Cinta 4

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Preguntas y respuestas

Tampoco se pueden responder a todas
las preguntas que rondan en tu mente, Sherlock

  El fin de semana me lo pasé encerrada en casa, recopilando información de internet sobre esa clase de seres, pero como no, la información era falsa o inventada a partir de las leyendas. Tampoco me apetecía abrir el diario de nuevo, primero porque no me quería arriesgar a que lo descubrieran mis padres, y segundo porque aún seguía sin creerme del todo lo que había escrito en el diario, y mira que solo había leído el índice.

  Y naturalmente cada vez que estaba con mis padres en una sala de la casa oía sus pensamientos u opiniones sin poder hacer nada para controlarlo. Hay gente que querría ser telépata, pero yo hubiera preferido hacerme invisible le veo más utilidad con mis habilidades. Aunque también tenía lo suyo, si querías saber lo que la gente pensaba realmente o si estaba mintiendo.

  Si soy sincera, esperaba que la semana fuera tranquila, y que no volviera a correr en el bosque mientras esta lloviendo. El desayuno y el camino al insti fue relajado y sin voces en mi cabeza algo que me sacaba un poco de buen humor. Por fin me metí dentro y el pasillo estaba más vacío y accesible, cosa que hacia más sencillo moverse; hasta que una tipa con un café se topó conmigo y se le cayó encima, montando una escena digna de películas con adolescentes víboras y pijas.  Y así empezamos con la ronda de los maravillosos clichés de series adolescentes.

  —Perdón —me disculpé, aunque técnicamente fue ella la culpable de que se le derramase.
 
  —¿«Perdón»? ¡¿Pero tú sabes lo que acabas de manchar, es un vestido de importación de Chanel, tú sabes lo que cuesta?! —me escupió dramatizando. Definitivamente era pija, un «copia y pega» de Brianna.

  —Más que un coche de los de la entrada, un apartamento o que todo el dinero que tendrá una familia en algún país pobre tercermundista seguro —me salió del alma aquella frase, con una mirada complementada con una sonrisa de «No dramatices querida, que me conozco esta historia como tú las tiendas caras de los Campos Elíseos de París. Déjame en paz y yo lo haré».

  «Te has librado esta vez», oí a esa víbora rubia en mi mente.

  Es más que instintivo el insultar a alguien y pensarlo, todos los hacíamos continuamente. Se fue con su séquito con una cara indignada, sin decirme nada más, a decir verdad que mejor ni lo haga. Me dirigí a mi primera clase de hoy: Educación Física, es decir, a los vestuarios. Mientras me cambiaba llegó el mininido de víboras con su reina.

  «No me jodas que la pija es compañera de mi clase...».

  El grupito se quedó al otro lado del vestuario. Y gracias a que no abrieron sus boquitas ni armaron jaleo, aunque también dejaron el vestuario con un ambiente tenso, cuchicheos y miradas asesinas. ¿Por qué será?

  Tras cambiarnos todos nos marchamos al gimnasio. Todos estábamos alrederor del profesor. Era un estereotipo con patas, con el típico chandal de color azul y gorra roja, junto al infame silbato metálico colgado en su cuello.

  —Hoy quiero que practiquéis vuestros reflejos motores, por lo que vamos a jugar al balón prisionero mientras, chicos contra chicos y chicas contra chicas. ¿Algún voluntario o voluntaria para ser capitanes y capitanas.

  —¡Yo! —dos personas exclamaron a la vez.

—Cómo no. Siempre Riley y Tracey —comentó y al poco se fue, parecía que una costumbre que ellas siempre fueran capitanas.

Criaturas SobrenaturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora