Loca por un extraño.

Capitulo 4

Era algo temprano así que decidí salir a tomar un café sin mis fastidiosos hermanos.

Me dirigí directo a la cafetería, la verdad me hubiera gustado ir con alguna amiga o algo, pero la verdad no tenía así que decidí ir sola.

Llegue a la primera cafetería que encontré y me estacione, le llame a mi hermano Ty para avisarle y dijo que estaba bien.

Me baje del auto y entre, me senté en la primera mesa vacía que había ahí, me senté y vi la carta.

Cuando de repente se acercó un chavo alto como de unos 1.82 cm, tenía pelo castaño obscuro y se veía muy sedoso y suave y daban ganas de pasar los dedos por su cabello, tenía ojos azules y una mirada perfecta, tenía un lunar al lado de la boca, tenía unos labios gruesos con un color carne muy lindo y tenía una sonrisa hermosa y muy blanca.

- ¿qué va a ordenar señorita? - dijo el chico.

Voltee a verlo y lo vi, muy guapo en verdad mucho, me puse roja por un segundo, voltee a ver hacia su pin que decía: Le atiende Kyle.

- Bueno Kyle, quiero ordenarte un Frappe de chocolate blanco, y una rebanada de ese gandioso pastel de chocolate, por favor guapo. - dije con una sonrisa aún que después la cara me cambio.

¿Qué? ¿Guapo? ¿Enserio?

- Claro que sí linda, lo que quieras. - dijo guiñandome el ojo.

Oh Por Dios! ¿Guapo enserio? ¿Me guiño el ojo? ¿Me dijo linda?

Observe por afuera de la ventana viendo los coches viniendo y llendose como sí fueran carreras de Xbox, me quede pensando en que pasado mañana iría a la escuela, no tengo casi nada de ropa que ponerme, necesito ir de compras. Dicen mis hermanos que sólo las fresas usan vestidos en la escuela, casi toda mi ropa eran vestidos, no podía tirarlos ya que eran de mi abuela, eran todos muy lindos, me los regalo cuando cumplí 15, pero yo no soy fresa y odiaría serlo, así que iría de compras.

- Linda, aquí está lo que ordeno. -dijo esté dejando mi plato y mi vaso en la mesa.

- Si, gracias.- dije regalándole una sonrisa que sin querer se escapó de mi rostro.

Era muy guapo en verdad, y esa mirada mataba.

Quería contarle a mis hermanos, pero recordé que son demasiado celosos y no dejarían de preguntar cosas y lo golpearían.