y fuese sometido a la guillotina, teniéndote como verdugo. A nadie le deseo que le pase lo que a mí; se había vuelto algo multipolar, donde se podía llegar a la cúspide de la sintonía emocional temporal hasta el extremo del desdén y la indiferencia de la frustración. Alguna vez dijiste saber lo que querías, pero no sabías cómo conseguirlo; gran idea de haber sido el conejillo de indias.

Inmensos juicios fueron a los que acudí de nuevo en las noches de desvelo, alejarme y verte nunca más era lo que deseaba como desea un preso la libertad. No me he sentido orgulloso por haber perdido la cabeza, sentía que ya era hora de dejarte ir, ya había sido suficiente de estar con alguien que te dice algo, pero que demuestra lo contrario. La espada de tu indiferencia tomaba filo una vez más, la misma dosis de veneno para que por vía intravenosa se transportara con la finalidad de partir la llamarada que había en mi corazón, partiéndolo en dos. Sin escrúpulos, sin remordimiento, te tapaste los ojos y apretaste el gatillo a quemarropa. Segundo disparo. Sin retribuciones; la vida devuelve las acciones inminentes, buenas o malas, alegres o tristes, amables o peligrosas; "bon appétit"

Desorbitado. En medio del desierto y sin brújula. Navegando en velero sin vela. Clavado olímpico directo a una piscina llena de dudas y pensamientos autodestructivos donde cada uno de ellos se aferraban a cada uno de mis pies mientras tiraban hacia la profundidad, haciéndome casi imposible el salir a dar alguna bocanada a la superficie. No tenía nada en contra tuyo, no encontraba indicios del por qué me heriste de esa manera, lo único que pude hacer en una lucha donde tiré el arma por no igualar las cosas fue extender mis brazos mientras dejaba que siguieras disparando cuantas veces quisieras

Combatí la guerra con un único gesto humanitario; «el perdón»

Tratar de perdonar a quien usó tu incondicionalidad como tapete en medio de una tormenta donde lo primero que hace es cerrar la sombrilla y posterior, tratar de quitarse el exceso de agua sacudiendo sus pies para así poder entrar a lo que supuestamente era nuestra morada. Mirar hacia arriba y gritarle a las estrellas que me dieran una respuesta era inútil en las caminatas sobre la arena de la playa, era el único lugar donde puedes encontrar claridad a pesar de que haya alguna tormenta. Te sientas sobre una piedra, escuchas el reventar de las olas sobre la orilla y miras cómo la espuma blanca desaparece volviendo a incorporarse con el agua. La clara situación de no seguir teniendo la remota idea del origen de lo que me hiciste no tenía el mayor de los sentidos y te perdoné por ello, te perdoné todo el desorden que me provocaste y, por las secuelas que siguen presentándose con frecuencia, lo único que no he podido perdonar es aquello que sabías perfectamente que me lastimaría y lo hiciste de todos modos.

No extrañamos a las personas que estuvieron con nosotros cuando la mayoría del tiempo te han lastimado. Sino que extrañamos quienes fuimos por tal de seguir esperanzados, extrañamos el pedazo de corazón o de alma que dejamos en las manos de la persona que creíamos era la indicada, extrañamos el tiempo que hemos puesto en sacrificio apostándole al destino. Extrañamos quienes solíamos ser antes de conocer a "X" persona. En ese preciso momento te das cuenta que el concepto del amor se ha modificado como lo hiciste tú al dejar pasar alguna acción que tu "yo" del pasado no lo permitiría, pero que tu "yo" del presente lo ha hecho porque le quiere ciegamente a "X" persona. Se suponía que el amor no es un reto, no era un laberinto mientras caminas solo en medio de la nada. Nada se ha justificado, mucho menos cuando tú caías, y yo te levantaba, cuando tú reías yo explotaba de la emoción, cuando te cortabas yo me desangraba, cuando llorabas yo me partía en dos. Las personas que damos mucho siempre condicionamos a recibir poco, ley de vida...

Para el amor de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora