Capítulo 7

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«¿Cómo podría explicártelo? A veces me siento muy desamparada. La incertidumbre de cuando te encuentras de golpe desposeída de un marco en el que apoyarte. La pérdida del lazo de la fuerza de gravedad, la sensación de estar flotando sola por el negro espacio, a la deriva. Sin saber siquiera a dónde te diriges.»

Sputnik, mi amor, Haruki Murakami.

.-.-.-.-.-.

—Creo... creo que voy a vomitar.

—¿Te llevo al inodoro?

—No.

—¿Irás solo?

—Sí.

—Déjame ayudarte a pararte.

—Mmm... no quiero.

—Dale, dame la mano.

—No. Me das miedo.

—¿Miedo?

—Sí. Miras mucho mis manos. ¿Y si me las quitas?

—Puedes estar tranquilo.

—Mmm...

—Jeon.

—¿Sí?

—Dame la mano.

Para Haneul, JungKook lucía demasiado indefenso. Olía a alcohol, su cabello estaba desordenado y una fina capa de sudor cubría su frente. También le brillaban los ojos, y sus labios apuntaban a ella, ligeramente separados. Apretaba las manos contra su pecho, como protegiéndolas, infirió que de ella, y sus piernas estaban estiradas a tal punto que sus pies tocaban el marco opuesto de la puerta. Ella lo observaba desde arriba, con una mano estirada hacia él. Le parecía una situación graciosa. Como ella no solía tomar y, por lo mismo, nunca se emborrachaba, estaba acostumbrada a cuidar de Shin Hye (algunas veces de Jimin, tal cual hace unas horas, antes de que TaeHyung apareciera y Min Yoongi decidiese irse), pero nunca imaginó que le tocaría hacerlo con Jeon JungKook. Concluyó que era un borracho tranquilo, aunque algo difícil de convencer.

—¿Qué me darás a cambio? —inquirió el pelinegro, arrugando el entrecejo.

—Un inodoro.

—Un inodoro...

—Sí. Sirven para muchas cosas. Puedes vomitar allí.

—Ah, suena tentador...

—¿Verdad que sí?

—Bueno, te creo. Te doy mi mano.

Al tomar la mano del chico, Haneul la sintió áspera, cálida y notó que la propia era muy pequeña a comparación. Confirmó, una vez más, que Jeon JungKook tenía manos muy bonitas, y por un instante no quiso soltarlo tras haber logrado que se ponga de pie. No obstante, lo hizo, y posó las manos en sus hombros para empujarlo despacio hasta el inodoro. En el camino se tambaleó mucho, por lo que trató de mantenerlo firme en todo momento hasta que arribaron a su destino. Ya frente al retrete, JungKook se sentó en el suelo, soltándose del agarre de la chica, pero no dio indicios de vomitar y, por el contrario, se recostó en la pared con las rodillas recogidas hasta el pecho. Parpadeó, como si la luz tenue del baño le molestara, y terminó por hacerle una seña a la castaña para que se sentase también, acción que no tardó en realizar. De esta forma, ambos quedaron sentados uno frente al otro, mirándose expectantes, aunque ninguno tuviese algo especial que decir.

—¿Te puedo dar un beso?

Haneul admiró cómo el pelinegro la sorprendía cada vez más. Admitía haberse sentido avergonzada ante tal pregunta, pero la gracia predominaba y no pudo controlar la risa. El chico mantenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos, a través de los cuales inhalaba y exhalaba el aire con lentitud.

Manos | Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora