8. Videocámara

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Yoongi sabía que Taehyung era capaz de llevarlos a Busan en un parpadeo ligero y rápido, pero escogió ir en autobús, sumergiéndolos a ambos en una cápsula de silencio esquivo y miradas de soslayo. Ansiaba en demasía preguntarle el súbito arranque de viaje hacia una ciudad que aún se encontraba en pedazos. Su pecho desprendía suspiros ansiosos, con las manos inquietas por tomar las de Taehyung, verlo a los ojos y decirle que bajaran del autobús antes de vislumbrar el cartel de bienvenida a Busan. Pero fue tarde, porque las letras aparecieron en la lejanía como el Sol al amanecer.

Luego de horas de silencio, Taehyung le habló. “Llegamos,”

Sin importar la obviedad del comentario, Yoongi asintió, comenzando a percibir el frío de los fantasmas abrazar su piel. Se dirigieron hacia la cabina de equipajes para recoger las maletas, el bullicio de la multitud alzando la voz, ruedillas sobre el piso, saludos y besos, toda esa mezcla de sonidos apabullantes comenzó a marear a Yoongi. Con dedos trémulos iba deslizando su maleta, dándose cuenta al momento de salir que no sabía dónde se hospedarían.

“Tae…” Su voz inundada de inseguridad.

Taehyung se volteó, con un boceto de sonrisa en los labios. “Dime,”

Exhaló, ojitos cerrados mientras intentaba calmarse. “¿Dónde vamos—?”

Así como el día que se conocieron, Taehyung alzó una mano hacia Yoongi, esa vez con firmeza y enmudeciendo sus palabras. Yoongi no apartó sus orbes asustadizos del rostro elegante y juvenil que tenía enfrente, capturando en el instante cada facción por cuadro. Sintió un pequeño cosquilleo en el estómago, notando en ese segundo que las pupilas de Taehyung se dilataron como Luna Nueva para luego pasar a ser un par de simples puntitos negros en sus iris cafés.

Delicado, le besó.

“En mi casa,”

Yoongi inspiró, conteniendo con todas sus fuerzas el ruido desenfrenado que emitía su corazón. Dejó caer su cuerpo en el piso, importándole poco el dolor seco que se escurriría después en su trasero. Sentía que había caminado cada kilómetro hasta Busan, los músculos desfallecían a medida el cántico suave se ampliaba cada vez más a su alrededor, con Taehyung completamente ajeno, acomodando en el armario las prendas de forma ordenada.

Estás aquí.

El cielo lucía hermoso, con tonos azules brillantes y nubes esponjosas desplazándose juguetonas, anunciando que el cumpleaños de Jungkook por fin había llegado. Yoongi percibió el cosquilleo de las lágrimas queriendo escapar de sus nebulosas asustadizas, pincelando en un rojo leve el contorno de sus ojos, nariz y mejillas.

“Yoongi-ssi,” Sus latidos incrementaron de forma peligrosa al oír a Taehyung llamándole de esa forma otra vez.

Le miró sentarse delante de él, con las piernas cruzadas entre sí al tiempo que tomaba las manos cálidas y temerosas de Yoongi.

“Tranquilo—” La manzana de Adán en Tae subió y bajó despacio, tragando el nudo que se formaba dentro. “Todo estará bien, ¿sí?”

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“¿Me oyes?” Era la tercera vez que el Oficial le llamaba. “¿Te encuentras—?”

“¡Min Yoongi!”

Parpadeó con rapidez, labios rotos en un puchero inmóvil y orbes fijas en un punto de la habitación de Interrogatorios. Alzó la vista hacia los dos hombres frente a él, ambos con trajes formales y peinados corregidos. También había un televisor con una computadora conectada, esperando a que le dieran vida. La expresión catatónica impresa en sus facciones se reflejaba en la pantalla negra del apartado, capturándolo sin permiso alguno.

Split sky | taegikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora