Prefacio.

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Mi nombre es Jude Drake. Al menos desde hace un año y nueve meses. Si estás leyendo esto supongo que es porque estoy en problemas y ha llegado el momento de agitar las aguas.

Me gustaría decir que mi vida al lado del líder de la mafia Rumana ha sido un sueño. Pero si así fuese, no estaríamos aquí.

Nací en un país excéntrico, un nido de víboras. Con unos padres que se casaron demasiado pronto y engendraron algo que no podrían controlar. Siempre me avisaron sobre quién sí y quién no. Debía haber hecho caso por una maldita vez en mi vida.

Los años pasaron y a pesar de ciertas discusiones cotidianas pude crecer en la inconsciencia, a los cinco, cambiamos de país. Se suponía que en España todo sería diferente, mejores condiciones de vida.

¿Creéis en el Karma? Yo lo estoy vieviendo en carne propia.

Con apenas ocho años vi como la policía esposaba a mi padre por un delito que no cometió. Pero ere es el precio que el Karma te hace pagar por todos los que sí llevó a cabo.

En el nuevo país los niños no eran precisamente agradables, la mayoría odiaban a los extranjeros por unos prejuicios implantados por el gobierno. Y me odiaban a mí.

Sobrellevé aquello de la mejor manera que pude; sin un solo amigo, con un hermano de apenas meses, una abuela entrañable y una madre que se partía la espalda trabajando humildemente como señora de servicio dieciséis horas diarias, para poder sacar a lo que quedaba de su familia adelante, mientras lloraba todas las noches pensando que nadie la escuchaba. Aunque yo siempre estaba al otro lado de la puerta acariciando la madera hasta que las caricias se convirtieron en raspones y mis dedos se despellejaron.

Años después liberaron a mi padre, y finalmente todo parecía ir bien. Llegó la adolescencia, insultos, malas caras...

Nunca fui la chica que gustaba, ni la sociable por mucho que lo intentara.

Ésto no es una película, pasé inadvertida la mayor parte del tiempo, y cuando no, era porque alguna burla me atravesaba.

Ningún amigo en todos aquellos años, hasta el penúltimo.

Todo comenzó con una enemistad por parte de personas tóxicas, y sin embargo aquella preciosa chica de pelo rubio y ojos marrones fue mi salvación. Quiso ser mi amiga, aceptando cada uno de mis defectos. Ésa chica que me odiaba se convirtió en mi mejor amiga sin pedir nada a cambio.

Los años pasaron y nosotras nos volvimos inseparables, Erza y yo éramos las dos caras de una misma moneda, una.

Con diecinueve años me convenció para visitar aquel maldito club. Iba a ser una noche tranquila, un par de copas y algún que otro baile.

Pero él puso sus ojos en mí. Aquel hombre alto de ojos oscuros y facciones angulosas se fijó en mí. Alguien lo hizo por primera vez. Y lo sentí hasta la médula. Algo que nunca había permitido a nadie. Al menos no de aquella manera.

Alexander Petrovik me arrastró a la oscuridad más profunda sin compasión. Me llevó de vuelta a lo que mis padres tardaron años en lograr escapar.

Y sin embargo me enamoré de él, a pesar de las advertencias. Caí ante él de rodillas, permitiendo que devorase cada parte de mi alma, destrozando cada milímetro de mí a su paso...

Tenía su parte buena, era el único que conseguía calmar mi cabeza, y lo amaba por eso. Aquella estúpida enfermedad me llevaba consumiendo años, y no hablo de algo terminal, sin embargo en algunas ocasiones habría preferido que lo fuera.

Me volví adicta a él, pero me consumió tanto que acabé siendo una persona despiadada. Un monstruo sin compasión. Un robot a su merced. Por él no habría dudado en matar las veces que me lo pidiera.

"Si nada sientes, nada duele"

Me había dicho.

Pero no todo puede ser perfecto. Nunca entendí aquella frase tan  bien hasta que lo descubrí todo.

Él no me amaba, no amaba a nadie. Era un maldito sociópata diagnosticado. Un monstruo que había estado jugando conmigo, como una pieza más en su tablero metafórico de ajedrez.

Me enfrenté a él, no negó nada, simplemente dijo: 

 "No te amo de la manera que quieres. Pero te protejo de la forma que necesitas. Siempre."

Alexander no me dejaría escapar, tal vez no pudiera amarme, pero no me permitiría alejarme, en cierto modo le convenía tenerme cerca. Había hecho cosas por él que nunca nadie en su sano juicio habría hecho.

Y así acabó aquella parte. No hablo de un corazón roto, es más que eso. Hablo de una mente rota.

Desequilibrada, sería la palabra.

Y fue entonces cuando aquella chica que conocí en el instituto me ayudó, le quité a Alexander todo lo que me había ganado por mis propios méritos, y escapamos.

Alexander Petrovik me había arrebatado lo único bueno de nuestra relación. Lo había despedazado... literalmente. Y ahora yo le había quitado lo que él consideraba más importante; A mí.

Juró encontrarme... y matarme. Aunque eso solo ocurriría por encima de mi cadáver.

Un año más tarde, en otro país, otro ambiente, otro nombre y nuevas personas,me encontraba sobreviviendo.

Porque si algo tenía claro era que no estaba viviendo, estaba sobreviviendo.

Pasé inadvertida hasta que otros ojos tanto o más aterradores que los de Alexander se posaron sobre mí...

Y aquí comienza la historia.

Si Alexander me ha encontrado solo hay una forma de salir de esta; Con los pies por delante o con su cabeza en la mano.

SI NADA SIENTES [Alerta Casian I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora