Manos | Jeon Jungkook

Capítulo 2

«Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, es seguro que estás en peligro en cada batalla.»

El arte de la Guerra, Sun Tzu.

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Cuando alguien hace algo considerado dentro de tus estándares de amabilidad y lo has deseado (o no. O puede incluso que te enteraste que lo deseabas después de que ocurriese), aunque no lo hayas pedido explícitamente, lo vas a agradecer. Sin embargo, al ser todo lo contrario, lo primero que pasará por tu cabeza será un "yo no te lo pedí" y, de forma triunfal y como reinas y reyes con dignidad, esquivarás el gracias de tu garganta. Bajo esta lógica, no tendríamos motivos para agradecer en la primera situación porque tampoco lo hemos solicitado o, por el contrario, deberíamos hacerlo también en la segunda. Por poner un ejemplo sencillo: cuando una cuenta de Instagram recomienda la tuya sin que hayas tenido que recurrir al spam, lo agradeces. Ahora imagina que otra cuenta te recomienda, pero al mismo tiempo te critica con algo que piensas te perjudica y le reclamas, y te saca en cara que siquiera te recomendó; entonces tú vas con el "igual ni te lo pedí" y pues eso, dignidad por sobre el gracias. Algo menos ambiguo que la pelea sería cuando tu madre, padre o quién sea limpia tu escritorio porque a vistas de todos es un desastre, y sales con el "no toques mis cosas si yo no te lo pido" porque el desastre, para ti, era un desastre con orden. Esto ha hecho a Haneul pensar en que se vive en una constante paradoja que se lleva tan interiorizada que ni siquiera se cree como paradoja y, a consecuencia, se considera que las paradojas son incorrectas. Entonces se evitan, y ni siquiera ella tiene el gozo de decir que es la excepción a la regla.

Jeon JungKook era otro ejemplo de paradoja. O más bien, sus sentimientos hacia Jeon JungKook y sus manos eran una paradoja. Y lo comprobaba ahora, al tenerlo sentado a centímetros de ella, en la carpeta contigua a la suya del aula de inglés. El profesor había cambiado los sitios y ambos terminaron juntos en la penúltima fila. Haneul no lo había solicitado, y no sabía si le agradaba o no, pero cuando el muchacho llegó a su lado y apoyó las manos en su respectiva mesa, pensó que tal vez podría aprovechar esa pequeña coincidencia.

También la atacaron las palabras de Shin Hye, y se preguntó si realmente debería detener su manía de mirar las cosas que le parecían bonitas. Muchas veces lo hacía de forma inconsciente y, para ser sinceros, nunca se le ocurrió que pudiera ser algo malo. Tal vez incómodo, mas no malo, porque creía de manera firme que lo bonito debía ser admirado y la vergüenza no debería dejarse ver. Haneul entendía aún menos la relación entre mirar lo bonito con estar enamorada, pero de esa forma, porque en realidad ella sí que estaba enamorada; enamorada de lo bonito, por lo que podría decirse que estaba enamorada de las manos de Jeon Jungkook. Otra relación que no comprendía era entre el que estuviese enamorada de sus manos con que estuviese enamorada de él, de su persona. Que no cumpliese una de las dos invalidaba la relación y lo convertía en una contradicción; una paradoja. El porqué Haneul tendría que preguntárselo a Hana.

—¿Qué clase toca después?

Haneul también creía que JungKook tenía una voz bonita. Una voz preciosa, mejor dicho. Pero pocas veces le había gustado escucharlo, porque la mayoría del tiempo que lo oía hablar era en el colegio, en un salón de clases; es decir, el lugar en donde se dedicaba a soltar chistes aburridos, confrontar a los profesores con excusas tontas y demás acciones que Haneul no podía recordar con claridad, porque su cabeza prefería reproducir Ayakashi no doubutsuen cuando eso (y, en general, cualquier otra cosa que no le interesaba) ocurría. Usualmente terminaba siempre con la pregunta de cuál sería el significado de la letra que su voz interior creía conocer, así que la buscaba en google y, como siempre, no la encontraba ni en inglés. Como hubiese pasado si es que Jeon JungKook no le hacía aquella pregunta.