Hermosuras y luego, te vi

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Nunca antes me había llenado tanto de euforia, mi frecuencia cardíaca salía disparada mientras la sombra en reflejo de las lámparas te iluminaba, el cabello se movía al ritmo del movimiento de las palmeras, deslumbrabas como una estrella en forma de persona mientras te abalanzabas sobre mí al estirar el brazo para saludar. La mejor sonrisa, la mejor tonalidad de piel, el mejor diseño de los antebrazos embonados con los míos; sabías a adrenalina, pláticas escurridizas mientras nos escabullíamos bajo el rebozo de la noche y la luna asomaba una de sus mejores caras para volverse la anfitriona. La facilidad de la conexión que hubo entre nosotros, la naturalidad de las palabras era tan fluida como el agua del caudal que baja sobre la montaña a sus faldas.

Nuestra trayectoria al tiempo de tener nuestras salidas repentinas, las cancelaciones 30 minutos antes de lo esperado, los cálidos abrazos, el roce de tus dedos sobre mi cabello, mi cuerpo recostado sobre tus piernas, viendo detalladamente cómo la luz reflejaba sobre tus mejillas y en rebote tu mirada caía sobre mis ojos. Nada te causó tanta felicidad hasta cuando te dije que empezaba a sentir cosas por ti. Tus ojos se iluminaron, brillaron y deslumbraban alegría acompañados de dos lágrimas, te reíste porque en ese momento pensaste que era absurdo reaccionar así, mientras que yo me levantaba y el ligero desliz de la yema de mis dedos sobre tu nariz respingada, bajaban.

La meticulosidad rigió sobre mí y, como lo habrás notado, siempre me ha gustado ver cada detalle de lo que te convierte en mi gran amor, quería comerme el mundo a mordidas tomados del meñique, hacer cosas que fueran en contra de los patrones sociales que establecen lo que debería ser una relación. Quería quererte bonito y lo hice, te quise y te quiero como nunca a nadie, te comprendí, te amé y te amo en los momentos cuando ni tú podías hacerlo. El amor que siempre te tendré será el más puro que pueda ofrecerle a alguien, para mí siempre valdrás más de lo que puedas pensar, las emociones eran tan fuertes que rompían mis esquemas personales. Me rompí, me armé, me armaste, me creé, me reviviste, me soltaste, me dañaste, me amaste, me quebraste, huiste, luchamos y finalmente izamos la bandera blanca, algo en contra porque cuando uno lucha, no se da por vencido, sino hace todo lo posible para ganar y seguir andando en una sola pieza; las relaciones tienden a ser complejas.

Para el amor de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora