Prólogo

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–¡Hazlo... mátala! - Vociferó. - ¡Es una orden! Es ella o... él.

El chico no tenía opción, si quería que toda esta pesadilla terminara debía acabar conmigo, por mucho que le costara hacerlo. Tragó saliva y apuntó el arma hacia mi cabeza; sus manos temblaban como si de gelatina se tratasen. Todos los que ahí quedaban presentes observaban la escena impotentes, pues por mucho que les gustara hacer algo, simplemente no podían.

- Lo siento, Minjee...

Levanté mi cabeza y lo miré a los ojos con la visión algo borrosa, ya que un sin fin de lágrimas me impedían ver con claridad. - Está bien. - Musité en un tono con el que sabía que sólo él podía escuchar.

Sinceramente me asustaba. Me asustaba la idea de morir, tan joven; pero desgraciadamente debía asumirlo, tarde o temprano sabía que este momento llegaría y esta vez no iba a dejar que alguien más muriera sólo por intentar evitarlo.

Éste se agacho una vez más para estrecharme entre sus brazos, susurrando algo en mi oído antes de volver a levantarse y apuntar el arma de nuevo hacia mi cabeza.

Sabiendo lo que estaba por venir, cerré los ojos; esperando el súbito impacto que acabaría con mi vida.

De un momento a otro el repentino sonido de la pistola siendo recargada hizo eco, provocando que mi piel se erizara y la sangre se me congelara por completo. Y acto seguido el ruido de ésta siendo disparada lo siguió, retumbando por todo el lugar.

¿Cómo diablos había llegado hasta aquí?

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