II

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Dante.

Habían pasado seis años desde la llegada de Nero.

En pocos días llegaría su cumpleaños número dieciséis.

Mi pequeño sobrino iba a cumplir años. Honestamente odio que crezca, pero eso lo hace más atractivo de lo que era antes.

En todos estos años Vergil y Lady habían formado una conexión más allá de la amistad a pesar de que ninguno quería dar el siguiente paso, a Nero le agrada mucho a Lady y él en el fondo moría por que ella sea su madrastra.

Y ya que hablamos de Nero, el muy mocoso se ha puesto ligeramente rebelde.

Me gustaría decir que me prende.

¡Pero!..Eso estaría mal, me gustan las chicas malas, no lo chicos malos. Pero puedo hacer una excepción por Nero...Dejando de lado los lazos sanguíneos, claro.

Como era de esperarse, después de cumplir doce años sus inseguridades incrementaron y...Adivinen que.

¡Usa un yeso, para cubrir su brazo!

Y el más disgustado aquí, es Vergil. No soporta el hecho de que su hijo cubra algo que hace ver lo que en realidad es, odia el hecho de que Nero sienta vergüenza por ser mitad humano.

¿Y saben? Yo también lo odio.

Pero dentro de las puertas del negocio ese yeso no está presente.



— ¿Dante?

Me acerqué a la voz que me llamaba.

— ¿En que puedo ayudarte, jovencito?— Respondí con una voz muy grave.

Risas.— Solo quería recordarte que pronto es mi cumpleaños.

— Hmm...Sí, lo sé. ¿Acaso estás pidiéndome algo súper ilegal o algo que a Vergil de seguro le disguste?

— ¿Más que mi yeso? Ojalá. Pero no, solo...Espero que no hayas olvidado lo que dijiste.

Me puse pensativo.— ¿Y qué dije?

El muchacho rodó los ojos y se puso sus cascos...Esos malditos aparatos de música que usa cuando está enojado, aburrido o sencillamente no quiere escucharte.

— Nada, nada importante.

Mis cejas se unieron y le arrebaté esas cosas que traía puestas.

— ¡Hey!

— ¡Soy el mejor tío del mundo, eso lo sé! Pero ya he aguantado muchos de tus feos comentarios y no voy a dejar que me faltes el respeto así.

El menor se levantó de golpe e hizo el ademán de quitarme los aparatos.

Pero los alcé a tiempo.

— ¡Regrésamelos!

— Sí me pides disculpas lo pensaré.

— ¡No tienes que pensar nada Dante! ¡Son míos regrésamelos!

— ¿Y si me dices lo que se supone que debo recordar?

Blue Eyes [C A N C E L L E D] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora