IV - Nunca lo olvides

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Tony despertó cargado de energía. La primera victoria en su plan infalible para seducir a Rogers había devuelto su buen humor, el cual fue inexistente tras haberse visto forzado a mudarse a Nueva York, y por primera vez Jarvis no tuvo que recurrir a la fuerza para sacarlo de la cama, algo que llevaba pasando todas las mañanas desde que Tony tenía once años. Y por fuerza me refiero a tácticas como pasar la aspiradora justo a su lado, derramar por accidente agua sobre su rostro o poner éxitos de Duran Duran a todo volumen, entre otras —torturas mañaneras a las que vuestro traumado escritor se ha visto sometido en incontables ocasiones por una madre que adora a Camilo Sesto y que yo, personalmente, he llegado a odiar. Pero me estoy desviando de la historia... 

Según su plan, tocaba ser sutil. El día anterior fue testigo de lo mucho que esa clase de situaciones incomodaban al rubio y no quería perder su oportunidad con él antes siquiera de tenerla. No podía dejar que huyera. "Soy como un león ante una gacela" le explicó a Pepper la noche anterior, "tengo que ir acercándome lentamente para que no se asuste y, cuando le tenga acorralado, ¡BAM! le salto encima". La pelirroja seguía riéndose todavía, la muy maldita, pero él lo tenía muy claro. Lo que no estaba tan claro era si podría conseguir controlarse hasta el siguiente paso.

—Maldito y sensual Rogers... — gimoteó con el rostro pegado a la almohada. Se restregó contra esta como si fuera el mismísimo torso del rubio. 

Se dio cuenta entonces que era la primera vez que se obsesionaba tanto por alguien, sobretodo teniendo en cuenta que el capricho surgió cuando no era más que un mocoso. Sabía que sería incapaz de quitárselo de la cabeza hasta que lograra traspasar la barrera física, pero la espera le estaba matando. Y más por tener que ir midiendo cada paso que daba respecto a él. 

Suspiró terminando de desperezarse y pegó un salto para bajar de la cama y empezar a arreglarse.

—Hoy te ves muy luminoso, cariño. 

—Yo siempre me veo así, madre — saludó a su progenitora con un beso en la mejilla y se sentó a su lado para tomarse el desayuno con ella.

—¿Puedo quedarme tranquila entonces sabiendo que la nueva escuela te está gustando?

—No sé si gustar es la palabra, pero he descubierto que no está tan mal. Tiene un buen departamento de ciencia y ya he hecho un amigo — no eran los verdaderos motivos de su reciente alegría, pero sumaban puntos. 

—Eso es genial, cariño. ¿Cómo se llama?

—Bruce. Es como un oso achuchable. O una de esas pelotas anti estrés que cuando las aprietas se le salen los ojos. 

—Me alegra que te hayas hecho amigo de un buen chico — María no ocultó la sonrisa tierna que nació al ver que su querido hijo ya no tenía ojeras ni se pasaba el día gruñendo. Había sido muy duro para ella ver a Tony tan triste y no poder hacer nada para remediarlo, pues no tenía ningún poder sobre las decisiones que tomaba Howard cuando se trataba de trabajo —. Dile a Bruce que está invitado a venir siempre que quiera. 

—¿Quién es Bruce?

La voz del cabeza de familia enturbió un poco el agradable momento entre madre e hijo cuando ambos voltearon a verle. Howard vestía un impecable traje y tiraba de una pequeña maleta de ruedas en dirección a ellos con el semblante serio, pendiente de la pantalla de su teléfono móvil. 

—Pensé que tu vuelo era más tarde — dijo María poniéndose en pie.

—Lo he adelantado. Quiero pasar primero por la fábrica y comprobar la nueva maquinaria. 

—¿Por cuánto tiempo te vas? — preguntó Tony fingiendo un interés que no sentía.

—Serán tres días y tu madre se queda, así que nada de fiestas, Anthony — dijo severo sin siquiera mirarle a la cara.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2019 ⏰

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Profesor Rogers [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora