Incisión

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     Aquí estoy y al mismo tiempo no me siento, aquí me encuentro y poco a poco voy desapareciendo, este es solo uno de los pocos momentos de lucidez que aun tengo, que aun logro conservar, después de acabarse aquel vil veneno suministrado por el gran basilisco en mi cuerpo, lo que aun pude quedar de el, se despierta, esta consiente, nuevamente vuelve a la vida, respira durante otra infinidades de segundos, pero me doy de cuenta que aun sigo aquí, encerrado, aprisionado, siendo lobotomizado de una manera sutil mediante fármacos, respiro hondamente para sentir esa dulce corriente de aire nocturno de libertad, aun no se de donde viene ni por donde logra filtrar tan preciado recurso, pero es mío, no podrán quitármelo.

Agobiado de aquella monotonía imberbe e intransigente comienzo a llamar en voz alta a quien pienso que pueda darme una respuesta veraz y efectiva para no enloquecer, para no entregarme a sus caprichos, para no perder mis colores, para no ser un autómata más atrapado en aquella utopía que consideran vida.

Sócrates, Sócrates, Sócrates…

Mis gritos estremecen la habitación, al cabo de unos segundos sin obtener respuesta camino de manera incesante mientras que llamo por una segunda vez.

Sócrates, Sócrates, Sócrates….

     Ahora solo hay silencio, solo existe quietud dentro de estas cuatro paredes. Ya no hay más paredes blancas, solo obscuridad, solo hay silencio y un ápice de luz, una luz tenue y danzante, al acércame veo que la luz es fuego y que aquella habitación se convirtió en una enorme cueva, una caverna, una teoría, observo a Platón, a Sócrates a muchos más, hablando, divagando, conversando y filosofando sobre lo que hay atrás de aquellas sombras proyectas, todos hablan y hacen sus conjeturas sobre lo que son o pudieran ser, pero ninguno se atreve a observar afuera de la caverna y ver lo que realmente es proyectado a su interior. 

De pronto alguien se atreve y sale del claustro, observa la luz, los colores, el aire, los sonidos, saborea un ápice de libertad, se da cuenta que las sombras no son monstruos, que solo son simples reflejos de un nuevo mundo, regresa con los demás hablando de maravillas, colores y sonidos, ideas y pensamientos diferentes, trata de convencerlos de que salgan de la cueva, que dejen de hacer hipótesis y teorías sobre las sombras que observan, pero no funciona ciegos en su ignorancia, atrapados en su utopía de perfección e idealismo asesinan aquel que se atrevió a salir de la ilusión. 

Entonces fue mediante la recreación de la teoría de las cavernas de Sócrates que comprendí, que yo era aquel que salía del claustro, pero como a ese otro filosofo la misma sociedad de la cual yo formaba parte me había repudiado y encerrado lejos de cualquier contacto con el exterior…

CLAUSTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora