Criaturas Sobrenaturales

Cinta 3

Primer día - Segunda Parte

¿Cómo es que he acabado siendo una
protagonista de libros de estilo paranormal?

  Rezaba aterrada porque no me hiciese lo que le acababa de hacer al psicópata. Parecía humano pero no lo era, eso sin duda estaba claro. Iluminaba todo como un letrero de neón en una gran ciudad en un apagón eléctrico. No era muy alto ni muy bajo, su piel era extremadamente brillante y blanca era como la de un cuerpo muerto. Sus llamativos ojos verdes claros brillaban más que las luces de semáforo, y su pelo bien peinado acaramelado rubio a decir verdad.

  —No está muerto, solo drogui por la mordedura. ¡Y levántate, no tengo tiempo para que estés cagada y creas que vas a morir como una mortal del tres al cuarto! —espetó tenso, mientras me ayudaba a levantarme del barro.

  Vale, no iba a matarme. Aunque no estaba tranquila.

  —¿Quién eres y por qué me has rescatado? —me limité a preguntar.

 —Eso no importa ahora. Lo que sí es que tenemos que irnos del bosque cagando leches.

 —¿Por qué?

  Se fue a mirar rápidamente por varios lados.

  —Todavía no ha terminado la cacería por tu cabeza y la zona está infestada de hombres lobo de una manada pequeña con algunos cazadores, creo que de Boston.

  —¿«Hombres lobo»? ¿«Una manada»? ¿«Cacería por mi cabeza»? ¿De qué mierda estás hablando?

  —Sé que para tu cabecita con pensamientos mortales sonará de locos —comenzó a explicar— que te diga que las criaturas y seres de los malditos cuentos de hadas existen y vivimos entre vosotros; y quizá entienda que no quieras irte conmigo. Pero es mejor que confíes en mí y me sigas, porque soy tu única esperanza de que no acabes muerta o algo peor.

  Sí, esto parecía de locos. Pero de locos locos.

  —¡No pienso irme contigo. Esto es lo siguiente a algo de locos!

  No quería cooperar, algo inherente cuando se trataba de desconocidos.

  —¡Ahora mismo estamos nosotros y ellos en el territorio de los hombres lobo de Salem, y aunque sepan a quién no hay que atacar no quiere decir que haya peligro... Sobre todo para ti! —me advirtió apuntándome con el dedo al pecho—. ¡Así que tú decides! ¿Vienes o no?

  «¿Tenía opción? Nope, evidentemente. Es mejor que nada».

  —Vale.

  —Pues vamos —sentenció—. Y por cierto, ten esto. Vas a necesitarlo si quieres sobrevivir esta noche.

  Me dio el arma que tenía colgada en la espalda. Era una escopeta de doble cañón con un diseño anticuado y muy raro. Me temblaba el pulso de solo tenerla entre mis manos.

  —Nunca he disparado con un arma de verdad, y menos aún a una persona. ¿Es que quieres que mate a alguien esta noche? Porque no pienso hacerlo —me quejé mosqueada.

  —Bueno, no dicen: «Siempre hay una primera vez para todo» —me replicó imitando mi tono de mosqueo—. Además, seguro que en tu lista de cosas de hacer antes de morir está disparar un arma, ¿a que sí?

  No negaré que siempre había querido disparar un arma de verdad, estaba en mi lista de cosas que hacer antes de morir. Pero en una galería de tiro, no contra hombres lobo.