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Era día lunes, los pájaros cantaban, las personas dormitaban parados sostenidos de los asientos del microbús, el sol se asomaba en el cielo entre muchas nubes de lluvia que se alejaban por el horizonte...

Ah. Y un chileno enfadado comenzaba su día de la peor forma posible. Perder en su deporte favorito frente a su ex pareja no era uno de sus mejores planes de vida que digamos. Y haberse caído en un charco no favorecía su mal humor.

No había hablado con Martín en todo el partido, es más, ignoraba lo más que podía su presencia, mientras que por otro lado, el argentino intentaba llamar la atención del chileno para poder hablar. Le daba pena la situación, pero en parte sentía que se lo merecía.

Había pasado una semana desde el incidente y Martín lo veía como si hubiera pasado hace siglos.

Misteriosamente, el argentino llegó temprano a clases, tan temprano que no había alma siquiera en la sala.

—¿Vos sos boludo Martín? —Se dice a sí mismo, percatándose en su celular que ese día había puesto la alarma dos horas antes de la estipulada.

Suspira hondamente y se acuesta en la mesa. Volvió a ver el celular y vio la hora, le quedaba aún una hora para que tocaran el timbre. Cerró los ojos y aprovechó de dormir un rato, y luego de pasados 10 minutos, escuchó unos pasos en el pasillo.

Le pareció extraño que una persona estuviera tan temprano en el instituto, por lo que quiso ir a ver quién estaba allí. Se levantó del pupitre y caminó hasta el pasillo.

Vislumbró una cabellera rubia entrando por una de las salas, por lo que no evitó pensar en el inglés y furioso se dirigió hasta él.

—Parame un cacho cejotas y la concha de tu madre que te creés diciéndole al flaco de la estúpida apuesta, fue una boludez de ambos y lo admito, vos-

—Wait idiot, I'm Alfred, not Arthur —Dice el rubio con lentes, mirando a Martín incrédulo.

—Ah, perdona —Observa de pies a cabeza al estadounidense y se retira de la sala.

—Hey, Martín —Lo detiene Alfred, hace que se siente en un pupitre —What's wrong?

—No es nada, pensé que vos eras Arthur —Alfred lo miró con una cara de confusión, Martín suspira —¿No supiste?

—¿Saber qué cosa?

El argentino lo observa por unos segundos, volvió a suspirar, esta vez de manera triste pero calmada a la vez. Ahora que tenía tiempo para pensar, no quería hacerle lo mismo a Alfred como Arthur se lo hizo a Manuel, por lo que se encogió de hombros.

—Pregúntaselo a Arthur, creo que yo no debería decírtelo.

—Martín —Alfred queda un momento en silencio, pensando en qué decir —Cualquier cosa que haya hecho Arthur, ha sido mi culpa. Realmente lo siento.

—No, tranquilo —Otro silencio se apodera de ambos, esta vez el argentino escucha gente en los pasillos, estaban llegando de a poco —No es culpa tuya, ni de Arthur, ni de Francis —Sintió un leve nudo en la garganta —Es mía.

Alfred iba a decir algo más, pero en la puerta se asoma una persona: Arthur.

Se queda mirando por mucho tiempo a Alfred con un rostro de melancolía, y al percatarse de la presencia del argentino, su semblante cambia a uno de desprecio.

—What are you doing here?

Quizás en otro universo paralelo le hubiera gustado lanzarse sobre Arthur y romperlo a trompadas en el mismo instante en que llegó a la sala, pero vio a Manuel atrás del inglés, probablemente más confundido que éste.

Martín se tronó los huesos de sus manos, y cuando Manuel vio las intenciones del argentino, agarró su mano y lo llevó hasta la sala de ambos.

Creo que Alfred y Arthur tendrían que hablar nuevamente a solas.

...

Manuel había llevado a Martín a la sala, literalmente a rastras.

—Che, flaco, me estás arrancando la mano —Protesta el argentino con el ceño medio fruncido.

—Eso te pasa por andar buscando pelea.

—¿Pelea? ¿Que me estás contando?

Manuel rueda sus ojos, señalando que el argentino había sido muy obvio y que se notaba que quería golpear al inglés, Martín niega con la cabeza. Sólo se estaba tronando los huesos, pensaba él, una mala manía suya.

—Ya, filo —Agacha sus hombros y se va a sentar en su pupitre, tratando de estar alejado del argentino.

Martín no se esmeró en detener a Manuel, de todas formas tenía que darle su espacio, aunque no sabía muy bien qué significaba ni cuánto tiempo tenía que dejar pasar para que a Manuel se le fuera el enojo, pero se estaba exasperando. Optó por sentarse también en su pupitre.

La gente comenzó a llegar y en poco tiempo ya estaba casi la sala completa. Sonó el timbre y la profesora de filosofía entró a la sala a dar la clase.

Como la profesora se iba por las nubes la mayoría de las clases, el argentino no evita bostezar y acostarse en su mesa, mirando de reojo a Manuel quien, como siempre, mantenía su cabeza apoyada en su mano y su codo en el pupitre, simulando prestar atención, cuando realmente no hacía nada más que pensar en unicornios.

Ese pensamiento le causó risa a Martín, y se le ocurrió la loca idea de mandarle un mensaje con un papel a Manuel, de seguro lo iba a mandar a la mierda, pero no perdía nada haciéndolo. Escribió un par de palabras en un trozo de cuaderno, lo dobló dos veces y se lo pasó a Miguel quién estaba a su lado, éste se lo pasó a Pedro quien intentó ver dentro del papel, para luego llegar a las manos de Pancho y finalmente a las de Manuel.

El chileno ve el papel, confuso y analizándolo como si fuera una bomba. Mira a su lado y nota que Martín lo observaba, éste dio vuelta su mirada a la pizarra, pero no se escapó de la vista del chileno, causándole una tenue gracia. Abrió el papel y leyó el contenido.

"Oye flaco
Y si te invito una copa y me
acerco a tu boca? 1313💖"

Manuel se ruborizó al instante, pero enseguida supo qué responder. Se puso a escribir en el papelito, lo dobló dos veces y esta vez se lo pasó a Coco, la cual se lo dio a Lucho, luego a Sebas y finalmente a Martín.

Martín lo acepta ansioso, esperando encontrarse una linda respuesta en el papelito.

" Y si te mando un putazo a ver si
cerrai el hocico?
Aweonao Cristian."

🌌🌌🌌🌌🌌

Créditos a la persona que comentó esos diálogos entre el par de tórtolos~ uvu

Presione F aquí por el Martincho que le va a costar recuperar el corazoncito de Manolo, F.

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