IX

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¿Qué iba a ponerme hoy?
Ese era mi gran dilema a las 6:18 de la mañana; no tenía mucho tiempo para pensar ya que andaba un poco justa de tiempo, pero vamos, tengo clases con el mismísimo Kim SeokJin. Tenía la necesidad de verme más que bien.

Al final de haber pasado una pequeña crisis existencial, que la ansiedad me apretase el pecho y que la tercera guerra mundial diese por concluida; todos aquellos planetas se alinearon y como un rayo de luz majestuso iluminaron las prendas de ropa.

Agarré los pantalones vaqueros rotos con aquella camiseta de manga larga negra que dejaba a la vista parte de mi clavícula. Coloqué en mi cuello el cuero negro y me calcé unos zapatos blancos simples. Me hubiera gustado verme en el espejo pero ya no tenía más tiempo.

Como todos los días de esta semana busqué durante unos buenos minutos la estancia, hasta que por fin logré encontrarla. Gracias al pequeño tour que me había dado el chico nada más llegar a la casa ya sabía cómo era este lugar, pero eso no significaba que dejase de sorprenderme.

Esta estancia en particular era más que enorme, tenía un escenario que ocupaba la gran parte de la sala; con su suelo de parqué, su gran y pesado telón rojo y millones de focos iluminando la puesta en escena. Había también los característicos asientos delante de este, incluso por los costados y en las partes de arriba, me recordaba a las óperas musicales a las cuales todos acudían.

Pero la magia ocurría cuando dirigías tu mirada al techo, era precioso. Todo este se encontraba repleto de arte renacentista, pequeños ángeles revoloteando por todo el mármol, mientras colores claros y cálidos se mezclaban con los oscuros y fríos. Me fascinaba esta obra de arte, sus detalles y los reflejos de cada uno de los cuadros eran maravillosos.

- Nunca me cansaré de mirarlo. - La voz de Jin a mi lado hizo que diera un pequeño salto en mi sitio.

Lo observé de pies a cabeza. Llevaba unos pantalones grises rasgados en las rodillas, unas botas negras altas y un suéter de lana color rosa palo. Lo repetiría unas mil veces, Jin era la persona más hermosa que había visto en mi vida, aquellos labios rojos despampanantes, su mandíbula siempre marcada, su nariz perfecta acompañada de sus dos pequeños ojos rasgados.

- Sí, hermoso. - Dije observándole completamente embobada. Este me miró de reojo mientras subía una ceja en mi dirección. - El techo me refiero. - Rectifiqué una vez noté mis mejillas calientes.

- No es lo único hermoso aquí. - Respondió mientras me miraba ahora a los ojos. - Estás muy guapa hoy, Minjee. - Sonrió abiertamente provocando que los colores subieran más a mis mejillas.

- Gracias, tú también estás muy guapo hoy, bueno no solo hoy, quiero decir tú siempre estás guapo. Dios mío no sé lo que estoy diciendo, lo siento. - Dije mientras agachaba la cabeza y cerraba los ojos, podía escuchar su risa, ¿en qué carajos estabas pensando, Minjee? - Será mejor que empezemos con las clases. - Dije para volver a subir mi cabeza hacia su dirección.

Jin asintió sonriente y me dirigió hacia una de las sillas que se encontraban cerca de nosotros. Hizo que me sentase yo primero para luego hacerlo él a mi lado, como todo un caballero. Reprimí las ganas de soltar un suspiro cuando lo vi acomodarse su cabello e intenté centrarme en sus palabras.

- No creas que actuar es algo fácil, querida Minjee. Es un proceso complicado que tiene su tiempo; yo mismo tardé meses en perfeccionar mis facciones. Da igual la situación de mierda en la que nos encontremos, este bello rostro seguirá con la misma expresión facial. - Reí a su comentario.

- Recuerdo cuando era pequeña e hice una obra de teatro en mi escuela, - pequeños recuerdos de aquel traje de árbol cruzaron mi mente - fue súper vergonzoso.

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