Sentado en la mesera, Steve miraba a los más pequeños arreglar sus cosas para ir a la escuela. Bueno, sus hijos ya no eran tan pequeños. María ya se encontraba a la tierna edad de ocho años, era toda una pequeña señorita usando su vestido de color rojo con puntos blancos. Mientras que Harley, solo cinco años mayor que ella, se encargaba de supervisar que en su mochila estuvieran todos los comics que compro durante el verano. Por otro lado, se encontraba Peter, el chico de 17 años que se encontraba pendiente de su celular. Suspiró orgulloso, su primogénito ya estaba a pasos de abandonar la secundaria. De hecho, la semana pasada le había informado acerca de una de las posibles opciones para ir a la universidad. Su pequeño alfa había crecido tanto. Todavía recuerda cuando era un pequeño al que todavía había que acompañarlo para ir al baño.
-¿tienen todo listo, chicos?
-si- dijeron los más jóvenes- ¿es necesario ir el primer dia de clases? Siempre podríamos ir la próxima semana.
-claro que no- dijo el alfa cruzándose de brazos- ninguno de mis hijos faltara el primer dia de escuela.
-no insistan chicos-dijo Peter tomando su mochila –ya llevo años intentándolo.
En eso, el sonido de la bocina del autobús interrumpió la amena charla.
-ya llegó el autobús –dijo Steve abriéndose paso hacia la puerta- vamos, no quiero que lleguen tarde.
-nunca lo hacemos- dijo Harley con desgano- al menos no contigo.
Antes de que los niños cruzaran la puerta, Steve les bloqueo la pasada. Los niños alzaron la vista para encontrarse a su sonriente padre.
-no se irán sin despedirse de mí.
-papá por favor- reprochó Harley- ¿no podemos simplemente irnos?
-por supuesto que no.
Steve se agachó hacia la altura de sus hijos y besó sus mejillas ganándose una y que otra mueca de desagrado por parte su hijo del medio. Mientras que María aceptaba gustosa el afecto de su padre. En cuanto se despidió de los dos menores, los dejó ir.
-que tengan un buen dia.
-adiós papi- dijo María antes de subirse del autobús y desaparecer por el interior de este.
Steve no despegó la mirada hasta que el autobús desapareció de su vista. Con una sonrisa en la cara, se adentró a su hogar y cerró la puerta.
-¿y tú? ¿Cuándo piensas marcharte?- preguntó el alfa mientras miraba a Peter colocándose la chaqueta.
-ahora mismo papá. Solo le estaba hablándole a Ned para juntarnos a fuera de la escuela.
-entiendo- dijo Steve recargándose en la pared- que tengas un buen dia, hijo.
-tú también, papá- dijo el joven castaño abrazándolo- por cierto, ¿papá todavía no ha despertado?
-lo deje dormir un poco más de tiempo. Hoy es su dia libre así que preferí no despertarlo.
-ya veo. Le hablaré más tarde para ver cómo se encuentra.
Sin más Peter abandonó la estancia y emprendió camino hacia la preparatoria. En cuanto, escuchó el sonido de la puerta cerrarse, Steve se quedó pensando en las palabras de su hijo. Él también había notado que Tony se encontraba extraño. Luego de estar casi veinte años con su esposo, ya se sabía cada una de sus mañas.
Fue entonces cuando el rey de Roma hizo su aparición bajando por las escaleras. Todavía no se cambiaba el pijama y arrastraba sus pies con pereza. Vio cómo se rascaba su descuidada barba y daba uno que otro bostezo. Su cabello con un tanto contenido de canas lucia alborotado. Para los ojos de cualquier persona, Tony parecería desaliñado de pies a cabeza. Sin embargo, para los ojos de Steve, era el hombre más bello y atractivo en la faz de la tierra.
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Cuando menos se espera
ContoSiempre dicen que un bebé es una bendición, ¿no? Sin embargo, para los ojos de algunos no siempre lo es.