No toques las cosas de papá.

637 37 24
                                    

Nero despegó sus ojos de los míos para después posarlos más abajo.

— ¿Nunca habías visto a un hombre desnudo, Nero?

Con sus mejillas ardiendo negó varias veces.

— Pues, disfrútalo.

Sonreí de medio lado y me envolví la toalla en mi cintura.

— ¿No vas a pasar?

Nero temblaba ligeramente desde donde estaba.

— Y-Yo...Quiero usar el inodoro.

— ¡Claro! Vamos, entra, te dejaré solo.

Dejé a Nero solo en el baño y me dirigí a mi habitación.

Solo me puse un bóxer y me tiré a la cama a dormir.

Mientras me acomodaba en las almohadas escuché el chirrido de la puerta y la ligera entrada de la Luz golpeaba mi ojo.

— ¿Tío Dante?

— ¿Nero? Qué haces aquí.— Dije sentándome en la cama.

No recibí respuesta más que la imagen de Nero escondiéndose en la puerta como si no tuviera el valor para decirme tal cosa.

—...Ven aquí crío.

Hice un espacio a mi lado y él como una estrella fugaz se lanzó a la cama.

Cuando quedamos totalmente cómodos nos quedamos mirando durante un buen rato. Aquellos ojos brillaban, literalmente, una luz azul muy leve hacía aparición en el color de sus ojos.

Nuevamente me sentía en el mar.

Como si nadara.

Me pierdo completamente en ellos.

Estaba tan embobado que de mis labios salieron inconscientemente ciertas palabras.

— Tus ojos son más hermosos que los de una joven mujer...

Fue un susurro, pero Nero lo escuchó.

Su rostro nuevamente se tornó rojo.

— ¿Porqué duermes sin pijama?

Parpadeé varias veces tomando cordura de mis pensamientos.

— Es más cómodo así.

— ¿No te da frío?

— Para eso existe la cobija.

Lo siguiente que vi fue al pequeño sentarse mientras se quitaba su pijama.— Espera, Nero, Nero qué haces.

— Mhg..Tu, dices que mhg...¡Así es más cómodo, uff!

Cansado de tratar de quitarse su pijama se volvió a acomodar en las almohadas, yo reí y lo arropé con la cobija.

— Debes dormir. ¿Vergil no te ha inscrito en una Escuela?

— Aprendo mucho más con papá. Además, papá dice que soy diferente a los demás niños y no lo dijo como ofensa, dijo que era...Único.

Sonreí de lado.— Claro que eres único. Y eso es genial.

— ¿Tan genial como tus prendas?

No pude evitar reír.

— Tan genial como mis prendas.— Repetí.— Y siempre lo serás.

— ...Cuando sea grande, quiero usar gabardina como tu y como papá.

— Pues...Te compraré una, cuando cumplas dieciséis.

El pequeño asintió y posé mi mano en su mejilla, mientras mis dedos se enredaban en sus cabellos.

Blue Eyes [C A N C E L L E D] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora