Miró con resignación la puerta que se encontraba al frente de él. Se mordió los labios sintiéndose levemente incómodo. Negó con la cabeza, mientras más pronto arreglara las cosas sería mejor para todos. Respiró profundo y tocó la puerta. Sin embargo, no hubo respuesta por parte del otro lado, tocó nuevamente y habló:
-María, cariño, debemos hablar.
-no quiero- dijo la niña desde el otro lado de la habitación.
-por favor, mi princesa- dijo Tony intentando hacer entrar en razón a su querida hija- puedo explicarte todo de mejor manera.
- no quiero escucharte – refunfuñó la rubia, quien se encontraba sentada en el piso de la habitación- ¿no que me habías castigado?
-María, sé que te castigue, y se además que te grite – dijo Tony apoyando su frente en la pared- sé que mi comportamiento no fue el mejor, es por eso que quiero hablar contigo.
-¿para qué quieres hacerlo? Puedes buscar cariño por parte de mis hermanos. O bien, del bebé que estará por llegar.
Maldición, pensó Tony para sus adentros. María podía ser tan obstinada y orgullosa como él. Si bien, la niña había sacado los rasgos de Steve, era muy parecida al omega en cuanto a carácter. Podía a llegar a ser muy dulce todo el tiempo. Sin embargo, cuando se metían con ella, podía mostrarse tan fría como una piedra. Incluso podía ser hiriente, pero Tony sabía que no lo decía en serio.
-lo siento, María- dijo Tony de pronto.
Dentro de la habitación, María se encontraba echa un ovillo a los pies de la cama. Desvió su mirada llorosa hacia la puerta. Se quedó atenta a escuchar las palabras de su padre. Entonces esto prosiguió:
-sé que metí la pata esta vez- dijo Tony recargando su espalda en la puerta blanca con flores- actué mal y te grite frente a tus hermanos. Pero tienes que entenderme también a mí. No estoy en mis mejores condiciones. Me estoy enojando con facilidad últimamente y no puedo controlarlo del todo. Solo quiero que seas un poco comprensiva conmigo. Esto no es fácil.
María se había levantado de la cama y apoyó su oído en la puerta. La voz de su padre se escuchaba tan arrepentida. Era el mismo tono de voz que ocupaba luego de haber discutido con su Pops. Por lo general, su padre no era de las personas que se disculpaba con facilidad. Le costaba puesto que siempre pensaba que tenía la razón, pero cuando se daba cuenta de que no era así, venia como perro arrepentido a pedir disculpas. Ella sabía que le estaba costando un montón. El hombre siempre ponía su ego delante de todo. Sin embargo, cuando se trataba de ella, siempre intentaba tragárselo.
-¿me perdonas? –escuchó María.
Tony esperó a que su hija dijera algo. Sin embargo la respuesta no llegó al instante. Sintiéndose derrotado por una niña de diez años, decidió darle un poco de espacio para que ella pudiera meditar un poco. Ni siquiera dio un paso cuando la puerta se abrió lentamente y detrás de ella apareciera su querida princesa de cabello azul. Tony sonrió y luego dijo:
-¿Por qué mejor no hablamos mientras te doy un baño caliente? Sera como un spa.
María sonrió, le encantaba que su padre lavara su cabello.
. . .
-¿podemos hablar?-preguntó Steve desde el marco de la puerta.
Los ojos azules del rubio se posaron en su hijo, quien se encontraba dándole la espalda en el escritorio. Se veía concentrado en que sabe qué.
-¿Qué quieres? –preguntó toscamente el castaño.
Steve resopló ante la actitud de su hijo, el chico ni siquiera se había dignado a mirarlo. Se acercó hasta él y se sentó en su cama. Harley leía con atención el libro de algebra que tenía en el escritorio. En eso, Steve sin previo aviso, le quitó el libro alejándolo de su alcance.
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Cuando menos se espera
Short StorySiempre dicen que un bebé es una bendición, ¿no? Sin embargo, para los ojos de algunos no siempre lo es.